■ Comparan al director neoyorquino con el maestro Ernst Lubitsch
¿Por qué empezamos con este título? Porque el neoyorques Woody Allen ha abierto el 69 Festival de Cannes con su film Café Society (selección Oficial Fuera de Competición) estelarizado por Jesse Eisenberg, Kristen Stewart, Blake Lively y Steve Carell: todos ellos abriendo la alfombra roja.
Cafe Society evoca irresistiblemente la Radio Days (Woody Allen, 1987). Entonces veíamos, en plena guerra, a un pelirrojo como Woody apasionarse, en la cocina de sus padres judíos, por las emisiones radiofónicas que calentaban su imaginación. Este es el cine que fascina a Bobby (Jesse Eisenberg).
En plenos años 30 Bobby ha dejado la casa de su familia para irse a vivir a Hollywood en donde vive su tío (Steve Carell). Éste a su vez no está completamente feliz de ver a los parientes pobres llegar a su casa. Él, el tío, dirige una agencia de estrellas donde se ven cotidianamente Greta Garbo y Ginger Rogers.
Rápidamente Bobby se enamora de Vonnie (Kristen Stewart), la asistente de su tío. Ella lamentablemente enamorada de un hombre casado: dos universos, dos sociedades, dos temperamentos opuestos. Por un lado, un jovencito del Bronx y del otro una chica pura que se encuentra en California. El desenlace se encuentra en la encrucijada que hace años se había planteado Allen al sentirse convertido en un Truman Capote.
Ver al pobre Bobby descubrir la identidad de su rival de amores, contemplar a Vonnie y empaparse de sus sentimientos, a la vez dudando de razón y aventura, todo concede un placer tanto más delicioso que el propio Woody inventa y hace progresar en cada película.
En esta cinta quizás se puede ver a un Allen muy cercano a uno de los grandes maestros de la mise-en –scene, Ernst Lubitsch (Ser o no ser, 1942). Alguien de quien casi nunca se logró descifrar el carisma. De hecho esta comparación lanzada por los propios periodistas en la conferencia de prensa inaugural parece que lo sonroja, porque ha insistido que su filme ha conseguido provocar sentimientos en los espectadores, “los ha relajado, refrescado…aunque por su puesto desde que se sale uno de la sala de cine la vida de uno mismo nos avasalla pero ustedes, bueno todos, no hemos más que degustado un probete de aire y agua puro…”.
Aunque por supuesto, hoy como ayer (durante la época de Lubitsch todo nos puede consolar viniendo de él. Y es que los movimientos de cámara sofisticados, los diálogos y otros lapsus del cine, con Allen no se sienten (esta es la regla número 1 de Allen, no sentir la elegancia del cine).
Definitivamente, la cinta de Allen se hubiera podido colocar como una de las favoritas para recibir la Palma de Oro el próximo 22 de mayo en el Festival de Cannes, aunque no hay que olvidar que se hubiera encontrado con la primera cinta multiestelar del quebequés Xavier Dolan. Pero esto apenas empieza.