La Gualdra 673 / Libros
Por Mario Alberto Medrano
La publicación de Poeta en Roma (Mangos de Hacha/Universidad Iberoamericana, 2024), que reúne 5 de los libros escritos por el poeta peruano Jorge Eduardo Eielson, me parece un gran acierto. No sólo por la aparición de un nuevo volumen de un autor al que considero de culto, sino también por la acertada elección editorial de orquestar una antología cuyo punto de encuentro y partida sea el territorio romano, tan significativo para la creación, el amor, el deseo y el desasosiego en Eielson.
Dentro de la obra poética de Eielson, es posible hallar en su geografía momentos y transformaciones en cuanto a corrientes literarias, pues pasa del surrealismo y las vanguardias a las tradiciones españolas, pero siempre lo hace con la intención de lograr la pureza de la expresión. Así fue como saltó del Perú a París a Ginebra a Roma. También tuvo fascinación por el arte precolombino, que, si no me equivoco, se expresa con mayor amplitud en su obra gráfica.
En el caso de la poesía escrita, Eielson es un poeta con raíces en Europa; no cedió a la tentación de escribir con la vena nacionalista o indigenista (aunque tampoco lo hicieron algunos de sus contemporáneos, antecesores o sucesores, como Varela, Westphalen o Cisneros).
Me atrevo a decir que la poesía peruana es una de las más innovadores y profundamente lingüísticas dentro del panorama hispanoamericano; o también, tengo una debilidad por la poesía peruana, o ambas cosas. Ejemplos de lo anterior: Los Heraldos negros y Trilce, de Vallejo; Las ínsulas extrañas, de Westphalen; Estancias, de Sologuren; Luz de día, de Varela; ¡Oh hada cibernética!, de Germán Belli; Canto ceremonial contra un oso hormiguero, de Cisneros, o más reciente, Mario Montalbetti, con Simio meditando (ante una lata oxidada de aceite de oliva). Por mencionar los que tengo entre los libreros.
Ahora, Poeta en Roma se ha ido convirtiendo en un libro de horas. Regreso a él y descubro en cualquier página un verso que resulta contundente y, a veces, profético.
Existirá una máquina purísima
copia perfecta de sí misma
y tendrá mil ojos verdes
y mil labios escarlata
no servirá para nada
pero tendrá tu nombre
oh eternidad
Eielson pone en ejercicio un malabar sintáctico en sus poemas. Sí, como las vanguardias, juega con los sintagmas, los trastoca, los invierte. El poeta es el creador de la palabra y, por ende, es capaz de retorcerla. Hay mucho de artefacto literario en cada poema del autor.
Por otra parte existe, y retomaré un par de ideas de Sergio Téllez-Pon, quien realiza el prólogo y la selección del libro: a) la necesidad de entender el cuerpo como objeto de la poesía y b) la capacidad para que el lenguaje desaparezca las cosas, “por eso no debe parecer extraño que las palabras más usadas en estos poemas sean ‘nada’, ‘silencio’ y ‘vacío’”. Y cita
¿Qué puedo yo agregar
A tanto silencio
Sino silencio
Más silencio
Sólo silencio?
Este poeta en Roma tiene ecos, o así lo creo, del Poeta en Nueva York. Lorca y Eielson, a su manera, exiliados o extranjeros, se hallan lejos de su idioma, y ambos se deciden por el español como lengua poética. Ambos enfrentan su dilema sexual; aunque el español más político que el peruano, con el poema “Grito en Roma” Lorca también sienta su propio precedente hacia las tierras italianas.
Los libros incluidos en este volumen son: Habitación en Roma; Mutatis mutandis; De materia verbalis; Noche oscura de cuerpo; Ceremonia solitaria.
La selección hecha allana un camino para leer a Eielson, podría ser una ruta de viaje para comprender mejor un proceso y una evolución poética. En esta antología se convoca el deseo y la experimentación; el cuerpo y la soledad; la violencia y sus consecuencias. De los libros incluidos, mis favoritos son De materia verbalis y Noche oscura de cuerpo, incluso los entiendo como los mejores de toda la obra del peruano.
Miro mi sexo con ternura
Toco la punta de mi cuerpo enamorado
Y no soy yo que veo sino el otro
El mismo mono milenario
Que se refleja en el remanso y ríe
Amo el espejo en que contemplo
Mi espesa barba y mi tristeza
Mis pantalones grises y la lluvia
Miro mi sexo con ternura
Mi glande puro y mis testículos
Repletos de amargura
Y no soy yo que sufre sino el otro
El mismo mono milenario
Que se refleja en el espejo y llora
Además de Poeta en roma, Mangos de hacha también editó y publicó El diálogo infinito, libro que recopila las entrevistas de la académica y escritora Martha Canfield a Eielson. Conocedora de su obra, Canfield explora al otro, al artista plástico y visual, en una serie de preguntas y análisis.
Creo que ambas obras se vuelven fundamentales para conocer mejor al creador peruano, que no me deja de parecer hermético, como recluido en la sombra, aunque esa sombra sea de colores verdes y escarlatas.