El problema generado por la emisión de gases de efecto invernadero a la atmósfera es un problema innegable, una de las mayores críticas al gobierno de Andrés Manuel López Obrador es sin duda el gran impulso que ha tenido el sector de hidrocarburos para satisfacer las necesidades energéticas de nuestro país, y con ello, volver a apalancar el desarrollo de la nación.
Es cierto que los países desarrollados actualmente están impulsando el uso e implementación de fuentes de energía con un menor impacto ambiental y la oposición al gobierno actual ha comprado el falso discurso ambientalista de los impulsores internacionales del neoliberalismo, para atacar la política energética del gobierno de AMLO, sin matizar o informar a la sociedad, que aún con todas esas acciones ambientales, los países desarrollados fundamentaron su crecimiento y desarrollo gracias a la energía barata de origen fósil.
Las acciones “ambientalistas” de los países desarrollados no solo buscan disminuir el número de emisiones atmosféricas, también buscan el generar nuevos esquemas económicos para beneficiar a los grandes consorcios energéticos mundiales, incentivando nuevas inversiones en los mercados eléctricos, especialmente en países como México, donde el mercado aún está dominado por el estado y que, por su potencial de crecimiento, es una ventana de oportunidad muy apetecible para estas empresas internacionales.
Sin embargo, hay que observar el comportamiento de emisiones, país por país, para determinar si es justo que un pueblo pobre, como el pueblo mexicano, tenga que ralentizar su desarrollo para satisfacer ese falso discurso ambientalista o si debe priorizar el acceso a energía barata mediante las empresas estatales, para que la riqueza de nuestra nación sirva efectivamente para sacar a la sociedad, poco a poco, del rezago económico y la gran desigualdad que históricamente ha caracterizado a nuestro país.
Como un ejemplo somero del análisis necesario para juzgar una política energética doy dos datos de nuestros vecinos del norte y principales socios comerciales. De acuerdo con la Agencia Internacional de Energía, al año 2019, previo a la pandemia de Covid-19, los EUA emitieron a la atmósfera 4821 millones de toneladas de CO2 equivalente, es decir, a unas 14 toneladas equivalentes per cápita. Canadá, un país más “verde”, emitió casi 570 millones de toneladas o 14.8 toneladas per cápita, mientras que nuestro país, con todas sus ineficiencias técnicas, emitió 431 millones de toneladas, o tan solo 3.4 toneladas per cápita, casi 5 veces menos que nuestros vecinos.
Hay que mencionar que el consumo de energía está estrechamente relacionado con el nivel de desarrollo de una sociedad, a mayor consumo energético, mayor desarrollo. Con este contexto, como sociedad, hay que preguntarse: ¿Es justo que paguemos una energía más cara por problemas que otros países generaron al desarrollarse? Es verdad que el cambio climático es un problema de todos, pero sacrificar nuestro desarrollo, mientras ellos siguen impulsando el modelo consumista que depreda los recursos naturales buscando mantener las ganancias de muy pocos, me parece absurdo.
La política energética de la 4T priorizó lo inmediato y lo justo, que es el desarrollo de la nación buscando disminuir la desigualdad, quizá no es lo ideal ambientalmente, estoy de acuerdo en eso, pero para nuestra gente, que ha visto como se dilapidan nuestros recursos para beneficiar a muy pocos, es lo justo.