Es común escuchar y leer que, la actual oposición de México insista en que AMLO quebranta el Estado de Derecho. En especial hablan de persecución política, atentados a la libertad de expresión y manifestación, vociferan de un monólogo que se impone “desde el púlpito” de la mañanera.
Peor, que ha militarizado a México, que es un dictador que ha destrozado al país, que interviene desapareciendo instituciones que “le hacían” contrapeso al ejecutivo; arguyen que sucede con “sus ataques” al Poder Judicial y la destrucción de los institutos de la transparencia y el INE. Por eso, encabezados por personas como Fox, Alejandro Moreno, Claudio X. González y otros, corean que: “el INE no se toca”, que “el Poder Judicial no se toca” y hacen defensas ridículas como: “Loret somos todos”.
Según esta falsa versión, se trata de un presidente que “polariza”, “odia”, quiere reelegirse, destruye la naturaleza, da abrazos al narco, acaba con la clase media, hace de México un Venezuela y “quiere imponer una voluntad de caprichos”. Llegan a decir que “está loco” y “es un peligro para México”. Como son mentiras, ni siquiera ocupan demostración, pocos creen en estupideces.
La crítica fundada en la veracidad es otra cosa. La oposición, cuando gobernó hizo todo lo que critican, esa era su verdad. Es su gen: vivir mintiendo. Primero para decir que todo estaba bien; ahora para afirmar que todo está mal. Lo dicen así: “estábamos mejor cuando estábamos peor”. Ya antes aclaré: aseguran que lo peor es lo mejor.
Entre sus mentiras afirman que existía una auténtica división de poderes, cuando eso sólo era fingido. Los cargos del Poder Judicial eran otorgados directamente por el Poder Ejecutivo, los llamados destapes de candidatos a diversos cargos de elección popular no fueron otra cosa que auténticas imposiciones. Aún en la actualidad, eso continúa sucediendo al interior de la oposición. Los documentos de los acuerdos turbios entre el PRI y el PAN, revelados por el dirigente nacional de este último partido, Marko Cortes, es sólo el ejemplo más reciente y explícito.
Para quienes hoy son oposición, y conforman la derecha corrupta de México, se quebranta el Estado de Derecho cuando se persigue el delito de cuello blanco, en especial de políticos corruptos, traficantes de blancas, de órganos humanos, huachicoleros, enervantes y drogas sintéticas, traficantes de influencias en cárteles inmobiliarios, quebrantos, fraude y robo a la hacienda pública, coyotaje de migrantes, evasión fiscal, fraude electoral. Cuando eso sucede hablan de que hay persecución política, como el caso de Alejandro Moreno, Cuauhtémoc Gutiérrez, Francisco García Cabeza de Vaca, Javier Duarte, Ricardo Anaya, Rosario Robles Berlanga, Genaro García Luna, César Duarte y una lista muy larga de encarcelados y de prófugos de la justicia.
Por otro lado, resulta innegable que los que menos tienen sufren de graves atentados a una correcta aplicación de la justicia cuando agentes del Ministerio Público, jueces, magistrados y ministros, se corrompen favoreciendo al que más tiene. El pobre puede pudrirse en la cárcel por delitos menores, aunque sea inocente y el culpable puede salir libre, aunque sea realmente culpable de delitos muy graves. Por eso usan como slogan el que “estábamos mejor cuando estábamos peor”. Claro, hablan por ellos, no por todos. Lo mejor era para los que muchos tienen y los más pobres sufrían de lo peor. Ese ha sido su Estado de Derecho.
Pero, además, torcieron las leyes, para acomodarlas a su sed de beneficiarse de lo peor, lo que les permitía estar mejor. Por ejemplo, el jefe del Ejecutivo Federal podía decretar la exención de impuestos a los más poderosos, así sucedió mucho con Coca Cola, BIMBO, MASECA, TV azteca, Elektra, Televisa, FEMSA, Soriana, Walmart, Banco Azteca. Ese sistema jurídico (donde no todos somos tratados igual -y a pesar de lo muy desiguales que, de por sí, somos- por nuestras leyes) resulta clasista, discriminatorio, racista y profundiza las desigualdades de derechos y oportunidades a la justicia. Ese es el Estado de Derecho que defienden.
Tampoco es un secreto que grandes capos, como Raúl Salinas de Gortari, Elba Esther Gordillo, solo como ejemplos, “estaban mejor cuando estábamos peor”, porque con la influencia política de sus familias, las redes de complicidades políticos y administrativas, de la que son engranajes, resultaba muy difícil que prosperaran denuncias en contra de ellos, aunque sean realmente culpables y, aun prosperando las denuncias, podían salir exonerados de los delitos por los cuales purgaban condenas. Ese es el Estado de Derecho que defienden.
No conformes, hasta la SCJN defiende su derecho a violar la Constitución y percibir de salario montos muy superiores a las del presidente de la República. Ese es el Estado de Derecho que defienden. El derecho a robar impunemente, corromperse, traficar influencias, enriquecerse ilícitamente, robarse las elecciones, etc., etc.