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lunes, 21 abril, 2025
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La degradación de la vida pública y política

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Por: RICARDO ARTEAGA ANAYA •

“No soy ni la primera ni la única ni seré la última”, fue la respuesta realizada por una diputada del Partido Acción Nacional en un reconocido noticiero matutino ante los cuestionamientos del periodista Andrés Vera, respecto de actos de nepotismo empleados como diputada local, donde presuntamente contrató a dos de sus familiares. 

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El reconocer el hecho y afirmar, además, que fueron contratados por tratarse de personas de su confianza, expone la forma en que nuestra clase política local percibe el ejercicio político y público, evidenciando, además, que el modelo neoliberal en el que el ejercicio de los encargos públicos no se busca para el beneficio colectivo, sino para el beneficio personal y de los cercanos, ¿por qué no contratar a un familiar, otorgarle obras o beneficiarlo directamente desde el encargo otorgado por voluntad popular? ¿Por qué si otros lo hacen uno debe mesurarse y evitar replicar dichas prácticas? ¿Por qué si otras familias involucran a todos sus familiares en lo político o al menos a beneficiarse directamente de ello, uno debe evitarlo? No seríamos ni los primeros ni los únicos ni los últimos, es la visión que hoy predomina entre la clase política zacatecana. 

El Congreso del Estado, en lugar de ser una institución en la que se vea reflejada la esencia de la democracia representativa, es un aparato burocrático en el que cada legislatura se convierte en una agencia de colocación de allegados, familiares, amigos e incluso es utilizado para el pago de favores políticos; en ese mismo sentido, la facturación falsa, el desvío de recursos y la compra de utilería y contratación de servicios a familiares, parejas sentimentales, etc., expone cómo los diputados entienden que, el encargo que obtuvieron gracias a la imposición de los dirigentes partidistas, les brinda la oportunidad para cambiar su estatus social incrementando su patrimonio, sin importar que se logre a través de actos ilícitos e inmorales.

No son ni los primeros ni los únicos y no serán los últimos, es el pensamiento que sostiene la clase política zacatecana que llega a los encargos, más para beneficio propio, que para servir a los zacatecanos, y es así que el Estado ha llegado a niveles históricos de violencia, de deuda, de escasez de obra pública y de finanzas públicas ahogadas como consecuencia de la corrupción que ha sido la característica de los gobiernos municipales y estatales durante décadas; los gobiernos e instituciones públicas se han convertido en agencias de contratación de familiares, amigos y amantes, en las que no importa ni la capacidad ni el compromiso ni las virtudes de la honestidad y la moral. 

El atraso en el que se encuentra Zacatecas, en todos los niveles, y primordialmente, en el económico, es consecuencia de una clase política que fue no sólo alcanzada, sino formada por un modelo neoliberal que predominó en el país desde los años 70, en el que los encargos son brindados por afinidades personales que terminan por descomponer las instituciones y nuestro sistema democrático y político. 

Sigue siendo una mayoría que perciben de esta forma a la administración pública y los encargos de representación popular; evidentemente no son los primeros ni los únicos, pero los zacatecanos debemos pugnar para que sean los últimos que perciben lo público como una forma de beneficio propio en ocupar encargos de elección popular; denunciar todo acto de corrupción es un mecanismo para frenarla y para exigir a los partidos políticos y gobiernos, de todos los niveles y poderes del Estado, una nueva generación de políticos para ocupar los encargos. 

El 2024 será la oportunidad para que todos los institutos políticos demuestren a los zacatecanos qué clase de proyecto político, económico y social les ofrecen, los perfiles que encabezarán las candidaturas evidenciarán las intenciones de quienes buscan mantener y obtener el poder político en el Estado. 

No serán los primeros ni los únicos, pero debemos pugnar para que sí sean los últimos en utilizar los encargos públicos y de elección popular para enriquecerse, para beneficio de familiares, amigos y allegados, a través de actos ilegales, que la justicia se convierta en una bandera de los zacatecanos. 

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