Verdad de Perogrullo: sí el poder corrompe, un poder sin límites, lo corromperá todo. A lo largo de la historia se han ideado mecanismos, instrumentos y fórmulas para evitar que el poder sirva exclusiva y mezquinamente a quién lo ostenta. Sin embargo, la corrupción, cuál mal con inteligencia propia, se escabulle con éxito por las grietas de cada modelo. Lo es así porque la ambición le es inherente al ser humano. No es excusa sino realidad. Y más ha valido suponerlo así, que confiarse y atenerse a las consecuencias en todos los capítulos de la política a lo largo de la historia. Aún los más revolucionarios y cándidos héroes han venido a rendirse ante la melodía del poder, cuándo les es absoluto y sin contrapesos. En México tenemos material para armar tratados enteros por cada época de nuestra historia. Sin embargo, pasemos de largo hasta nuestros días. Del tema ha escrito con el talento, la profundidad y la consistencia que lo caracteriza, Gabriel Zaid, en su libro aparecido hace un par de años: El poder corrompe, de ello escribí en estas mismas páginas con el título Ayer y hoy: el poder corrompe (1). Sin embargo, cual virus maldito, nuestra corrupción evoluciona, las noticias de ella se actualizan. El poder, que ha sido del pueblo solo a la hora de costearlo, la reinventa, la rediseña, la pone al día. Aun y cuando sea nuestro más añejo fenómeno pernicioso, la corrupción mexicana nunca carece de actualidad, de novedad y de innovación y creatividad. Sí nuestra clase política tuviera la misma capacidad para ser disruptiva en el diseño de política pública, seguro es que hubiéramos superado, hace mucho, retos que nos vienen persiguiendo desde hace décadas y que día a día crecen… como la corrupción.
Sí queremos confirmar lo anterior, hay que darle tiempo a la lectura de El caso de la viuda negra, de los jóvenes periodistas Manu Ureste, Zedryk Raziel y Arturo Ángel, un texto apasionante e indignante, asombroso, bien armado e indispensable para entender que el poder corrompe… y destruye, el futuro, las oportunidades y la esperanza colectivas, pero también la vida misma de quiénes lo ostentan, pues, Leviatán ingobernable, embulle sin compasión ni miramientos, cuándo se le mal alimenta. El fascinante relato que arman los ya citados autores nos da una prueba muy actual de esto. Un caso que no tiene fin con las páginas del texto, sino que debiera convocar a los poderes públicos, a la opinión pública y la clase política, a desentrañar los acertijos, las sospechas y líneas de investigación registrados en el libro, mismos que nos llevan a confirmar que la conciencia de la impunidad, por cínica, arrogante y maliciosa, es el peor de nuestros males: puesta al descubierto, reniega de los hechos, los reinterpreta y los arroja como justicia. La más de las veces, esa justicia es la menor de las justicias y, por tanto, injusticia en la impunidad del poder. Solo de vez en cuando, la pluralidad política, trae consigo la oportunidad de cercar a la impunidad. Y eso es, cabe resaltarlo: a veces, no es regla, y por ello, la pluralidad, aún dentro de la misma pluralidad, sigue siendo la receta original, más socorrida y con mejores resultados. La vieja fórmula de construir, a base de golpes electorales, de votos de indignación, del mecanismo primario de rendición de cuentas, que construiremos Estado de Derecho… con suerte.
Cierro con un renglón del prólogo magistralmente escrito por Gabriela Warkentin: … El caso de la viuda negra es, sobre todo, una radiografía que, desde lo local, exhibe la podredumbre de un sistema que se protege y reproduce, que hace todo para no morir. Incluido matar.
Notas:
1 Disponible en: https://ljz.mx/19/11/2019/ayer-y-hoy-el-poder-corrompe/
@CarlosETorres_
