Muchos retos enfrentan en la actualidad los pueblos y comunidades indígenas pues históricamente la gran riqueza cultural que representan los Nahuas, Mayas, Zapotecas, Mixtecas, Otomíes, Totonacas, Tsotsiles, Tzeltales, Mazahuas, Mazatecos, Huastecos, Choles y Wixárikas, entre otros, no ha sido bien aquilatada por gobiernos e instituciones anteriores; por el contrario, muchos de estos pueblos enfrentan los embates de la delincuencia organizada, quienes de manera forzada los reclutan para sembrar mariguana y amapola por decir lo menos; otros más como los Rarámuris, son cargados con mochilas llenas de cocaína que transportan corriendo entre la frontera con Estados Unidos, donde esperan ser enjuiciados por delitos contra la salud. Muchos otros indígenas han sido asesinados al denunciar el saqueo de sus recursos naturales y la sobreexplotación de sus territorios. La pregunta es: ¿Cómo han permanecido dichas culturas desde la colonización hasta ahora? La respuesta es clara: se sostienen gracias a la transmisión del conocimiento y la cultura tradicional que se pasa directamente entre madres e hijos, al igual que los ancianos que cumplen un papel fundamental en el fortalecimiento de su identidad como pueblos y comunidades. Tal como lo hemos mencionado anteriormente, la dedicación personalizada y la devoción infalible que consagran tanto mujeres como ancianos a sus descendientes, han motivado que intergeneracionalmente las poblaciones indígenas continúen su peregrinar por el territorio mexicano. Somos los mestizos quienes en la mayoría de las veces hemos irrumpido en sus comunidades, aprovechándonos de su falta de malicia e irracionalmente algunos han sobreexplotado sus recursos naturales; en pleno siglo XXI los extranjeros persisten en el saqueo de sus riquezas, de sus piezas arqueológicas, en el exterminio de su invaluable contribución a la historia de la humanidad, con el beneplácito de autoridades corruptas que sucumben monetariamente a lo que no puede estimarse económicamente; afirmo que hoy la nueva forma de colonización es la concesión administrativa de sus territorios (algunos de ellos considerados sagrados como Wirikuta) sobre todo a empresas mineras extrajeras. En este contexto, la ONU contempla que las mujeres indígenas son los pilares de los pueblos indígenas y juegan un papel crucial en la preservación y transmisión de los conocimientos tradicionales, se reconoce que tienen un rol colectivo y comunitario integral como guardianas de los recursos naturales y del conocimiento científico. Pese a todo, se tiene que muchas mujeres indígenas también están tomando la iniciativa en la defensa de las tierras y territorios, abogando por los derechos colectivos de los pueblos indígenas en todo el mundo, tal es el caso de las mujeres Triquis que han emprendido una ardua lucha por el derecho a vivir en sus territorios de los que han sido desplazadas. La ONU también establece la importancia del conocimiento tradicional de los pueblos indígenas traducida como la posibilidad de desarrollar sus formas de saber cómo sobrevivir y también de ideas sobre significados, propósitos y valores. Por su parte, la UNESCO y el Consejo Interno de Ciencias (ICSU) disponen que el conocimiento tradicional es un conjunto acumulativo de apredizajes, prácticas y representaciones desarrolladas por pueblos con largas historias de interacción con el medio ambiente natural; para los citados organismos, este conjunto sofisticados de entendimientos, interpretaciones y significados son parte integrante de un complejo cultural que abarca el lenguaje, los sistemas de clasificación y nombres, las prácticas de uso de recursos, los rituales, la espiritualidad y las visiones del mundo. Sin embargo, a pesar del papel crucial que desempeñan las mujeres indígenas en sus pueblos como sostén familiar, cuidadoras, guardianas del conocimiento, lideresas y defensoras de los derechos humanos, a menudo sufren niveles interseccionales de discriminación por motivos de género, etnia y estatus socioeconómico, por lo que queda mucho trecho para reconocerlas plenamente y hacerle justicia a este fundamental sector de la población indígena que se esmera y que fortalece, con gran heroísmo, la gran identidad cultural de México. Ojalá que el próximo año tengamos más datos de avance en la superación de las amplias brechas de desigualdad que sufren y, finalmente, considerar que si incrementamos sus posibilidades de educación, de acceso a programas económicos para el fomento de la cultura indígena, la gastronomía y el conocimiento tradicional, lograremos edificar una Nación más sólida y próspera.
