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viernes, 21 junio, 2024
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Ojo por Ojo, diente por diente: los linchamientos en México

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Por: Rodrigo Reyes Muguerza • admin-zenda • Admin •

En 1618 Lope de Vega publicó Fuenteovejuna. La obra relata como los habitantes de un pueblo deciden poner fin a los abusos de la autoridad. Hartos de los atropellos cometidos por el Comendador, los habitantes de Fuenteovejuna irrumpen en su casa para asesinarlo. Lo que Lope de Vega escribió hace casi cuatrocientos años se ha repetido en diversas ocasiones en el mundo y en México. Ante la incapacidad del Estado por mantener el monopolio de la fuerza y garantizar a sus ciudadanos el derecho de la seguridad, la población se convierte en un personaje sacado de la ficción para cumplir la ley del talión; ojo por ojo, diente por diente.

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En 2011, Muammar Gaddafi – quien fuera dictador de Libia por cuarenta y dos años – fue capturado por el Consejo de Transición Libio. Alrededor de esas fechas, un video en el que Gaddafi es golpeado, humillado y después asesinado fue publicado por gran cantidad de medios de comunicación y visto por millones de personas alrededor del mundo. Dos años después, en 2013, pobladores de Santa María Chiconautla en el estado de méxico, decidieron linchar a un presunto secuestrador. Después de ser humillado y casi asesinado a golpes fue rescatado por la policía municipal. Solamente un año más tarde, también en el Estado de México, dos policías fueron asesinados por los habitantes de la localidad de Atlauatla.

Los contextos y las motivaciones de cada uno de los casos son distintos pero el mensaje es similar. Si las autoridades no pueden brindar seguridad, algunos ciudadanos están dispuestos a convertirse en justicieros. Si las autoridades no son confiables se convierten en el enemigo.

En México, esta situación ha crecido notoriamente. De acuerdo a Lantia Consultores, en 2013 ocurrieron 59 linchamientos en México. Se estima que este número ascienda a 196 en 2016. Además, de acuerdo con Google Trends, México es el país de habla hispana que más ha consultado la palabra linchamiento. Es suficiente hacer una búsqueda para darnos cuenta de la cantidad de noticias relacionadas con este tema no solamente en México sino alrededor del mundo.

¿Por qué la población decide actuar de esta manera? Para muchos, se trata de un reflejo del hartazgo que la población experimenta hacia la inseguridad y la falta de prevención de la misma. Hasta cierto grado es entendible que cualquiera trate de defenderse cuando no existe nadie más que lo haga por nosotros. Lo que resulta más difícil de comprender es el grado de violencia que este tipo de incidentes pueden presentar. Por ejemplo, a inicios de esta semana la policía de Tlaquepaque dio a conocer que seis presuntos ladrones fueron secuestrados. Al ser encontrados, las autoridades se percataron que las manos de los supuestos delincuentes habían sido mutiladas.

¿Cómo y por qué la población se ha vuelto violenta? Una posible explicación es que ante la violencia que los grupos criminales ejercen, la ciudadanía esté empezando a reaccionar de forma similar. Para muchos, ante la falta de respuesta por parte de las autoridades, resulta lógico castigar con está severidad a los sospechosos. Para otros, resulta aberrante pensar que la ciudadanía pueda decidir el castigo al que una persona será sometida sin previo juicio y sin el mínimo apego a la legalidad. Es cierto, este tipo de acciones deja en un segundo plano a nuestro sistema judicial y a nuestras leyes. Al mismo tiempo, confunde a las víctimas con victimarios y viceversa. También es cierto que al igual que los juicios precipitados de quienes deciden tomar justicia por mano propia, nuestro sistema de justicia tiene fallas muy grandes. Parece ser que si el estado no puede hacer que la justicia sea pronta y expedita, los ciudadanos podrán darse a la tarea de cumplir esta encomienda a su modo.

Es difícil saber cómo reaccionaríamos al tener frente a nosotros a un posible delincuente ¿realmente nos apegaríamos a nuestros valores cívicos o nos dejaríamos llevar por nuestros más básicos impulsos? Analizando la situación con distancia, me resulta difícil pensar que alguien podría estar a favor de matar a una persona a golpes para hacer justicia. Sin embargo, no puedo imaginar la impotencia y la desesperación de las personas que viven en las zonas más afectadas por la delincuencia, en donde la efectividad de las políticas de prevención es baja y en donde la población empieza a escribir su propia definición de justicia.

Es necesario que las autoridades presten mayor atención a la resolución y prevención de este tipo de situaciones. Ante un clima de inseguridad como el que actualmente vivimos en donde menos del 6% de los delitos son perseguidos, la justicia por mano propia es un fenómeno menospreciado que puede explotar en cualquier momento y ya lo dijo Gandhi; ojo por ojo, el mundo se quedará ciego ■

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