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sábado, 10 mayo, 2025
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Althusser o la razón extraviada en la locura

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Por: SIGIFREDO ESQUIVEL MARIN •

La Gualdra 555 / Filosofía

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Podría decirse que el colmo de un filósofo consiste en enloquecer si no fuesen tiempos políticamente correctos que pueden despertar “sospechosismo” de ofensa a los alienados mentales y al gremio de los filósofos profesionales. La locura bordea y desborda la filosofía desde siempre. Por ende, se omite el anterior exabrupto o mal chiste digno de Platanito y compañía; hay una nueva –quizá no tan nueva– corrección política normativa fascista.

En todo caso, ya Empédocles, Sócrates, Diógenes o Kierkegaard muestran atisbos de locura. Hölderlin y Nietzsche se hundieron en las tinieblas. ¿No es acaso una variante de locura extrema morirse esperando hasta el último segundo de vida un premio Nobel que nunca llega como fue el caso de Jacques Derrida? Así que digamos sin más que la locura muy humana bordea la razón también muy humana o, viceversa, la razón siempre está sitiada por un excedente irreductible a la razón, lo racional y lo razonable. Que haya cientos de tratados en torno a dichos conceptos y sus relaciones y correlaciones no muestra ni demuestra nada, acaso sugiere que es un tema de interés común sin el menor atisbo de acuerdo.

Vayamos al grano, mejor hablemos desde el grano mismo: Louis Althusser, el más grande pensador marxista que buscó hacer de la caja de herramientas teórico-práctica de Carlos Marx una herramienta política y científica para la lucha revolucionaria un buen día estranguló a su esposa Hélène Rytmann para luego desconocer el acto y sumirse en la noche más oscura y lúgubre –como sugiere su autobiografía L’avenir dure longtemps (París, Stock/IMEC, 1992). Obra que, junto con Lettres à Hélène (Paris, Grasset/IMEC, 2011), da cuenta de la compleja relación de pareja.

Ahora se está reevaluando el importante papel de Rytmann en la resistencia francesa; pero, esa es otra historia. Y también habría que añadir en esta historia a su amada, Franca Madiona, traductora al italiano de Pour Marx. Quinientas cartas de su autoría (Lettres à Franca, 1961-1973, Paris, Stock/Imec, 1998) perfilan al hombre enamorado profundamente, así como al clima cultural parisino emergente de posguerra; escena cultural protagonizada por los maestros estructuralistas, amigos e interlocutores feroces del propio Althusser. También comparte con la amada la inmersión en los abismos luciferinos para atisbar por fin la orilla de la frágil cordura.

En 1994 fue abrogado del código penal francés el artículo 64 que lo había declarado en 1981: “No apto para ser juzgado por causa de locura” y evitar la cárcel a cambio de un internamiento de tres años en un psiquiátrico. Hoy en día hubiera sido acusado de feminicidio y ni la firma de todos los filósofos lo hubieran salvado. En todo caso ya había tenido varios ataques de locura, pero ninguno tan grave como el homicidio.

Al respecto, mi amigo Rigoberto Martínez –althusseriano de hueso colorado– me ha contado la anécdota, quizá mito, leyenda o realidad, o mezcla de los tres elementos, que un día Althusser tuvo un brote psicótico en el famoso seminario de su amigo Jacques Lacan e interrumpió su cátedra, y cuando unos estudiantes iban a echarlo por la fuerza, les dijo que lo dejasen entrar hasta el proscenio, habló y habló hasta que guardó silencio y se marchó. Lacan parece haber sentenciado: “el sujeto del inconsciente ha hablado”.

A partir de 1980 hasta su muerte en 1990, confiesa, haber desaparecido como persona y convertirse en fantasma espectral: haber perdido todo derecho y voz y su existencia no hace sino confirmar su muerte civil. Más que su vida, lo que más me interesa del pensador francés es su pensamiento crítico, sus aportaciones resultan todavía fundamentales, tanto las que publicó en vida como su obra póstuma resultan imprescindibles.

Para leer el Capital (México, Siglo XXI, 1969) e Ideología y aparatos ideológicos del estado (Buenos Aires, Nueva Visión, 1988) me parecen obras maestras, cuestionables y criticables como todas las obras que verdaderamente importan, pero con una lucidez y rigor extremos para pensar el actual sistema-mundo-capitalista y sus alternativas revolucionarias de autonomía desde sus prácticas y procesos constituyentes. O sus lecturas marxistas de Maquiavelo, Spinoza, Rousseau resultan un antídoto contra el marxismo dogmático. Por si fuera poco, hoy también se cuestiona el dominio que tenía Althusser de Marx, es justo decir en su defensa que pensadores como Pierre Bourdieu, Alain Badiou y Jacques Rancière, tres intelectuales destacados, son impensables sin la obra del viejo maestro, incluso ahí, sobre todo, ahí, cuando toman distancia crítica de sus conceptos y argumentaciones. La renovación del pensamiento postmarxista resulta incomprensible sin la obra del maestro estelar de la prestigiosa Escuela Normal Superior. Mientras tanto, en algún lugar perdido en la geografía mexicana, hago un brindis de homenaje a Louis, Hélène y Franca con la canción “Mi amiga, mi esposa, mi amante” del ídolo popular Rigo Tovar que también conoció el derrumbe de la cima a la sima, en caída libre, sin anestesia alguna.

 

 

https://issuu.com/lajornadazacatecas.com.mx/docs/la_gualdra_555

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