El psicoanalista Sigmund Freud externó que en cualquier sociedad existirán siempre tres actividades con las cuales nunca se podrá cumplir cabalmente: educar, gobernar y psicoanalizar; ante esta situación debemos pensar en acciones que nos hagan transitar de lo deseable a lo posible. Para el caso particular de la educación, creo que al profesional de la docencia le surge un problema de identidad al ejercer la docencia, siente desánimo ante los pobres resultados que obtiene, en consecuencia, lo colocan en la palestra social.
En la polisemia del término maestro hace suponer que tiene cabida el docente, el profesor, el mentor e incluso el enseñante; la docencia es la actividad profesional del maestro y la función sustancial es la de promover aprendizajes en el educando, entre otras; lamentablemente la práctica docente ha sido muy cuestionada por la sociedad, ello obedece a la ambivalencia de la misma y la manera de cómo ésta provoca un estado de ánimo en el docente y en el que coexisten emociones o sentimientos opuestos.
Ante tales circunstancias, el profesor e investigador en pedagogía José M. Esteve de la Universidad de Málaga España, asevera que ser docente es una aventura; comenta que cuando se inició en la docencia le ocasionó mucha tensión y ansiedad dado que debía dar a entender que todo estaba bajo control y que aparentaba una sabiduría que estaba lejos de poseer; que con el paso del tiempo corrigió errores de forma tal que se ganó la libertad de ser profesor, la libertad de estar en clase con absoluta seguridad en sí mismo, la libertad de decir lo que pensaba y, la alegría de una alta valoración de su trabajo.
Si bien es cierto que el ser docente es una aventura, también lo es el hecho de que en la práctica profesional se aprende a serlo, ahí se comparte tiempo, espacio, emociones, conocimiento e incluso secretos. Una práctica profesional que lleve la intención de favorecer la formación de los educandos requiere que el docente sea un ser humano que humanice, que sea un profesional que se profesionalice, que entienda el mundo que le rodea y que sepa hacer una lectura fiel del contexto donde profesionalmente se desenvuelva.
Textualmente el profesor Esteve dijo: “he calculado que me jubilo para el año 2021 y estoy seguro de que me moriré de aburrimiento si me oigo año tras año repitiendo lo mismo, con mis papeles cada vez más amarillos y los rebordes carcomidos”. Aquí haré mención de los docentes que llegan a serlo por providencia dado que así lo desearon y de los que llegaron a serlo por circunstancia toda vez que no encontraron otra opción. Esto hace suponer que la primera acción que debe realizar el docente es el identificarse como profesional.
El profesor que recién culmina su formación como tal, sale con la idea de que cuenta con los conocimientos suficientes para pararse en el escenario áulico, con la idea también de no tener el sentido del fracaso dado que él es el maestro. Evoco el comentario que alguna vez hizo un maestro egresado de una escuela normal y que incluso salió con mención honorífica; al cabo de trabajar un ciclo escolar regresa a su Alma Mater a quejarse amargamente de que los resultados que él esperaba de sus alumnos no habían sido del todo satisfactorios a lo que uno de sus maestros le argumentó que ese era problema de los alumnos dado que eran unos burros pero que él no debería preocuparse puesto que era un buen maestro.
Ser maestro implica entender que lo verdaderamente importante en su profesión son sus alumnos más que los conocimientos que posee dado que si estos son suficientes, con buenas actitudes logran trascender como tal; implica también tener claridad en la comunicación, que no generen diálogo de sordos, done incluso la propia voz del maestro sirva de fondo musical para que algunos alumnos mentalmente entren en trance emocional. Que al final de todo esto, el maestro se sienta dueño de sus acciones y de su proceso didáctico, que comunique lo que realmente quiere decir y que entre en una relación de empatía con los educandos.
Muchas de las vicisitudes a las que se enfrentan algunos maestros obedecen a que no se instituyen, que solamente operan contenidos que institucionalmente les establecen, haciendo que se comporten solo como obreros de la educación y que los alumnos respondan de acuerdo a como los programen. Cada docente está en posibilidad de hacer el análisis que considere pertinente en torno a lo que implica precisamente el ser docente, está también en posibilidad de responder a las necesidades de una sociedad que requiere ser fortalecida. ■