Vista en la escena nacional de cuando menos los últimos 10 años, Zacatecas conmociona a la opinión pública, ya no es sólo su señorial elegancia para brindar sus talentos mundiales, sus personajes casi híbridos, sus políticos de gran calado, sino, dolorosamente, los brutales índices del crimen y sus dolorosas secuelas.
Eso ya está en los renglones donde han de leerse las noticias mas dolorosas o las mas intensas apariciones de personajes que la aman de pies a cabeza y proponen o denuncian, y se hacen a la mar de las tempestades mediáticas para lucir, miren, esta es mi ola y no tiene sangre, tiene sabiduría, tiene la voz del pueblo y sus crónicas macilentas, lleva un frio muy encima pretendiendo cobijarse con acciones buenas, actos de justicia, el cese al latrocinio.
A donde iremos a llegar con la voracidad humana que tanto golpetea los muros de estas ciudades zacatecanas que imploran recargar la calma, la eficacia que aventaja a las excusas, el filamento ese que resiste y la sitúa fuera de iniquidades, entuertos, pillos y haraganes.
El 12 de noviembre de 1597 el fiero zacatecano Miguel Caldera Yamute en las amplias zonas de Ojocaliente distribuye a miles de tlaxcaltecas que en una gran marcha habían llegado bajo su mando y bajo las indicaciones precisas del Virrey Velasco en la pacificación de la gran chichimeca potosina, reacia a someterse a los dictados españoles y criollos, pero eran tantos y tan dispuestos, que de la ciudad vecina potosina, se adaptaron fácilmente en los campos agrícolas y mineros del hermoso suelo zacatecano.
Caldera media casi 1.90, ágil con la espada y la lanza, hijo de capital español de alcurnia y de india zacatecana, entendía a la perfección el arte de la seducción y no precisamente el de la guerra fratricida y es así que hace donaciones, regalos, promesas y da pie para fundar ciudades y pueblos que ahora son una realidad fuera de leyendas.
Ello nos debería de enseñar que habrá que echarle a la mesa toda la comida, al camino toda la esperanza, a la gente, todita la fuerza de querernos tanto, ese delirio caminante, ese vestigio que no se borra.
Miguel Caldera estaba forjado a puro madrazo, a hierro y cabalgadura, a lidiar con las hordas come chichitones, esos perritos naturales que los Sancas y zacatecos preparaban en adobo y calabaza y que les daba diablura para entender cuanto había perdido el pueblo chichimeca en la recién guerra del Mixton donde 15 mil indígenas murieron en 3 horas de duros combates y en un asombroso escenario de 50 mil almas lidiando ante las rebeliones y por canongías nuevas.
Los criollos y mestizos hicieron patria, muerto a los 47 años de edad, fue un experimentado guerrero conocedor de territorios, Miguel Caldera supo abordar extensos territorios a pie, carreta y caballo, atravesando ríos, montañas y caminos peligrosos con el agravante del hambre, del frio, de las enfermedades y los peligros de fieras de la noche, su límite era la destreza, pero también la instauración de las fiestas a San Francisco de asís, ya que fue educado por esos monjes sabedores de peligros pero también de la sobrevivencia con entrenamientos, libros, curaciones.
Zacatecas se erige como una portentosa ciudad que es admirada como un valioso tesoro en el contesto nacional y mundial y todo lo que suceda en ella son emanaciones de las carretas y esclavos, de los enjundiosos amos españoles portadores de grandezas y fracasos, de masacres y epidemias, de sus mineros y agricultores que forjaron en la leyenda y la tradición, la importancia de llamarse Pedro, José, María o Micaela, Juana o Gertrudis, tajos del Pánuco, de las saucedas de la borda, de las celebraciones de la Morisma o la archicofradía de los Bautistas.
La mayoría de sus hogares saben de donde vienen y a donde van.
En las ciudades crece la audiencia: se sabe de los forjadores de la patria que aquellas bestias de carga que morían en el camino victimas del cansancio pero trayendo víveres o noticias, enseres para las minas o armas para la gente, también llegaban los rumores de otros conflictos que eran protagonizados por el valiente capitán Mestizo, el Zacatecano Miguel Caldera Yamute, quien supo defenderse y defender a los suyos.