No hay nada más desigual que las ciudades, pues la génesis de la urbanización responde a una naturaleza económicamente jerárquica, desigual y desplazadora. Al día de hoy, no hay ningún lugar que tenga garantizado al cien por ciento, el derecho a la ciudad que tenemos todas las personas y que además. configura un derecho humano.
Si bien estamos infestados de «la segunda naturaleza» como decía el geógrafo David Harvey, los gobiernos que tienen la batuta de la planeación urbana y el ordenamiento territorial, y su trabajo queda corto cuando hablamos de <<cuánta ciudad tengo a mi disposición>>.
Zacatecas ha construido centros de reunión y concentración del trabajo, pero también, ha desplazado a las personas a la orilla, con boleto directo a los cinturones de la miseria que trazan el perímetro de las ciudades modernas. Y hablando de modernidad, so pretexto de ello, se está construyendo un segundo piso en el bulevar metropolitano con casi cuatro mil millones de pesos para los escasos kilómetros que implicará el viaducto elevado, que poca o nada justicia social traerá.
Cuando los que planean la ruta de la urbanización quieran realmente sentarse a hablar de una ciudad justa para todas las personas, entonces se estará hablando de un medio de transporte accesible, limpio, ecológicamente amigable, eficiente, seguro. Entonces se estará hablando de cultura de tránsito, de banquetas accesibles, de zonas de lactancia, de información vial para personas discapacitadas, de calles iluminadas y patrullajes de fiar.
Es necesario poner sobre la mesa que el diseño y la construcción de las ciudades está en manos del capital y que el Estado no está haciendo absolutamente nada para socializar la ciudad, sino que al contrario, le está entregando los pedazos de tierra a las constructoras para que estas transformen de acuerdo a sus propios intereses. No hay igualdad, no hay pago de deuda histórica, no hay justicia social y finalmente, no hay derecho a la ciudad; lejos estamos de tener una ciudad donde quepamos todas las personas.