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domingo, 18 mayo, 2025
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¿Tiene la Iglesia un mensaje obsoleto?

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Por: P. Aurelio Ponce Esparza •

Miércoles de ceniza, cuaresma, ayuno, penitencia, oración, caridad, pareciera que son palabras que poco o nada tienen que decir a la sociedad actual, especialmente a los jóvenes, a quienes les resulta un lenguaje extraño, alejado de la gramática dominante en las redes sociales. Ante esta realidad ¿debería la Iglesia dejar de utilizar estas palabras, de proponer estas prácticas? Es cierto que por lo menos el miércoles de ceniza los templos están llenos, pero en realidad ¿cuántos de los que se acercan a solicitar la ceniza lo hacen  realmente en el espíritu de la cuaresma, como lo entiende y enseña la Iglesia? Muchos se acercan, más bien, buscando una especie de magia, como lo hacen al coleccionar ángeles o encender velas aromáticas para realizar ritos de buena suerte.

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Una de las características de nuestra sociedad es la volatilidad, es decir, lo momentáneo de las cosas, o como dijera el sociólogo alemán Sygmunt Bauman la liquidez; la nuestra es una sociedad líquida, cambiante, adaptable, desechable. El Papa Francisco ha dicho una sociedad del descarte, del “úsese y tírese”, aplicado a las cosas, pero trasladado poco a poco al ámbito de los seres humanos. Una sociedad demasiado obsesionada por la figura y que en consecuencia hace de los gimnasios verdaderos templos  de culto al cuerpo; pero que paradójicamente sufre una crisis de alimentación, nunca como ahora vivimos serios problemas de salud debidos a los malos hábitos alimenticios de una sociedad sumida en una lógica del consumo y el placer.

Y si lo que importa es el momento entonces el placer se vuelve norma de vida, encontrarlo como sea y donde sea es tarea primordial de muchos hombres y mujeres de hoy. Por eso se rehúye el compromiso a la largo plazo, el noviazgo es simplemente un “free”, un momento de placer sin consecuencias ni compromisos, “te uso y te tiro”, sería el principio regulador. La comida “rápida” se vuelve atractiva, para alguien que ha comprado la idea del “no tenemos tiempo”. Comemos lo que nos venden sin cuestionar siquiera su origen o calidad, simplemente porque la publicidad llegó al celular y tienes cupones de descuento.

Pero estos y muchos otros excesos no han traído la felicidad, más bien pareciera lo contrario, la insatisfacción es el estado de ánimo que define a muchos de nuestros adultos y jóvenes, incluso, y por desgracia, a nuestros niños, quienes ahora se aburren fácilmente si no están conectados a algún dispositivo electrónico. Especialmente los adolescentes y jóvenes son  blancos de empresas, tiendas departamentales y centros comerciales que ofrecen una vida frívola y superficial. Son los jóvenes los principales consumidores de todo, es a ellos a quienes se dirige la publicidad, son ellos quienes necesitan la moda y lo último en tecnología para sentir que son parte de la sociedad en la que viven.

Ante este panorama surge nuevamente la pregunta inicial ¿Tiene algo que decir la Iglesia? ¿Su mensaje encaja en una sociedad con estas características? Evidentemente que sí. Más aún, hoy más que nunca el mensaje de la Iglesia resulta útil y necesario, y aunque el lenguaje pueda parecer anticuado e irrelevante, está cargado de una fuerza poderosa capaz de devolverle al hombre el rumbo de la vida, ayudarle a que recupere su proyecto original.

La cuaresma es una invitación a la interiorización en medio de un estilo de vida ruidoso y confuso, es una oferta para reencontrarse consigo mismo y descubrir la belleza interior, reflejo de la de Dios, es ocasión de diálogo y encuentro con Dios, un Dios personal y no una fuerza amorfa e impersonal, no con el universo, sino con un Ser cercano, real y presente. La cuaresma es una invitación a valorar los bienes materiales como medios  y dejar de pensar que son fines por los que vale la pena arriesgarlo todo, incluso aquello verdaderamente valioso como la salud, la dignidad o la familia.

La cuaresma cristiana es espacio y tiempo para volver, para acercarse a uno mismo, a los demás y a Dios, para descubrir lo grande que es el ser humano, llamado a ser hijo y no esclavo, libre en la verdad y no sumergido en la confusión actual, en la que ya no se puede distinguir el error de la verdad, el bien del mal, lo natural de lo ideológico. El mensaje de la Iglesia sigue siendo actual y vigente para el hombre de hoy. ■

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