Cada que doy un taller de narrativa, en realidad han sido pocas veces, me gusta empezar con una historia. Es decir, cuento una historia que invento en ese momento porque no la tengo escrita, no la leo y por lo tanto la historia siempre es diferente. Y es una historia importante que estoy seguro nos va a servir durante todo el taller de narrativa. Claro que muchos de los que participan en el taller no aguantan que arranque inventando una historia porque lo que ellos quieren es que les hables de lo que significa narrar, que leas sus malos intentos narrativos, que les recomiendes algunos autores, que les hables de los cien mil decálogos que hay, que les aplaudas sus proezas narrativas como si de malabares en un circo se tratase; y si en cambio les dices que vas a iniciar el taller inventando una historia es normal que se desesperen, sobre todo si son jóvenes. Las prisas de los narradores jóvenes van en este orden: en una semana escriben el libro bajo todo tipo de excesos (ya sea café, ya sea alcohol, ya sean drogas, ya sea el solo hecho de no dormir como la gente normal, ya sea comerse las uñas), a la siguiente lo corrigen (o es lo que aseguran ellos en sus tantas redes sociales), a la tercera lo meten a concurso, y mientras esperan los resultados (algunos meses) se consumen en una despiadada ansiedad que en muchas ocasiones los lleva directamente al médico, al psicólogo y en el peor de los casos al psiquiatra. Punto. Aquí es donde descubres que la escritura también puede ser una enfermedad, y muy delicada, por cierto, no mera diversión.
Pero vuelvo a la historia. A quien así lo quiera le pido que se salga en esos momentos del taller de narrativa y no hay ningún problema. Afortunadamente vivimos en una ciudad, como la de México, donde los talleres literarios abundan lo mismo que las cucarachas en las fondas o en las torterías: por montones, y los hay gratuitos y no gratuitos, malísimos y buenísimos, del gobierno y particulares, los hay que son una gran estafa literaria y los que son decentes, o lo que sea que esto signifique, y también hay personas que han conseguido hacer de los talleres literarios un descarado modus vivendi (así como hay muchos que lo han hecho de las becas), lo cual, por otra parte, a mí me parece mucho mejor que dedicarse a la delincuencia (porque se entiende que los dos roban, ¿verdad?).
La historia que les cuento va de cuando los primeros hombres se contaban historias entre ellos acerca de ese mundo que conocían por primera vez. Yo le robé algo de esto a Mircea Eliade, quien por supuesto lo cuenta con una belleza indescriptible y con mucha mayor precisión. De los hombres alrededor de las fogatas sin nada más que sus palabras y sus historias primitivas, porque esas historias aún no eran historias en el sentido formal de la palabra, sin embargo, para esos hombres, y para el momento en que ocurrían, seguramente tenían un comienzo y un desenlace porque no faltaba el hombre que sin más arrebataba la palabra para contar la historia, su historia, y así, hasta que seguramente llegaba el cansancio de las historias, y tenemos que imaginarnos cómo era ese cansancio, cómo es que los hombres se cansaban de escuchar historias y decidían ir a dormir, o a cazar, o al mar, qué sé yo. Pero lo que se me hace interesante es que había alguien que contaba algo y había un grupo de personas que escuchaba lo que se contaba.
Dejen ustedes si lo hacían en orden o en desorden, que eso no nos importa, escuchaban, en algún momento ponían atención, sabían que a ese hombre le habían pasado una serie de circunstancias favorables o desfavorables en un momento determinado del tiempo y que fue capaz de atravesarlas puesto que ese hombre estaba ahí, frente a ellos, dando testimonio de lo que le había tocado vivir, narrando (y sé que no es el verbo correcto) su historia, ¿no les parece realmente increíble?, y entonces tenemos que dar un paso gigantesco para llegar a lo que es la narrativa hoy en día, lo que es el arte de narrar, lo que son las estructuras del cuento, de la novela, de la crónica, y si atendemos a esos primeros hombres alrededor de las fogatas nos es mucho más fácil entender de dónde viene el cuento, de dónde la novela, de dónde la crónica. el teatro y, claro, con un poquito más de esfuerzo y con unos cuantos personajes más, de dónde viene la poesía, y así más o menos es la primera historia que cuento cada que estoy por comenzar un taller de narrativa, y pues bueno, aquí ya vienen las referencias bibliográficas, las citas grandilocuentes que les deja saber a los que se inscribieron que no soy tan imbécil, la parte de los objetivos del taller de narrativa, y entonces sí, es la hora de que ellos se animen y compartan sus experiencias con la narrativa, pero antes de llegar a una palabra tan maravillosa, que compartan su experiencia primigenia con el arte de contar, solo eso, de contar, como si de chismes se tratase.
Lo sé, me he alargado demasiado, y es que a cierta edad como la mía uno de repente ya pierde el hilo de lo que escribe y se deja poblar por los escasos recuerdos que le quedan, discúlpenme, por favor. El anterior fenómeno se vuelve a repetir ahora mismo, pero de una manera grandiosa, y es lo que les quiero contar ahora mismo. La compañía Storytel es una de esas compañías que cree que si no tienes tiempo de leer una muy buena historia, la puedes escuchar, una compañía que se dedica a crear audiohistorias originales con una variedad de géneros y perspectivas, de la ciencia ficción a la biografía, de la comedia romántica al drama, y que acababa de celebrar sus primeros cinco años en México.
Y a mí me parece una idea excelente porque inmediatamente pensé en mi fogata. Claro, hay mucha distancia entre aquellos primeros hombres y nosotros, pero siguen siendo historias y alguien nos la cuenta con la misma pasión que se dio en torno a las llamas. Es asombroso, ya lo sé. Y para comprobarlo me puse una parte de Kalimán y esto fue lo que encontré: en estos momentos, Solín intuye que si permite que el hechizo se complete tendrá que enfrentarse él solo (sí, señoras y señores, él solo) a los muertos vivientes (¿ya se los imaginaron?), toma impulso y se lanza sobre la espalda de Amadea, pero la bruja (esa maldita bruja) ha percibido el peligro antes de que Solín pueda atacar y voltea para descubrir al adolescente a punto de caer sobre ella cuando…
Véanse ustedes mismos ahora. Estaban escuchando en Storytel la fantástica aventura de Kalimán cuando repentinamente llegan al trabajo, se desconectan de los audífonos, y también de su muy animosa imaginación, y le dicen hasta pronto a Kalimán, a Solín, a la bruja Amadea, porque ya volverán a ellos al caer la tarde, cuando el reloj marque las seis y sea la hora de salida, o incluso cuando marque las dos y se vuelvan a poner los audífonos mientras se comen esa torta de milanesa, y podrán retomar la historia que les van a contar para que ustedes vuelvan a vivir la emoción, para que corran al lado de Kalimán y consigan los intrépidos saltos de Solín hasta dar con la bruja, porque lo emocionante de Storytel es que tiene una producción impresionante para ofrecerte audiohistorias con la mejor calidad, dejen ustedes las fogatas, Storytel te trae el océano entero, te mete al libro, a las palabras, a lo que realmente experimentó el autor al escribir su historia, al alma misma de cada uno de los personajes involucrados, porque no es lo mismo que tú abras el libro y los leas dándole a cada personaje tu misma voz, puesto que no puedes hacer otra, a que los escuches con las aproximaciones de lo que sería su voz original, que te acechen con su timbre real y que cada uno de los diálogos sean pronunciados en una dicción perfecta para que al final te quedes al filo de la emoción y quieras otra historia más de Storytel, que promete traer un catálogo de lo más buenísimo, así que si ya formas parte de Storytel vete preparando, y si aún no eres parte de la familia, ¿qué estás esperando?
Pero además Storytel celebra el origen radiofónico de las audiohistorias con dos producciones espectaculares, una de ellas es “Kalimán. El valle de los vampiros”. Con la participación, nada más y nada menos, para que cheque usted la producción que tienen los de Storytel, de Edgar David Aguilera, como la voz del mismísimo Kalimán, y tres actores más; y la otra, “Drácula” de Bram Stoker, con la participación de Víctor Duróc como Van Helsing y más de diez actores; pero además Storytel desea destacar el talento de las escritoras y narradoras mexicanas, así como de las grandes mujeres que inspiraron la Independencia de México, por lo que se suman a este enorme aniversario y proyecto Cristina Rivera Garza, “Ciudad XY”, Raquel Castro, “Desencuentros”, Rosina Conde, “Apostar la vida”, y Carmen Domingo, “Libertadoras”, quienes experimentan con su más reciente obra al darle una voz a sus historias y contar con actrices como Regina Blandón, Frida María, Diana Huicochea y Mariana Martínez.
Cuando ese amigo barrigón que se siente el culto de la oficina te vuelva a preguntar por el libro que leíste esta semana, hazlo trizas y contéstale que no solo lo leíste sino que escuchaste las aventuras de Kalimán y un nuevo proyecto de Cristina Rivera Garza, y ¡zaz!, te aseguro que se va a quedar mudo, que van a pasar varios días así, hasta que, tímido, se va a acercar, te va a invitar una Coca Cola y luego del primer trago y de preguntarte si ya sabes qué vas a hacer con tu aguinaldo, te va a preguntar, así como que no quiere la cosa, acerca de Kalimán y del proyecto de Cristina Rivera Garza, y no se lo cuentes todo de sopetón, hazte un poco del rogar, tanto tiempo que estuvo molestando el latoso ese, así que dale otro trago a tu Coca, pregúntale que si también te invita unas Emperador de chocolate, y cuando ya las tomes, dile que le vas a dar una pista, y que lo demás corre por su cuenta, acércate a su oído, así como si de clave secreta se tratase y dile, casi divide la palabra en sílabas: Storytel, y luego me escribes a [email protected] y me cuentas la cara que puso, nos vemos la semana que viene.