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miércoles, 16 abril, 2025
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Je suis né paysan, je mourrai paysan…

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Por: ÁLVARO LUIS LÓPEZ LIMÓN* •

La Gualdra 630 / Arte

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En la segunda mitad del siglo XIX prosperan cambios significativos en lo filosófico-ideológico, político-cultural y económico-social, impactando irreversiblemente en el mundo del arte. Frente a ese nuevo escenario surge un grupo de artistas franceses [1830- 1870], que abandonan el formalismo y el academicismo para inspirarse en la naturaleza, se interesan en los efectos fugaces de la luz y aquellos atmosféricos sobre las cosas que los rodean obteniendo una “experiencia directa”, se proponen otra forma de pintar, más libre y abierta a la objetividad de la vida. Se apartan de las imposiciones oficiales del arte académico y sus normas. Para Corot, Courbet, Théodore Rousseau, Millet, Daubigny, el único tema válido, la única belleza admitida será la realidad, específicamente la conciencia social de la realidad. Las espigadoras, de 1857, obra de Jean Francoise Millet, es una pintura que muestra una visión realista de la vida rural. En la pintura se refleja la dureza de la vida, encarnada en personas que desempeñan un trabajo monótono. Así, el lienzo se convierte en una crónica de la situación de pobreza del campo y de las condiciones de trabajo.

Observemos los detalles de la pintura, tres campesinas situadas en primer plano, en plena faena agrícola, inclinadas por debajo de la línea del horizonte, imagen que sugiere el sometimiento del campesino a la tierra, pero también a su amo. Se agachan a recoger las espigas que han quedado en el suelo después de la siega. Por encima del horizonte montones de paja reproducen la posición de las mujeres. En un plano –más al fondo– se observan casas de una aldea, contornos geometrizados y tiempo interrumpido. Al posicionar a las campesinas en un primer plano, Millet formula su mensaje, mujeres de carne y hueso vestidas con ropajes, de colores primarios en los pañuelos, colores terrosos, ocres y amarillos que acentúan –más allá del volumen de su figura– su condición humana. Imágenes definidas con nitidez, frente a un horizonte elevado que da protagonismo a un campo de grandes dimensiones, en el que sol y calor muestran la faena de unas trabajadoras que, iluminadas por la tarde crepuscular, ofrecen a la vista del espectador el dramatismo de sus vidas. 

Tienen pocas horas antes de que el sol se ponga, trabajo rudimentario y agotador para recoger las espigas de trigo –diminutos ramilletes– olvidados, con la fatiga y pesadez en sus cuerpos que transmiten las penurias de la vida y muestran que han metabolizado los mandamientos del imperio de la verdad, “no tendrás otra sociedad fuera de ésta”; gente dispuesta a recoger con sus manos cansadas todo lo que se encuentren a su paso, porque las piedras y la tierra tampoco les pertenecen. En homenaje a la obra Jean-François Millet, declaramos: 

“Campesino nací, campesino moriré, tengo que contar las cosas como las he visto, y me quedaré aquí, en mi terruño, sin retroceder ni un paso”.

 

*UAEH-UAZ.

https://issuu.com/lajornadazacatecas.com.mx/docs/la_gualdra_630

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