No soy creyente de los golpes de pecho y aborrezco a las santurronas caga diablos; no voy a misa y estoy en paz con mi Dios que puede no ser el suyo, hago lo que creo conveniente, me rijo por el corazón y no hago daño a nadie a menos que tenga que defenderme, lo cual hago con mucha pasión. Creo que nuestra imperfección humana nos hace creer que hay algo superior del cual depende nuestro presente y nuestro futuro, nuestra tristeza o infelicidad. Este apego que llevamos tatuado desde muy niños nos ha llevado a una cultura de aceptación que ha sido históricamente utilizada a favor de ciertos grupos e instituciones religiosas, de tal suerte, se ha difundido la idea de que entre más se sufra o mientras más pobreza y miseria se padezca, se abrirán con mayor amplitud las puertas del paraíso. Si Usted cree plenamente en la cultura del dolor, se respeta y ya cada quien será responsable de su idea del cielo y el infierno, aunque por todos está visto que el verdadero averno está aquí frente a nosotros, en cada día, en cada manifestación de violencia, en cada plagio de un ser inocente, en cada vida que se apaga agresivamente sin tener la posibilidad de decir adios a los más allegados. La carga emocional impregnada de dolor, desesperanza, odio e impotencia, se localiza en cada rincon del territorio nacional, en cada casa que ha presenciado la desarticulación familiar a consecuencia de algún evento delictivo; las lágrimas se han secado en nuestras almohadas con motivo del desamor o la pérdida de algún ser que se ha alejado sin retorno terrenal; los niños lloran en silencio por su padre o por su madre cuando no se ven conciliados sus intereses y renuncian a una vida común rompiendo la armonía que se antoja en extinción. El invierno impregna más oscuridad a nuestro desencanto por la vida, no en vano se incrementan los suicidios y se detestan las fiestas de fin de año ante tantas ausencias y oleadas de malancolía infinitas. El mundo también sufre, las guerras y anhelos de extinción humana no dan tregua a las esperanzas de Paz, las instituciones internacionales especializadas en simulación y declaraciones enérgicas estériles, sucumben ante el armamento que cobra facturas de vida a generaciones enteras cegando el futuro de infancias, mujeres y hombres; en el ámbito internacional, algunas poblaciones se alejan de las hostilidades, migrando en busca de territorios amigos, en búsqueda del agua y mejores condiciones de vida; en el intento, se ahogan o se enfrentan a los sólidos muros de la indiferencia o los trámites burocráticos que se cierran al humanismo y se abren a la bestialidad. Algunas iglesias y otras instituciones religiosas que predican el amor, el equilibrio y la armonía, lucran con la ignorancia y la fé de muchos; protegen de manera infame a sus propios demonios que aprovechan las penumbras de sus recintos para quebrantar la inocencia y genuinas vocaciones de divinidad que se extinguen poco a poco. Hoy, morirse cuesta dinero, vivir todavía más, casarse es muy complejo y encontrar afinidades es impensable, divorciarse es un lujo y aguantarse un heroísmo. Las nuevas generaciones van por el camino del nulo apego con la pareja, por la senda de la irresponsabilidad sexual con un alto grado de facilidad para abrirse al placer pero con una carencia profunda del sentido del respeto, el amor, la tolerancia y la buena mesa. Todo está servido, el collage de penurias que me despertaron una mañana de enero, han sido expuestas, su opinión podrá coincidir o no y, aun así, la Tierra se sigue moviendo.
Reflexiones a inicios del 2024
■ “…No creo que Dios quiera exactamente que seamos felices, quiere que seamos capaces de amar y de ser amados, quiere que maduremos, y yo sugiero que precisamente porque Dios nos ama nos concedió el don de sufrir; o por decirlo de otro modo: el dolor es el megáfono que Dios utiliza para despertar a un mundo de sordos; porque somos como bloques de piedra, a partir de los cuales el escultor poco a poco va formando la figura de un hombre, los golpes de su cincel que tanto daño nos hacen también nos hacen más perfectos…” Clive Staples Lewis
