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lunes, 21 abril, 2025
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Un disparo presidencial

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Por: LUCÍA MEDINA SUÁREZ DEL REAL •

El sábado por la tarde Donald Trump recibió un disparo que parece haberlo acercado aún más de lo que ya estaba, a la presidencia de Estados Unidos. 

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No me refiero al que provino presuntamente del arma de Thomas Matthew Crooks, sino al disparo que salió de la cámara del fotoperiodista multipremiado Evan Vucci, quién capturó una imagen tan potente que pareciera haber salido de la mejor épica hollywoodense. 

Hace mucho que Donald Trump dejó de ser esa mala broma como se le consideraba en la antesala de su primera campaña. Conocido hasta entonces por su fortuna y sus escándalos en el espectáculo, en aquel entonces hubo quién veía su incursión en política como una estrategia para incrementar su presencia mediática y consecuentemente su dinero  

Pero el electorado estadounidense no lo vio así.  Ansioso de un perfil fuera del establishment, encontró en Trump una esperanza a pesar de, (o quizá a causa de), su estilo tan políticamente incorrecto que conectó con el hartazgo a un estado de cosas mucho menos idílico de lo que en México hemos aprendido a imaginar. 

Trump fue capaz entonces de vencer a Hillary Clinton, icono de ese Establishment y de la tradición blanca y burguesa con el género como único elemento novedoso. 

Para entonces la broma ya no podía serlo. No se puede tomar como tal a quien tiene los códigos nucleares a su alcance y lidera una potencia mundial. Aun cuando se comporte como rufián de barrio con algunos países entre ellos el nuestro, y el mismo tiempo haga caros acercamientos diplomáticos cordialísimos con personajes otro hora impensados como Vladimir Putin o el líder de Norcorea. 

Controversia sigue generando, pero sin duda sus detractores tienen ahora críticas, pero no ya burlas, porque bien o mal, Trump alcanzó en el imaginario colectivo el nivel presidencial que hasta hace unos años parecía inalcanzable para su persona, o mejor dicho, para su personaje. 

Ese aire presidencial que ahora se le concede sin regateo alguno no se debe únicamente a que ya lo fue, pues aún a toro pasado, en ocasiones uno no deja de preguntarse cómo es que pudieron llegar a tal condición aquellos personajes tan lejanos de la talla intelectual y moral necesaria para el encargo. Sirvan como ejemplos Vicente Fox y Enrique Peña Nieto.  

 Trump, más allá de las diferencias ideológicas que se puede tener con él, tiene ese tesón imprescindible en los líderes que los hace seguir aún cuando todo indica que no debieran hacerlo. Esa valentía que llega a temeridad y a veces hasta a locura, y esa perseverancia que mantiene a Donald Trump en la pelea presidencial aún siendo un convicto sentenciado y habiendo perdido ya la reelección presidencial. 

Ese rasgo de personalidad lo sostienen aún después del asalto el Capitolio y de las investigaciones por múltiples delitos, algunos de los cuales ya han merecido condena. Todo esto, en otros perfiles hubieran significado ya la claudicación, pero no lo fue para Trump, quien hoy tiene una fotografía elocuente para demostrarlo. 

Independientemente de la versión que asumamos como cierta con respecto al atentado a Donald Trump el pasado sábado, lo indiscutible es que sus reflejos políticos fueron perfectos. Lejos de la huida, el puño en alto, la bandera al aire y el cielo azul le dieron una fotografía histórica. 

Viene ya la discusión sobre si el incidente se trató de un autoatentado, un complot, o un llanero solitario. Poco importa, con la gráfica de Evan Vucci Trump posiciona su imagen como el hombre fuerte y determinado que compite por dirigir una potencia mundial contra un hombre mayor que apenas unos días antes, llamó Putin a Zelensky, y Trump a Kamala Harris  

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