■ Comentarios Libres
En México existen pocos periodistas de la calidad y prestigio que distinguen a Carmen Aristegui. Su trayectoria en los medios destacó a nivel nacional e internacional como conductora de la primera emisión de los noticieros de la empresa MVS. Gracias a las investigaciones llevadas a cabo en equipo con sus colaboradores, dieron como resultado la información que a través de su noticiero transmitió a la opinión pública, para dar a conocer los actos de corrupción que se han manejado en el gobierno actual. Gracias a ella también, los ciudadanos tienen ahora pruebas fehacientes, para cobrar al partido en el poder, las facturas correspondientes en las elecciones federales intermedias del 7 de junio próximo.
Independientemente de la justificación que ha manejado su patrón Joaquín Vargas , al decir que se trata de un asunto laboral, los escándalos de conflictos de intereses, como la llamada casa blanca de Angélica Rivera, así como otros del propio presidente Peña y de su secretario de Hacienda, Luis Videgaray, transmitidos por el noticiero a cargo de la periodista, fueron los motivos principales para que la cadena MVS, tomara la determinación de despedir el jueves de la semana anterior, primero, a dos de sus reporteros y posteriormente, a Carmen Aristegui y a su equipo de colaboradores, el domingo 15 del mes actual. Este hecho representa un grave atentado a la libertad de expresión, y deja implícitamente un mensaje para periodistas críticos que como ella, son personas íntegras en el desempeño honesto de su labor periodística en México.
Aristegui nunca se prestó al juego de adular al presidente ni a otras autoridades, por al contrario, las exhibió conforme ameritaban los acontecimientos. Su despido por eso, se trata de una decisión tomada por el Estado y ordenada al medio para el que prestaba sus servicios, convirtiéndose así en un acto de represión.
Tales hechos, me llevan a comparar la óptica que en esta misma materia tenía el presidente de México, José López Portillo, durante su gobierno.
Un programa que constituyó una verdadera escuela de la democracia, fue “Opinión Pública” de Paco Huerta, inició el 13 de septiembre de 1976 y se clausuró de manera arbitraria el 17 de agosto de 1982. En él todas las voces pedían expresarse con valor, como aconsejaba el presidente, y con libertad. En ocasiones, algunas voces pueden haber sido injustas o desinformadas, pero si tal cosa sucedió, es una “consecuencia de la democracia”, uno de los riesgos naturales que se corren cuando se permite hablar a la gente sin cortapisas ni amenazas. La libertad es naturalmente riesgosa, pero los riesgos que implica son y serán siempre menos dañinos que los riesgos de la represión.
José López Portillo apoyó el programa “Opinión Pública” aunque las opiniones que ahí se ventilaban no fueran siempre favorables para su gobierno y para su persona. Sin embargo, por grande que sea el poder de un presidente, aun saliente; intereses pequeños, mezquinos, susceptibilidades y vanidades heridas de personas menores pueden, por lo visto, pesar más en la balanza que los deseos y convicciones presidenciales.
Dicho programa se clausuró por orden del Sindicato de Trabajadores de Radio, Televisión, Similares y Conexos de la República Mexicana. En el oficio que su secretario general, señor Nezahualcóyotl de la Vega, envió a la radiodifusora ABC Internacional para informarla de la decisión, se decía que se retiraba la autorización de trabajar a Francisco Huerta, por no convenir a los intereses del sindicato.
Otro presidente que también apoyó a la libertad de expresión fue Miguel de la Madrid Hurtado quien el 4 de mayo de 1982 aseguró: “No permitamos nunca que en nuestro país se den tendencias autoritarias que repriman la libre expresión de las ideas, venga de quien venga, digan lo que digan”
El amordazamiento que sufrió la periodista Carmen Aristegui, es una vergüenza para nuestro país que se dice democrático. Son muchas las manifestaciones en contra del medio que la despidió. Su auditorio tanto en México como en el extranjero, reprueban esta acción perversa, y se ha dicho que fue ejecutada por elementos que sólo existen en la política para sumirnos en el más oprobioso oscurantismo.
Vale recordar las palabras de Miguel Ángel Granados Chapa muy adecuadas al asunto que comentamos: “¿QUÉ QUERÍAN OÍR, ELOGIOS?
Los dioses ciegan a quienes quieren perder, es un adagio antiguo como los tiempos. Una adición contemporánea añadiría que esos mismos a quienes los dioses quieren perder, tratan de acallar a los demás, o por lo menos de no oírlos.
Por eso, para no oír la irritada voz cuidaba, para no enterarse más de lo que la opinión pública piensa de los acontecimientos que están en curso y de sus protagonistas, nada mejor que cerrar el switch. Que se queden hablando solos. Al fin y al cabo no son más que gobernados”. ■