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viernes, 16 mayo, 2025
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Instrucción universal: una noble y loable aspiración

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Por: LEONEL CONTRERAS BETANCOURT •

La comisión encargada de elaborar el proyecto las escuelas de primeras letras (y su “arreglo”) en la ciudad de Zacatecas, según los criterios de la Comisión de educación emanada de las Cortes de Cádiz, mencionaba ocho escuelas  para niños pobres que se pretendía establecer en otros tantos cuarteles de la ciudad, consideraba que tanto los infantes ricos como los pobres, «todos ellos tienen derecho a los desvelos de la patria; así como ésta los tiene a sus servicios, desde el momento en que son capaces de hacerle alguno», ( AHEZ. Fondo Enseñanza, “Plan para el arreglo de escuelas de primeras letras, según la Constitución de 1812”. Estaba ya en la mente de los redactores la idea de ciudadano. Pues justamente, una de los propósitos de la instrucción a lo largo del siglo XIX fue la de formar futuros ciudadanos. 

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Como podrá verse, sin embrago, el loable intento de hacer extensiva la educación pública chocaba con los consabidos prejuicios de clase y con una realidad social contrastante por el hecho de que, al ponerse apartadas, las escuelas habrían de funcionar ahondando las diferencias entre ricos y pobres. A estos últimos se les castigaba separándolos de los primeros porque, aparte de su miseria, la apatía y desinterés de parte de sus padres los ponía en desventaja en cuanto al grado de motivación e interés para aplicarse en las clases y lograr un mejor aprovechamiento. 

Los padres que podían costear la educación de sus hijos, se lamentaban de que no existiera en la ciudad por lo menos una institución a donde pudieran enviarlos. Por tal razón, recurriendo a la retórica de la época los autores del proyecto mencionaban, “Si V.S. se encarga de proteger los deseos de estos honrados padres y ellos depositan en las manos de V.S., aquellas mismas cantidades o pocas más, que inviertan en pagar maestros a la aventura; seriamos de servir que las lágrimas de los padres, se enjugarían en breve y que V.S. tendría la satisfacción de haber proporcionado a la patria ciudadanos dignos de ella”, (Ibíd., f, 2). 

Encontramos que la educación durante la colonia, comenzando por la elemental, en alguna medida fue elitista. Ante la falta de escuelas propias de su clase, los zacatecanos ricos, con todo y sus lamentos, resignados no le quedaba otra que a enviar a sus hijos a las dos únicas escuelas de primeras letras que había en la ciudad, o bien contratar maestros particulares a “la aventura”; no obstante que sus hijos eran separados de los niños pobres o «no decentes», formando dos grupos en un mismo salón. Llamados como la mesa de los decentes y la mesa de los pobres o de “los comunes”. 

Otra característica de las escuelas de primeras letras que existieron hasta mediados del siglo XIX por lo menos, es que, además de separar a los niños en grupos diferentes de acuerdo con su posición social, eran escuelas de un sólo sexo: así podían ser de niñas o de niños. En la ciudad de México, por ejemplo, no se podían abrir escuelas si no las separaban de por medio dos cuadras como mínimo.  

Para el caso de Zacatecas, al estallar el movimiento de independencia se tiene la certeza de la existencia de dos escuelas públicas municipales que desde 1786 se habían establecido. Es muy probable que existieran maestros y preceptoras conocidas en la ciudad de México con el nombre de “Amigas”, que en forma particular enseñaban a leer y el catecismo a niños y niñas respectivamente. 

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