Félix Basurto Minchaca-Flores es el reflejo fiel de lo que un maestro deber ser para un alumno. Más allá de los espacios universitarios, Basurto formó parte de mi familia, siempre fiel ante mis triunfos y fracasos, nunca adulador y siempre exigente con mi desempeño profesional. Recuerdo aquel día en que por Internet, envié un artículo para una revista al Colegio de Abogados de Bolivia, misma que me fue enviada con atención al Dr. Álvaro García Hernández siendo que yo apenas terminaba la licenciatura; emocionado, la compartí con Basurto y después de carcajearse como particularmente lo hacía, me dijo: “pues ahora sí mi estimado, a ganarse el título de doctor y échele ganas” con indiferencia se volteó y me quedé con ese sin sabor que me motivó a cursar maestría y finalmente obtener, después de algunos años, el grado de doctor. Muchas horas y años de trabajo juntos me llevaron a conocerlo en forma personal y profesional, aprendí lo que pude de él pues sabía de todo. Basurto es un concienzudo corrector de estilo y redacción de múltiples tesis y de distintas áreas del conocimiento, informes, planes y diversos documentos tanto de la UAZ como del gobierno; ha sido capaz de corregir al más diestro y experto de su disciplina. Recuerdo las arduas jornadas de trabajo cuando analizábamos en Jurismática-UAZ, la legislación vigente en el estado de Zacatecas, cierto día, siendo más o menos las tres de la madrugada, hubo una duda respecto a una palabra, Basurto bajaba dos pisos hasta su oficina y sube con sus 4 o 5 diccionarios de ancho calibre, a los cuales dio lectura hasta confirmar y reafirmar la razón de su dicho. Basurto y el que escribe, disfrutamos de jolgorios en donde escuchábamos a los Doors, Pedro Yarena, los Cadetes de Linares y Javier Solís. Amante de la buena música y los libros, contaba con una amplia colección que lo llevó a rentar un casa exclusivamente para conservar sus tesoros más preciados, sin embargo, algunos eran destinados al cambalache por otros que no tenía. Por aquellos años, tuvimos la fortuna de ir en grupo y fuera de la jornada de trabajo, a tomar el elixir de los Dioses, la guapa mesera que nos atendío, motivó un conflicto ficticio entre otro maestro y yo, amablemente nos citamos a duelo para las horas de la madruga en La Bufa; Félix, fue mi padrino de duelo aunque nunca se concretó tal enfrentamiento, sin embargo, Basurto es hasta hoy mi padrino. Una vez estando en un novedoso bar, llegó un artista secundado por un discípulo que se refería hacia el pintor de una manera que pasaba de la admiración al fanatismo y le digo a Basurto, “a éste nomás le falta decirle divino maestro” es más, ahora tú eres el divino maestro, a carcajadas asintió con la cabeza. Recuerdo también, el histórico datsun amarillo de Basurto aún en circulación, tenía muy poca lámina intocada, parecía como si hubiera puesto mucho empeño en dejar pocos centímetros sin golpe; un vez, mandé traer boleador blanco y mientras el divino maestro trabajaba, pinté sobre el medallón la leyenda: “propiedad del Barzón” situación que arrancó un buen número de carcajadas de mi mentor; tiempo después, Basurto correspondió a la broma entrando a gatas a mi oficina cerca de las 12 de la noche poniéndome el susto de mi vida. Así, entre mucho trabajo, enseñanzas, experiencias de vida, bromas, tristezas, juergas y desencantos de la vida, Basurto sigue en activo con el mismo sentido del humor y, desde su casa, contesta el teléfono rezando la lada con todo y número telefónico. Con seguridad, puedo afirmarles que cuando le haga entrega de la presente publicación, iniciará a corregir los errores ortográficos que intencionalmente dejo para ver si coincidimos. Ahora nos vemos poco, decidió jubilarse y de vez en cuando lo visito en su casa, nos sentamos a recordar nuestras vivencias que reímos a carcajadas mientras reflexiono en lo grande que es la relación alumno-maestro, en lo trascendente que ha sido para mí, contar con una persona como Basurto, pues por fortuna me enseñó a pensar, a escribir, a corregir textos, a sobreponerme de algunos fracasos con sus sabios consejos y, aunque no soy su mejor alumno ni podré mejorarlo nunca, tengo la bendición de contar con un gran maestro. Gracias padrino, gracias divino maestro, gracias amigo. ■
*Representante de Zacatecas ante el Consejo Consultivo Nacional para el Desarrollo Sustentable