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martes, 10 junio, 2025
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Ignacio Montero y la instrucción primaria en Zacatecas durante el Primer Imperio

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Por: LEONEL CONTRERAS BETANCOURT •

En las primeras dos décadas de vida independiente, el estado de Zacatecas creado en 1823, distribuidas en cabeceras de partido, ciudades, reales mineros, pueblos, villas, haciendas y algunos ranchos de cierta consideración había 146 centros de población. Algunos tenían escuela de primeras letras. Los más no. A partir de la fundación de la Escuela Normal en 1826, comenzó a propagarse en algunos establecimientos de educación primaria el método lancasteriano. Ya hemos mencionado que las escuelas de primeras letras eran aquellas en las que se enseñaba a leer, escribir, contar y la religión cristiana.

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Las escuelas y el pago de los preceptores se sostenían con los fondos municipales o “fondos de propios”. En las haciendas sus dueños les pagaban en especie mediante almudes de frijol y maíz. También en algunos lugares se les pagaba con las cooperaciones de los padres de familia. Los sujetos que las atendieron hasta antes de que egresaran de la Normal los primeros preceptores capacitados en el método lancasteriano, eran personas con regulares conocimientos los más de ellos.

Los cabildos o juntas municipales nombraban a un regidor, o eran los comisarios rurales o subdelegados en su caso, quienes vigilaban e informaban sobre su funcionamiento. Por lo general las escuelas contaban con una casa del maestro anexa al salón de clases. Más no faltaban lugares como la del pueblo de Tabasco (Villanueva) donde no obstante estar “surtidas de todos los utensilios, de mesas, asientos, pautas, etc.”,1 carecía de una habitación para el preceptor, viéndose en la necesidad de pagar de su bolsillo la vivienda que rentaba. Sería quizá esta la razón por la que quien estaba al frente de ella, se ocupaba en otro trabajo además del de preceptor.

A partir de la tercera década del siglo 19, tan pronto y se consumó la independencia y se instauró el que a la postre sería el efímero Imperio de Iturbide, se propagó en el México independiente una especie de fiebre educativa. La enseñanza libre, entendida como la apertura de establecimientos de educación primaria a cargo de maestros particulares. Algunos filántropos ilustrados, preocupados por instaurar en la sociedad el reino de la razón y de las luces en sus lugares de residencia, mostraron preocupación por fundar escuelas.

En el caso específico de Zacatecas, el primer documento que sirve como antecedente al periodo y tema que aquí se abordan es el relacionado con las gestiones dirigidas por los señores Pedro Ramírez y Manuel José de Aranda, enviados por el ayuntamiento de la ciudad capital con la misión de buscar y concertar el contrato de un maestro que estuviera dispuesto a establecer en el real minero una escuela lancasteriana. El documento al que se hace mención esta fechado el 28 de noviembre de 1821, durante el Imperio de Iturbide. El escrito es un informe (reporte) en el que los susodichos se dirigen a la máxima autoridad municipal en los siguientes términos: “…días antes a nuestra salida V.S. comisionó a dos de sus individuos, para que provisionalmente y mientras se conseguía reunir la dotación de ambas escuelas, propusiesen otros maestros que aunque no llenasen sus conocimientos (…) Siguieran con su continua asistencia, evitasen el extravió de los niños y aunque fuese maquinalmente los enseñasen. No siendo nosotros menos interesados de la juventud, y como que de ella depende toda la felicidad del Imperio; hemos procurado adquirir noticias de los profesores de primeras letras más aventajados y dispuestos a dejar la Corte, y al fin hemos logrado encontrar a don Ignacio Montero…”.2

Las dos escuelas a las que se hace alusión, eran las que se habían establecido en la capital de Zacatecas desde 1786 cuando ocurrió la reapertura del Colegio Seminario San Luis Gonzaga. Con sus caudales se pagó a sus maestros durante 40 años aproximadamente. Las escuelas de la capital existieron hasta la fundación de la Escuela Normal, a la que se integraron.

Entre los méritos que Ramírez y Aranda mencionaban del maestro Montero, se encontraban el que éste había ordenado dos cuadernos “para facilitar la enseñanza de la doctrina cristiana”. Además de ese botón de muestra, también había compuesto una tabla para la clase de aritmética. Exagerando quizá un poco o por el interés de ser contratado, el maestro Montero asumía ante los enviados del ayuntamiento zacatecano el compromiso de enseñar a leer y escribir él sólo, sin necesidad de que se ocupara un segundo maestro, según declaró, “aunque sea a mil niños conforme al método del Dr. Bell y Mr. Lancaster tan recomendado en toda Europa y nuevamente mandado observar por el gobierno español en todas las escuelas”.3

Al referirse a las pretensiones económicas y emolumentos del emérito maestro, a la hora de negociar el sueldo que percibiría de llegar a arreglarse y firmar el contrato respectivo, los enviados Ramírez y Arana, informaban que Montero no aceptaba menos de mil pesos por año. Además se le debería costear el viaje y una casa cómoda para el y los niños vaya a enseñar. Para su mayor seguridad, Montero solicitaba, continúan diciendo los dos enviados, que “… antes de moverse de aquí se le haga una obligación o escritura para su seguridad. Y también ofrece que su esposa enseña toda clase de niñas, por tener la necesaria instrucción para ello”.4 Los enviados terminaban su carta con la incertidumbre de no saber si al ayuntamiento le interesaba contratar al matrimonio Montero y si tenía dificultades para enviar su respuesta por correo, pues ellos tenían pensado regresarse a Zacatecas en diciembre con el riesgo que la respuesta los pudiera tomar ya en el viaje. Previendo esto, dieron los datos del R.P. Juan Nepomuceno Abreu, con el que se habían puesto de acuerdo previamente, dejando claro que era el religioso, “quien en esta parte nos desempeñara por tener mucho conocimiento del expresado profesor”.5 ■

Referencias.

(Endnotes)

1 AHEZ. Fondo Ayuntamiento Serie Enseñanza, “Informe sobre las visitas semanales a las escuelas de Tabasco”, 21de mayo de 1823.

2 AHEZ. Fondo Ayuntamiento, Serie Enseñanza, “Se propone a Ignacio Montero y su esposa como maestros de primeras letras”, 28 de noviembre de 1821.

3 Ibid., fjs. 1r y 1v.

4 Ibid., fj. 2.

5 Loc. cit.

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