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sábado, 21 junio, 2025
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Accesorios imprescindibles para un escritor mexicano

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Por: ÓSCAR GARDUÑO NÁJERA •

Lentes para la vista: Tienen que ser de pasta, de marca reconocida (si el autor no sabe, que pregunte por ellos en las ópticas), y mucho más grandes que cualquier rostro humanamente posible; de tal manera que los conocidos o fans del joven autor mexicano del siglo XXI lo reconozcan a varias calles de distancia, si no es por los rombitos de colores chillantes o las figuritas ridículas de sus calcetines estirados hasta el tope cual pantimedias, sí por sus enormes lentes de pasta, tan grandes y feos y de muy mal gusto, semejantes a las preferencias literarias del autor.

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Los sacos de pana o tweed: Cuando niño solía pensar que los sacos de pana o tweed los utilizaban tipos como Chesterton o Bernad Shaw. Supongo que en casa nunca hubo sacos de ese tipo. Por lo tanto, la primera impresión que tuve de ellos es que eran tan cómodos que se adaptaban a todas las formas humanas posibles (he aquí un chiste literario). Hoy en día son infaltables incluso si hace un calor semejante al del infierno, si es que alcanzamos a suponer que en un lugar así debe hacer un calor infernal.

Morralito de piel: ¿En qué momento permitimos que tal accesorio, confeccionado por artesanos mexicanos, pasará a manos de los chinos, nos los enviaran de retache y nos los vendieran carísimos en tiendas donde suelen comprar sus accesorios los jóvenes escritores mexicanos del siglo XXI? Hoy en día los hay de todos los tamaños, precios y marcas, y si bien en ocasiones prevalecen los más folclóricos en los jóvenes autores que desean marchar a la Plaza de las Tres Culturas y aguardar a que alguien les dé tres balazos, lo cierto es que todos los jóvenes escritores mexicanos del siglo XXI deben hacer uso de un morralito, así sea para cargar la anforita de Bacardi blanco, La Jornada intacta, pues en cuanto la compran, la guardan, y de ahí no sale hasta el día siguiente en que va a dar a la basura, o cualquier libro de Eduardo Galeano, Roberto Bolaño, Mario Bellatin o Guillermo Fadanelli.

Libro o periódico: No es necesario que nuestros jóvenes autores mexicanos del siglo XXI lean, a muchos nos queda claro que no lo hacen, escriben, escriben y escriben, pero son tantas las ocupaciones entre conferencias, presentaciones de libros y borracheras que lo último que hacen es eso: leer, aunque encuentran siempre una justificación, dicen que todo lo que se publica hoy en día es malo, menos lo de ellos, que sólo leen a sus amigos, aunque cada vez están más solos, o que la literatura mexicana del siglo XXI no vale la pena porque lo que dice ya lo dijo antes un alemán, un francés, un italiano, un noruego, un español o un gabacho, a quienes por obvias razones malinchistas sí presumen de haber leído y ay de aquel que no lo haya hecho.

Camisas a cuadros mangas largas o cortas según sea la ocasión: Pongan atención ya que este accesorio es de suma importancia para cualquier joven escritor mexicano del siglo XXI. Se rumora en los pasillos de chismes literarios (radioletter.com) que las camisas a cuadros las comenzaron a usar los beatniks sin ningún otro motivo que el de las rebajas en un Black Friday cualquiera, que luego las comenzaron a utilizar los inmigrantes, también por económicas, quienes a su vuelta, tras miles de deportaciones, las trajeron a México, donde se multiplicó su producción como conejos gracias a programas de televisión como “Mejorando la casa”, donde un estúpido Al Borlan presumía cientos y cientos de camisas de lana y de cuadritos.

Una vez instalado el producto pasó a ser prenda de vestir favorita de los jóvenes autores mexicanos. En ocasiones por el precio, se entiende. En ocasiones porque es la prenda que más se encuentra en las pacas de ropa que traen de Estados Unidos, incluso manchada de sangre de combatientes que mueren un domingo de descanso en Irak o de inmigrantes que son baleados en la frontera.

Bolígrafos: Aunque no sepan escribir, ¡qué más da!, alguien les dijo a nuestros jóvenes escritores que escriben y entonces lo hacen, no hay de otra, y para que les quede claro a los demás presumen bolígrafos de marcas costosas aunque poco más tarde descubren que para quien quiere escribir y tiene ganas de hacerlo lo mismo da una Montblanc que una buena y resistente Bic. ■

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