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viernes, 25 abril, 2025
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Repensar a Marx (3) La teoría leninista

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Por: DANIEL SALAZAR M. •

Al interior de los movimientos actuales existen corrientes que desconocen o que se han distanciado de la teoría marxista. Profesan ideas como la del “anti-poder” o del “mandar obedeciendo”, mientras que otras simplemente permanecen a la espera de la utopía o de la “abrupta irrupción de las masas”. Las hay también “con programa y principios responsables” -como ellas mismas afirman- para resguardar el camino de las instituciones, continuar con la reforma del Estado y ser partícipes de la “democracia electoral”.

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Durante las recurrentes crisis económicas, no falta quien señale la presencia de condiciones objetivas para un cambio de régimen, lo cual es cierto. El problema es que lejos de tomar la iniciativa política o presentar propuestas organizativas, sus voceros se refugian en la inacción o la espera, como dando tiempo a que sean las masas –desesperadas y enfurecidas— las que desafíen el sistema y derrumben, en su “espontaneidad” y por sí mismas, el orden establecido.

Lenin ya planteaba que junto a las condiciones histórico-objetivas, una revolución es impensable sin el factor subjetivo; que un cambio revolucionario dentro del capitalismo requiere madurez en la conciencia de clase del proletariado y también de su dirección. “Si el factor subjetivo no está presente o lo está en grado insuficiente, será inevitable la derrota…”. Pueblo, proletariado y Partido, abreviaba Daniel Bensaid.

Para comprender este viejo problema, la teoría leninista de la organización resulta una herramienta de utilidad. El historiador y economista Ernest Mandel la llama “la ciencia marxista del factor subjetivo”. Su propósito -menciona- es la formación de la conciencia política de clase. Deja en claro, que ésta es una teoría con estricto sentido político para la lucha por el poder y que de poco, o nada, servirá a una organización con interés interno-administrativo, como tampoco a los partidos reformistas ni a quienes tengan depositada su esperanza en los procesos electorales.

A corto, mediano o largo plazo, la revolución es inevitable, reveló Lenin en su tiempo. De la experiencia de la revolución rusa que  dirigió junto a Trotsky y un partido bolchevique ligado a soviets y masas campesinas, se desprende la lección de impulsar oportunamente, el desarrollo de la conciencia política de clase que no se da ni espontánea ni automáticamente. De manera distinta, la conciencia sindicalista surge por factores de necesidad inmediata en una lucha de clases elemental (huelgas, paros por aumento salarial, reducción de la jornada de trabajo, mejoras a las condiciones de trabajo), pero esta conciencia -empírica y pragmática- solo conduce a formas elementales de organización de clase (sindicatos, cooperativas). Por eso y frente a un enemigo poderoso y experimentado, siempre hará falta en el movimiento de masas una dirección científica y la comprensión teórica ligada a la lucha de clases. El papel de la izquierda revolucionaria consiste, precisamente, en transformar la lucha inmediatista y pragmática, en lucha de clases revolucionaria.

El movimiento opositor que hoy se manifiesta en las calles de México, se enfrenta a una clase en el poder y no a un partido en el gobierno. Esta clase domina –más allá de la fuerza militar y la violencia- gracias a la ideología cuya influencia es ejercida desde los medios de comunicación, escuelas, iglesias, etc. Aquí el marxismo representa también un valioso instrumento para la lucha ideológica pero, hay que señalarlo, las masas oprimidas -que no consultan Internet ni suelen leer la prensa y más difícilmente un libro- solo durante la revolución misma serán capaces de romper con la ideología dominante. Para que los postulados de Lenin pudieran abrirse camino, tuvieron que existir cuadros valiosos, plenamente confiables y formados en el marxismo. Excluir estos cuadros de los cálculos políticos por una abstracción como la “espontaneidad de las masas”, es simplemente ignorar la dinámica viva de la lucha de clases camino de la revolución.

Lenin nunca subestimó la iniciativa de las masas, pero nadie mejor que él comprendía sus limitaciones: “Su iniciativa -decía- es capaz de alcanzar éxitos portentosos, pero no es capaz, por ella misma, de centralizar las fuerzas necesarias disgregadas y  hacer posible la caída de un Estado fuertemente centralizado…”. Tarde o temprano después de la acción, las masas se retirarán a  “la vida privada”, a la lucha cotidiana por la supervivencia. No así la vanguardia, que se mantiene activa planeando nuevas acciones y haciendo balance de sus actos. De ahí la importancia de su presencia en la organización, la lucha y la conducción de esa lucha.

Para los partidarios de la “acción directa” –que critican a los “teóricos de café” y estos a su vez a los radicales y desesperados anarquistas–habrá que recordar que el marxismo nos ha hecho entender esa falsa disyuntiva: Una “teoría verdadera” divorciada de la práctica, es tan absurda como una “práctica revolucionaria” que carece de una base teórica científica…

La herencia de Lenin como la de Marx, son valiosas y aún vigentes. Su obras seguirán siendo referentes obligados para todos aquellos que busquen resolver los intrincados problemas de la estrategia y la táctica en el movimiento de masas…

(Continuará) ■

 

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