La Gualdra 644 / Literatura / Poesía
Hace años, cuando iniciaba mis lecturas incipientes, con grandes dudas, pero reveladas por descubrimientos y acertados, fue que llegó un día a mis manos un libro clave de la poesía moderna, una pequeña antología de la poesía de Fernando Pessoa. Lo revelador de esas páginas para mí fue todo, incluido el prólogo de esa larga y apasionada voz de Octavio Paz y leer los pocos poemas que traduce del portugués al español de Pessoa, de Campos y Reis.
Esa lectura me deparaba un sueño inconfundible: era leer de la poesía portuguesa varios o solamente un autor de este idioma que en realidad era el que estaba leyendo. Incrédulo o maravillado leía poemas que iban de un extremo a otro: Fernando Pessoa, Álvaro de Campos, Ricardo Reis y Alberto Caeiro. Diré solamente para regocijo de mis sueños que aquella lectura fue un descubrimiento revelador que, me atrevo a decir, fue el primer encuentro con un género desde la poesía y la literatura inédita y pues revelador.
Ya con el tiempo puedo decir que no dejo de ver aquella antología con un placer inmenso; y no deja de asombrar el contenido del baúl y lo que se sigue publicando. Si hay una literatura heterónima, ésa es la de Fernando Pessoa; un gran ejemplo de la pasión y el deslumbramiento, infinita posibilidad para agotar el caudal de los giros y nombres y obras alrededor de una misma persona y por toda una obra. Su influencia fue determinante para varios autores del siglo XX; por lo menos quiero nombrar tres y en éstos quiero detenerme.
Ya lo dije: Fernando Pessoa. Le siguen tres en lengua española: Antonio Machado, de España; José Emilio Pacheco, mexicano; y Eugenio Montejo, venezolano. Larga y apasionada es la lectura, revisión y detalles de estos autores creados, inventados, un giro de pasión. La poética en el centro. Si uno es el poeta, otro es el legado de su obra.
El caso de Machado es tan abrumador como eco de gran definición entre poesía y filosofía. Dos nombres lo acompañan; por un lado, Abel Martín, hasta alcanzar enlaces de diálogo entre aquél y su creador, el poeta Machado; luego, Juan de Mairena y su obra fundamental entre prosa y versos y canciones. Ya que, si el uno es primero, segundo, el otro, o viceversa, la realidad es que atañe a toda una obra. Ya sea por los cuadernos o el cancionero.
Cuando de José Emilio Pacheco habla en esta directriz hay que buscar las posibles respuestas en su quehacer de poeta doble y triple por esa alianza de la poesía que él quería más bien fuera colectiva y anónima, ya que están presentes Julián Hernández y Javier Tejeda. Por Julián Hernández sabemos que el epígrafe que figura por primera vez en Tarde o temprano es traducción suya y tomados de los versos de T. S. Eliot del poema Cuatro cuartetos. Por su importancia, vale la pena reproducirlos aquí para su lectura, agotar su pasión de traductor y después dígase en esa directriz que no terminamos de conocer su traducción completa, ni sabemos exactamente qué fue lo que pasó con su obra. Del poeta Tejada, están los poemas, igual que los de Julián, en la obra fundamental de José Emilio Pacheco: No me preguntes cómo pasa el tiempo.
Esta lista no se agota, hay que ir al poeta Eugenio Montejo, es el segundo gran aciertos de estas pasiones de heterónimos a un mismo tiempo autores de obras fundamentales para la literatura. Ya que están por su escritura presentes autores como Tomás Lindel, Blas Coll y Lino Cervantes para recordar, por ahora, que “hay un juego de heterónimos -escribe el mismo Montejo-, lo que yo llamo una voz oblicua en la escritura. No soy el que habla allí, es otra persona, es una máscara con quienes puedo a veces sentirme cercano, pero a veces no. No puedo atribuirme todo el delirio de Blas Coll. Lo que me hace tomar distancia es precisamente el humor, porque si no, asumiría muchas de las verdades o medio verdades que él dice”.
Este encuentro de heterónimos es el que permite construir una poética que se ha denominado La escritura oblicua. En esta lectura se incluye para un diálogo por medio de la poesía la presencia de obras y autores como Carlos Aleixandre, Álvaro de Palma-Garcidueñas y J. J. Ventura, es decir, ejemplos de poemas dentro de los títulos de su poesía: El cancionero apócrifo, Carpe Diem y Junta de sombras y agregar que en ese encuentro de poéticas, también figura un título mío: El cuaderno de Miiuni. Es un resumen necesario: la escritura oblicua es una insignia de la poética moderna que se escribe en el bajío mexicano. Toda esta pasión lírica sucede como punto de irradiación en la ciudad de León. Y su lugar está en proceso y busca el reconocimiento de los lectores en sus más diversas latitudes y la presencia de la tradición de la poesía mexicana para estos tiempos.