■ Zona de Naufragios
A riesgo de ser repetitivo con todo lo que se ha dicho acerca de las pasadas elecciones (gajes del oficio de publicar al final de la semana), van aquí una serie de reflexiones a vuelapluma.
A alguien le escuché por ahí que ni las ideologías ni los partidos existen más, que lo que importa son las personas (lo que me sonó siniestramente análogo a aquello que dijo Thatcher acerca de la inexistencia de las sociedades). Si bien esa premisa es parcialmente cierta (quizá los partidos más bien hayan envilecido las ideologías, envileciéndose en el proceso), es precisamente por la ausencia de ideologías, de los valores en los que se sustentan las ideologías lo que tiene sumido no sólo a este país sino al planeta entero en un océano de pragmatismo vacuo. El yo, el hoy y el aquí han desplazado al nosotros y al mañana compartido. Si algo es precisamente lo que hace falta, es el reposicionamiento de las ideologías (que no los dogmas), el debate sobre las vías alternas que conduzcan hacia un estado de cosas distinto, más solidario y menos ruin.
El modelo de competencia política (desde las campañas, tan huérfanas de contenido y tan rebosantes de podredumbre, hasta el financiamiento, caro rayano en lo obsceno y francamente colmado de dineros oscuros) es a todas luces disfuncional y no responde mínimamente a un estándar democrático decoroso. Habrá quien argumente que se logra el cometido al castigar a los ineficientes en las urnas y premiar las alternancias. Aún así parecería un precio demasiado alto para resultados tan mediocres.
Ahora bien, si el país entero registró el descontento hacia el PRI y su modus operandi con el varapalo que le asestaron en las urnas, Zacatecas parecería resistirse a esa tendencia de pasar un examen mínimo (pero riguroso) a sus autoridades. Los resultados preliminares revelan un estado priísta hasta el tuétano, con mayoría apabullante de alcaldías, legisladores y, la joya de la corona, la gubernatura. Concentrándonos en ésta última, la perogrullada es que los candidatos sí importan, tanto como la maquinaria estatal a su disposición. No es lo mismo un candidato con escasas valoraciones positivas pero también negativas, que uno que contiende con un montón de negativos a sus espaldas por muy conocido que sea: no se puede competir con alguien que corre más ‘ligero’ y con el aparato estatal respaldándole si se arranca arrastrando un saco de piedras.
Antes de la elección la voz de la calle, las redes sociales, manifestaban de forma visible cierto descontento hacia el statu quo. El gran problema de ese baremo, sustituir la realidad por lo que uno y sus acólitos quieran creer, es que no siempre lleva a buen puerto. Un escrutinio leve a los números de la elección para gobernador revela en efecto una presencia en las zonas urbanas más importantes (Fresnillo, Zacatecas, Guadalupe) de voto mayoritario a la oposición. Es decir, ahí sí hay un castigo al partido en el poder: en los municipios que Morena gana alcanza la mitad del total de sus votos (55%). En contraste, en los municipios que el PRI gana por sí solo son coincidentemente los municipios más pobres del estado* (incluyendo la periferia de las zonas urbanas), donde consigue casi la mitad de sus votos (45%). Eso, más la suma del voto duro y corporativo del resto del estado y las zonas urbanas y lo aportado por las franquicias que se alquilaron (Verde, Panal, que uno imagina, lo habrán de cobrar caro) le dieron una victoria holgada al PRI. En síntesis, para el régimen, castigo en las zonas urbanas, premio en las zonas rurales y deprimidas donde la combinación de un candidato con una hoja de servicio relativamente limpia y la maquinaria estatal rindió sus réditos. O lo que es lo mismo, miseria y PRI son parte de una misma ecuación (fenómeno que no es exclusivo de estos, dicho sea de paso: la oposición en el poder también ha lucrado con esta). Para la oposición competitiva, un candidato con un fardo menor y la historia quizá hubiese sido distinta.
El corolario: sólo 2 de cada 10 personas con posibilidad de votar eligieron a Tello como el candidato ganador. Esto no representa únicamente un déficit de representación, sino además de legitimidad. El gobernador electo, encima de todos los problemas del estado, arranca con una situación muy cuesta arriba: entre otras cosas deberá comenzar por aclarar su relación con el gobernador saliente, a quien le une una amistad de muchos años y a quien encima, le debe mucho de su trayectoria profesional, todo lo cual no sería sino una anécdota amable (otra más entre las élites), pero dados los múltiples señalamientos y denuncias de corrupción que pesan sobre esta administración, habrá que ir más allá de los lugares comunes y las vaguedades y convencer a los zacatecanos que representa en efecto una alternativa distinta. Deberá además clarificar cuál es el horizonte de cumplimiento de aquellas promesas avaladas por un supuesto contrato, cómo se evaluarán y con qué periodicidad. Y, finalmente, cuál será el umbral de cumplimiento de éstas y otras sobre la situación del Estado que garantizarán su continuidad o su renuncia.
La deuda de convencimiento que Tello tendrá no es sólo con el 20% que lo eligió, sino con el 80% que votó por otra alternativa o no participó, y a final de cuentas, con todos los zacatecanos. ■
* Datos del Método de Medición Integrada de la Pobreza (MMIP).