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lunes, 21 abril, 2025
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■ Historia y poder

Mario Alonso, ser poeta y la evolución de las ofrendas

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Por: MIGUEL ÁNGEL AGUILAR •

Pasé a saludar al personal de la casa Ramon López Velarde en San Luis Potosí y de inmediato me informaron que el poeta Mario Alonso López Navarro estaba en la oficina y que era recién nombrado director, quizás por segunda o tercera ocasión a lo largo de los años, de tan emblemática casa cultural donde precisamente vivió sus mejores años de estudiante el vate zacatecano a principios del siglo pasado.

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Me dio gusto y me proporcionó su libro de poemas PIEDRAS BLANCAS EN EL SENDERO AZUL, bajo el sello editorial Aire en el agua, antes platicamos de mil cosas en un lapso de 11 minutos, al abordar mi ruta abrí el libro y recuperé de inmediato el mapa de la potencia humana que lo domina desde hace muchos años, escribir capacitándonos a leer, ya no como victimas insaciables de las ocurrencias liricas y lúdicas de la poesía mexicana, sigo de su cercanía y visión del mundo como se ha comprometido al reconocer en el castellano las mil y unas posibilidades de prometer ser solidarios, afables ante la banda, sensibles con los temas urbanos.

Es un poeta osado 

…” Vendrá el llanto con su tormenta magnífica a lavar nuestras culpas nuestro dolor ajeno nuestra alegría por estar vivos…”

Es un libro reconocido:  …” hay otra fosa dentro florecerán (por fin) otras semillas. En los campos de girasoles brillan azules las estrellas. Ojalá hubiese un dios culpable o una piedra para llorar nuestra partida o la coladera donde vierten los restos que ya no sirven después de la matanza…”

Es un poeta militante:”…Desmemoria algo que no olvidamos en otro hueco. Nadie vio, nadie verá, nadie se atreverá a ver…”

Yo lo recuerdo desde que ambos éramos adolescentes y en las oficinas radiantes del Partido Comunista Mexicano, el compromiso era siempre escribir, luego se emparejó siendo alumno del taller Literario coordinado bajo el ecuatoriano Miguel Donoso Pareja, donde era muy riguroso en nuestra formación, practicar la crítica, salir del lugar común, hacer tareas, ser respetuosos, ocupar nuestro lugar en los arcanos y las disposiciones naturales que de ellos emanan: escribir sin guardar nunca la llave de la esperanza en un cajón podrido, sino dejarla a la vista de todos.

Mario Alonso ha sido un poeta feliz, siempre con un humor complementado, inunda cualquier charla en propuestas y protestas, obvio que nuestros caminos fueron muy distintos, pues yo de manera natural me fui por el lado independiente -siempre sufrible marginados de la oferta, fuera de premios, publicaciones, becas o puestos nunca buscados- y el, ya como maestro normalista y promotor cultural en el oficialismo y sus anarquías, nunca ha dejado de escribir, de mantener contacto con las generaciones, las vanguardias, los ímpetus y las existencias de otros poetas que en la ciudad envejecieron con la dignidad y el decoro y los grandes vicios.

Me gustó su libro, es como de bolsillo, es ágil, es -en cualquier pagina que uno abra al azar- un desmadre lingüístico promovido por su innato talento y su práctica de años de escribir y reescribir lo que le da la gana y hay poemas muy respetables, con una musicalidad tremenda y un eje central por donde se disparan las ofrendas de ser poetas y solidarios y muy mirones de la humanidad que nos rodea.

Mientras escribo estas líneas escucho el debate de la candidata y los candidatos a la ciudad de México, supero el caos en mis oídos, curiosamente el libro me lo llevé 50 horas a la ciudad metropolitana de Monterrey donde tuve que ver a la Lupita y le leí poemas en plena hegemonía de la avenida Morones Prieto, muy cerca de ahí donde nació este poeta alonsiano en 1959 y que anda con sus poemas y sus libros y propuestas, colocando esferas en los árboles frondosos de la mexicanidad y su alegría.

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