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martes, 10 junio, 2025
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Abrogar Ley del ISSSTE; causa justa, mal momento

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Por: LUCÍA MEDINA SUÁREZ DEL REAL •

En un repliegue táctico, los integrantes del magisterio que se mantenían en plantón en el zócalo de la CDMX por la abrogación de la Ley del ISSSTE de 2007, regresaron a sus estados, y probablemente a las aulas. 

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Desgastados, como ellos mismos admiten, y después de tres semanas de movilizaciones regresan dejando una percepción derrotista porque todo objetivo logrado pareciera leve en comparación con sus demandas: abrogación de la ley del ISSSTE, y la duplicación de su salario. 

Cuentan ya con un aumento de 9% retroactivo a enero, más un adicional de 1% a partir de septiembre que les ofreció Gobierno Federal desde antes de la movilización. La oferta no es habitual. Gobierno del estado ofreció a sus trabajadores apenas 2 por ciento. Además, se les otorgó una semana más de vacaciones, aunque ya tienen más descanso pagado que cualquier otro trabajador. 

Justo es decir que como ocurre en otros gremios, las condiciones de trabajo no son uniformes, pues así como hay docentes cuyos salarios rondan los veinte mil al mes, y tienen acceso a bonos y permisos, otra parte muy numerosa, vive en la incertidumbre continua, sin posibilidades reales de crecimiento, algunos ni de basificación, con pagos por hora-clase a los que hay que restar el pago de transporte a su lugar de trabajo, etcétera.

Son estos últimos (porque a los otros los salva el décimo transitorio) los que vivirán las peores consecuencias de la Ley del ISSSTE de 2007 impulsada por Felipe Calderón y que dio fin al sistema de pensiones solidario, por uno de cuentas individuales que condena a una vejez en la precariedad.

La voracidad neoliberal le llegó a los cotizantes del IMSS diez años antes que al magisterio (en el gobierno de Ernesto Zedillo), de tal suerte que quienes iniciamos vida laboral posterior a 1997 estamos condenados a vivir de las migajas que las administradoras de nuestros ahorros nos dejen por jinetearlo. 

Por si no fuera suficiente, la Suprema Corte de Justicia avaló hace años que las pensiones del ISSSTE se establecieran en Unidad de Medida de Actualización (UMA), y no en salarios mínimos, estando tasada la primera a menos de un tercio de lo establecido para el segundo. 

Y, por si no fuera suficiente, el ISSSTE tiene establecido un tope en pensiones equivalente a diez UMAS, en tanto que el Instituto Mexicano de Seguridad Social lo limita a 25. Es decir, mientras que los pensionados del ISSSTE pueden llegar a un máximo de 34 mil pesos mensuales de pensión, en el IMSS alcanzan más de 80 mil pesos. 

En ese estado de cosas, nadie podría dudar de lo muy justo que es la causa de la movilización magisterial, sin embargo, al menos hasta ahora, el saldo no es favorable. 

Hoy ya nadie da por ciertos los argumentos esgrimidos hace dos décadas sobre la flexibilidad laboral, y la ilusión de que “te jubilas con lo que tú quieras (lo que ahorres)”, pero pasó el tiempo suficiente para que el sistema de pensiones individuales se consolidara y con ello también el poder económico (y en consecuencia también el político) de los administradores de las afores entre los que está Carlos Slim, Ricardo Salinas Pliego, Alejandro Bailléres y otros tantos. 

«No entres en una batalla que no puedes ganar» nos enseñó Sun Tzu, y sin embargo los docentes emprendieron la ofensiva con las fuerzas mermadas por la división interna, pues, de acuerdo a las cifras oficiales, participaron en el paro nacional sólo cinco estados y de forma parcial, y como es sabido, básicamente lo hizo el sector de más tradición en la movilización, es decir, los miembros de la Coordinadora Nacional pero no propiamente el Sindicato Nacional de Trabajadores de la Educación (SNTE), organización contra la que se fueron sus propios agremiados, prendiéndole fuego a su sede. 

El momento político tampoco favoreció la lucha toda vez que predomina la incertidumbre económica por las políticas de Trump, cuyas consecuencias se avizoran lo mismo en las amenazas de cierre en el sector industrial, los aumentos de precios en lo comercial (por los aranceles), las afectaciones en el campo (gusano barrenador y vetos) y hasta la posibilidad de que se graven las remesas de los migrantes. 

A tantos bolsillos amenazados no puede exigírsele mucha empatía, menos aun cuando para buena parte de ellos el salario y las prestaciones magisteriales son privilegios inalcanzables.

No abonó al clima social el que se respondiera al argumento de falta de dinero suficiente por parte del Estado, reprochando que sí lo hubiera para programas sociales como becas universales, jóvenes construyendo el futuro y hasta pensiones de adultos mayores de los cuales probablemente ellos y sus familias sean también beneficiarios. 

Si bien hubo algunos ejemplos de solidaridad mutua, es decir de ciudadanía a manifestantes y viceversa, es evidente que no se sintió el respaldo social que el magisterio ha recogido en otros momentos de su lucha y que es fundamental para la victoria. 

El retiro táctico tiene muchas posibilidades de ser un acierto si se convence de que la causa, tal como lo es, es un acto de justicia social y no un privilegio gremial como (quizá de forma involuntaria) se ha comunicado. Para ello es imprescindible la suma de fuerzas y saber elegir un mejor momento. 

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