10.6 C
Zacatecas
lunes, 12 mayo, 2025
spot_img

Los “hibakusha” y los derechos de los niños y las niñas

Más Leídas

- Publicidad -

Por: LUIS ALBERTO BARQUERA •

El 6 de agosto la ciudad de Hiroshima conmemoró con un minuto de silencio la hora precisa en la que el bombardero norteamericano Boeing B-29 Superfortress lanzó la bomba atómica sobre esa ciudad japonesa hace 69 años.

- Publicidad -

Little Boy, nombre con el que fue llamada la bomba de 15 kilotones, el equivalente a 13,000 toneladas de TNT, terminó en instantes con la vida de unas 80,000 personas y a la fecha ha cobrado 292,325 víctimas.

Tengo la impresión de que esta fecha pasó prácticamente de noche, pero me dio gusto encontrar en alguna nota la mención a un grupo de ciudadanos que ha mantenido desde el 6 de agosto de 1945 su esfuerzo por atravesar el dolor y mantener su dignidad.

Durante la ceremonia celebrada en el Parque de la Paz, además de líderes políticos y diplomáticos, participaron integrantes del colectivo hibakusha o supervivientes de un bombardeo atómico, que me inspira y me niego a olvidar.

Kenzaburo Oé, en Cuadernos de Hiroshima (1965), habla de los hibakusha  y “del modo concreto que perdieron la vida o sobrevivieron a costa de padecer sufrimientos atroces”. Habla de los que decidieron suicidarse para mostrar su protesta, de los que optaron por ocultarse de las miradas y de los que lucharon todo el tiempo que les restaba antes de alcanzar una muerte terrible, así como de los ciudadanos que asumieron la atención de las víctimas. Decía Oé en 1964:´

“La gente que continúa viviendo en Hiroshima, en lugar de guardar silencio u olvidar esa tragedia extrema de la historia humana, está tratando de hablar sobre ello, de aprender sobre lo que pasó y registrarlo todo. Es una tarea formidable que exige un esfuerzo extraordinario. La gente de fuera difícilmente podemos comprender el alcance y la intensidad  de los sentimientos de la gente de Hiroshima, incluyendo la aversión que sienten a exponerse al público y que deben vencer para poder llevar a cabo su tarea. Ellos son los únicos que tienen derecho a olvidar y a mantener silencio sobre Hiroshima. Sin embargo, suelen elegir hablar, estudiar y dejar constancia con toda su energía. El grupo de mujeres que publica Los ríos de Hiroshima, los defensores del documento en blanco, los médicos del Hospital de la Bomba Atómica y todas las víctimas que han hablado de sus amargas experiencias aunque lo hayan hecho con modestia y en voz baja, poseen una inequívoca dignidad. Es a través de vidas como las suyas como aparece gente dignificada en nuestra sociedad.”

Oé habla de gente que no se rindió nunca: “en lugares donde no se podían encontrar esperanzas concretas para la vida, escuché la voz de la gente sana y firme, gente que seguía adelante despacio pero con una genuina resolución.” Y del increíble espíritu de autocontrol de la gente de Hiroshima, aunque tuviera la justificación para hacer cosas terribles: “Su situación era amarga y desesperada; si hubiesen caído en la inmoralidad, en la locura o en el crimen, lo habríamos juzgado como una razón muy humana. Pero no sucumbieron a ninguna de esas tentaciones. En lugar de eso, vivieron con entereza y dignidad hasta el final. Después, traspasaron en silencio la puerta de la muerte.”

Para Oé la campaña para lograr la redacción de un documento en blanco sobre las víctimas y daños causados por la bomba atómica era “un importante camino para lograr que el sufrimiento humano de la ciudad sea completa y fielmente reconocido en el mundo entero al igual que sucede con el caso de Auschwitz (…) A menos que cumplamos con ese deber, no seremos capaces de evitar que la gente desesperada continúe suicidándose como única forma de afirmar que ya no existe esperanza o salvación.”

Gracias a la tenaz lucha de los hibakusha, durante la ceremonia del Parque de la Paz, los nombres de las 292,325 víctimas de la bomba se colocaron dentro de un monumento, que se incluyen 5,507 japoneses que fallecieron el año pasado debido a consecuencias de esa agresión que terminó con la Segunda Guerra Mundial.

Kenzaburo Oé dice que aprendió a protegerse de la vergüenza o la humillación, esforzándose por “no perder nunca de vista la dignidad de la gente de Hiroshima”.

Menudo ejemplo. La experiencia universal de los hibakusha nos toca porque no debemos perder nunca de vista que nos hace falta mucho por hacer, que nos hace falta mucho por hablar sobre lo que está pasando, por reconocer a las víctimas de la violencia y por hacer efectivos los derechos humanos en México. En nuestro caso, que debemos seguir haciendo el esfuerzo por lograr una ley general que permita reconocer y comenzar a salir del infierno a cada uno de los millones de niños, niñas y adolescentes que actualmente viven sumidos en el silencio y la violación sistemática de sus derechos.

Si Hiroshima y Auschwitz son la imagen a escala de lo que está mal, la violación de los derechos humanos es lo que no podemos aceptar en cada rostro en particular.

La lucha de los hibakusha por mantener su dignidad, dotando a su sufrimiento de sentido, es una luz que cumple 69 años. Una esperanza, que Oé nos transmite al recordar ese maravilloso verso de Dante. ■

- Publicidad -
Artículo anterior
Artículo siguiente

Noticias Recomendadas

Últimas Noticias

- Publicidad -
- Publicidad -