En todo currículum o reforma educativa subyace la ideología y el interés de quienes la proponen y, por lo tanto, obedece al tipo de sociedad que quieren formar. Por esta razón es importante reflexionar e inferir: qué pretenden realmente quienes han impulsado la polémica Reforma Educativa, pues sin análisis y de manera irresponsable se aprobó en nuestro país hace algunos meses.
Como es sabido, dichas modificaciones constitucionales en materia educativa, no emanaron de un serio diagnóstico sobre el estado que guarda la educación en México y, mucho menos se consideró la opinión y la experiencia de los directamente implicados en ella: maestros, alumnos y padres de familia; sino que se implantaron de manera vertical, como sucede en Estados autoritarios, y en respuesta a las presiones de empresarios mexicanos, guiados además, por ciertas “recomendaciones” de organismos económicos internacionales, es decir, a las disposiciones del capital.
De esta manera se puede deducir que no hay un interés genuino en mejorar realmente la educación. Por el contrario, tras sus discursos demagógicos ocultan intereses perversos al concebir la escuela como parte de un “aparato ideológico”, cuya función fundamental es la de constituir las condiciones necesarias para el mantenimiento y reproducción de las relaciones, hablando en términos de producción capitalista, es decir, buscan la creación de una fuerza laboral que pasivamente obedezca a las demandas del capital y de sus instituciones -el Estado entre ellas- para así continuar con la explotación del hombre por el hombre.
Esta realidad no sorprende a nadie, lo que sí sorprendería, sería que quienes ostentan el poder oficial -y de facto- permitieran una educación crítica, reflexiva y analítica para que el pueblo tomara conciencia de su situación opresiva. Saben que si eso sucede se tambalearán las estructuras que soportan el injusto sistema que les ha permitido la acumulación de riqueza a costa del trabajo y sacrificio del pueblo. Así pues, lo que buscan es la enajenación y no la emancipación social.
En otro sentido, la Reforma Educativa para los maestros significa, además de la precarización de su status laboral y de su situación económica, un mecanismo de control mediante el cual estarán cada vez más sometidos a la autoridad educativa. Las evaluaciones a las que serán sometidos, no tendrán como propósito el actualizarlos o seleccionar a los mejores, al contrario, servirán para eliminar todo pensamiento crítico, de oposición y autónomo. De esta manera el papel de los educadores estará reducido a ser gestores en una serie de actividades diarias impuestas desde el exterior de la escuela y, por consecuencia, se estará expulsando de las aulas la creatividad, la libertad de pensamiento crítico y el rigor académico que la educación necesita para ser algo más que un simple adoctrinamiento. Ante este sombrío panorama ¿Qué le queda por hacer a los profesores? ¿Cruzarse de brazos? ¿Aceptar dócilmente el papel de simples técnicos encargados de reproducir el currículum oficial? ¿Será posible construir un nuevo paradigma educativo que emancipe al pueblo trabajador? ¿A quién le corresponderá diseñarlo?
Las crisis representan oportunidades de cambio, y hoy, no cabe duda, los maestros de México se encuentran en esta situación. Esto de cierta manera los obliga a una lucha irrenunciable por la reivindicación de sus derechos recientemente conculcados y, de manera simultánea, los compromete a tomar conciencia de los desafíos que enfrenta el país a causa de la imposición del modelo político-económico neoliberal y producir nuevas formas de pedagogía dentro de las cuelas, que puedan incorporar principios de justicia social con el fin de contrarrestar los omnipresentes efectos negativos que dicho modelo produce.
Para que esto sea posible se requiere que la formación y actualización docente contribuyan al cambio de las prácticas mismas en la escuela, no se acepta la reforma, ni la reproducción. Por ende se debe enfatizar sobre la necesidad de desafiar y remplazar las culturas neoliberales-conservadoras que dominan, no en reforzarlas, se debe transitar hacia un nuevo paradigma político y educativo, emancipador, constructor de nuevas relaciones de trabajo colectivo como una forma de generar riqueza socialmente, sin explotación ni dominación alguna. El referido modelo debe ir encaminado hacia la formación de mujeres y hombres con mayor compromiso social, cultos, libres, con pensamiento analítico, reflexivo, crítico y humanista, con conocimientos científicos y tecnológicos sólidos; actualizados, preocupados por el cuidado del medio ambiente, que contribuyan a construir una sociedad más civilizada, equitativa y solidaria.
Pareciera una tarea complicada, pero al incumplirla, se correrán mayores riesgos, el desánimo podría llevar a imaginar que las cosas no pueden ser distintas, así, jamás se podrá iniciar un proceso de cambio, como tampoco proseguir las utopías y sueños sociales.
Maestros: recuerden que unificados y organizados, harán de su debilidad una fuerza transformadora. ■