■ El son del corazón
Ricardo Monreal tiene enfrente problemas políticos muy complicados que no puede soslayar. Pero hay que resolverlos, porque los habitantes de la Delegación Cuauhtémoc están a la espera de una mano incondicional que contribuya a solucionar las broncas de este colosal rompecabezas.
El primer “tiro” contra el ambulantaje
En primer lugar, desean observar cómo le va a hacer el delegado para sacar a mil comerciantes ambulantes en los próximos cien días, de una demarcación donde, como se informó en reciente estimación del Sistema de Comercio en la Vía Pública (Siscovip), deambulan cerca de 20 mil, con 50 mil puntos de venta, aproximadamente.
Pero la limpia se efectuará con la misma mafia de Vía Pública, repudiada por exigir cuotas a los comerciantes y lucrar con los permisos. Naturalmente, esta banda no simpatiza con las convenciones éticas del señor Monreal.
El nuevo delegado se retroalimenta con procedimientos ensayados ayer. Sin comentarios autocríticos acerca de su gestión como gobernador en el estado de Zacatecas, le gusta provocar acciones ejemplares que le proporcionen vitrina y no pocas notas efectistas en los periódicos locales.
Un caso inédito fue la famosa “mesita”, donde atiende con singular procedimiento industrial a decenas de habitantes que esperan que el delegado los reciba personalmente. Ahí Ricardo Monreal se observa en su elemento: de inmediato da instrucciones a sus colaboradores para que, más en corto, sugieran formas de gestionar los asuntos demandados por sus nuevos gobernados.
Así es el dramático Ricardo Monreal.
Un decálogo de fervorosas resonancias
Sin olvidar su inclinación religiosa, agrega apostillas devotas a sus frases y, en lo práctico, no se guarda en destacar la línea ética que, en su fuero, debe sobrevivir por encima de cualquier criterio partidario.
Ahora, para el pitorreo de los habitantes de la Delegación, dio a conocer un curioso decálogo que deberán memorizar sus funcionarios, donde se encuentran las máximas: no robarás, no extorsionarás, no abusarás, no traicionarás, no grillarás, sé transparente y rinde cuentas, etc.
Es obvio el trasfondo moralista del listado; no poca gente ironizó abundantemente con la seriedad y unción que agrega Ricardo a su arrobo político, y hasta sospecha que detrás de su homilía se esconde un montaje.
El señor delegado desea trascender, otra vez, a base de pequeñas piezas dramáticas en el imaginario hogareño, o con affaires escandalosos para deslumbrar desde los periódicos y la TV. Ahora repite los procedimientos mediáticos que le dieron éxito en su periodo de gobernador, pero, aguas, la delegación Cuauhtémoc tiene una personalidad muy conflictiva.
El político laureado por Time y CNN, que lo eligieron “Líder del Tercer Milenio” y por el Foro Económico Mundial de Davos, que lo ubicó entre los “Líderes Globales del Mañana”, puede experimentar una respuesta adversa, después de exagerar en su método de sobreexposición. La fama, el ego y la audacia, son inútiles trebejos en el entorno desordenado de una zona urbana hinchada de contradicciones y poca esperanza.
La acumulación originaria de grillas y conflictos
Ya pasó una semana más y apenas se presentaron ante la autoridad las denuncias acerca del saqueo encontrado en las bodegas, oficinas y pasillos del enorme edificio delegacional donde Monreal, según lo afirma, despachará en los próximos 2 años y medio.
Aún no existen resultados de las indagaciones acerca de los pasquines encontrados en las paredes de la delegación, donde se conmina al nuevo delegado a proceder con tiento y evite deambular por la libre, porque los delegados también mueren. ¿Cómo es posible desconocer la filiación de los autores de estos mensajes, cuando la Delegación Cuauhtémoc cuenta con cámaras de vigilancia?
Lo que no tardó en dar la nota fue la asignación del nombramiento, sin pedir experiencia de por medio, de director del Departamento de Recolección y Tratamiento de Residuos Sólidos a Nicolás Mollinedo, el famoso “Nico”, ex chofer del “tsurito” de Andrés Manuel y famoso por sus ardides clientelares y nebulosas comisiones.
Monreal, para salir del apuro, replicó con tres vaguedades que lo describen en el jugo de sus contradicciones: Nicolás Mollinedo “Sí tiene experiencia. Vi su currículum”. Dijo además: “Tiene mi confianza”. Y agregó: “No puedo ser ingrato con la gente”.
El dúctil ingrediente de la ética monrealista y su concentrada devoción, ahora chocó con el aura principista, de doble índole religiosa, de Andrés Manuel, quien afirma no haber influido en el asunto de Nico.
Ahora bien, el curso dubitativo de la postura monrealista, acerca del Pasaje Chapultepec, lo mantiene con un pie cercano al rompimiento con la gente de Morena y otro aledaño al activismo inmobiliario del Dr. Mancera y los “Simones” del bund judío del Gobierno del DF.
Dice Ricardo Monreal que él no es suicida y escucha con respeto la voz de todos, porque su propósito es desarrollar una buena conducción política en una delegación atrofiada por la corrupción. Lo cierto es que sus nuevas pautas lo alejan del centro de gravedad de Morena y lo acercan a un inocuo enfrentamiento fratricida.
Ahora, la sorprendente aparición de un millón y medio de pesos, y sus ruidosos ecos mediáticos, hace pensar que Monreal vive en connivencia con el riesgo o que sólo quiere deslumbrar a los ingenuos. Ese dinero, producto de la corrupción delegacional, es lumbre y veneno.
Seguramente este listado crecerá, gracias al holgado pragmatismo del nuevo delegado. Monreal se interna en un complejo laberinto difícil de sortear, por amor al drama, los montajes y la imagen. ■