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sábado, 10 mayo, 2025
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La coyuntura mundial debe ayudar a repensar nuevas estructuras económicas

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Por: BENJAMÍN MOCTEZUMA LONGORIA •

Además del cambio de régimen político, que mayoritariamente se completará con la elección democrática del Poder Judicial; México está urgido de un repensar sus cimientos económicos fundamentales, sus estructuras. Sólo así puede definir una nueva vinculación con la economía del mundo para que estas no tengan como único sustento (de forma) la tradicional política exterior. Pero, un nuevo modelo de desarrollo de México no tiene gran valor si no mejora el bienestar de las mayorías.

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La turbulenta coyuntura económica internacional atizada por Donald Trump, a la que he dedicado varios artículos, evidencia las debilidades de la economía mexicana frente a Estados Unidos, nación a la que México se ha integrado en una simbiosis económica que le es desfavorable por las diferencias en la Composición Orgánica del Capital; a la vez, porque muchos de los capitales que operan desde territorio mexicano son extranjeros.

Desde el gobierno de Andrés Manuel López Obrador, en voz de él mismo, se pretendió incidir en remachar la existente integración económica México-Estados Unidos-Canadá para enfrentar al bloque económico asiático, en particular a China. Incluso, AMLO habló de unificar a toda América en ese bloque económico. Siempre me quedó claro que el expresidente pensaba más en las apariencias económicas del mercado mundial, y en el reforzamiento de la simbiosis con Estados Unidos que resultaría de una mayor integración (mutua dependencia, aunque más ventajosa para Estados Unidos). 

En mi percepción, López Obrador no entendió que el problema del mercado internacional era sólo la realización (apariencia) de lo que sucede en el proceso productivo (esencia). Tampoco logró ver que la 4T debería abrirse a una mayor diversificación de sus relaciones económicas con el mundo para disminuir la dependencia que resulta de su integración casi exclusiva a una sola economía imperial que se rige por las prácticas del neocolonialismo industrial.

Es Donald Trump quien, con su turbulenta política comercial, pone en entredicha la simbiosis económica México-Estados Unidos y abre una coyuntura para repensar que el segundo piso de la Cuarta Transformación debe incluir la diversificación comercial con el mundo, no solo con las naciones tradicionalmente desarrolladas de Europa como Alemania, Inglaterra, Francia e Italia; sino también con las economías asiáticas como Rusia, China, Japón, Taiwán, Corea del Sur y con las del Medio Oriente como Irán, India, Arabia. Y, desde luego, fortalecer su escasa relación con África y ampliarla con América del Sur.

Pero, como el comercio es sólo la cristalización económica de lo que sucede en el proceso productivo, y éste último es el lugar que alberga el grado de desarrollo alcanzado, la economía mexicana (gubernamental como la de la iniciativa privada) tiene que trabajar en un desarrollo nacional de sus fuerzas productivas para poder sustituir las importaciones de la alta tecnología de los procesos productivos. También ocupa de la creación de cadenas productivas, en la que los productos para el mercado doméstico como el internacional lleven un mayor valor agregado.

Justamente en el segundo piso de la 4T, quizá forzado por las circunstancias, parece haberse comprendido este proceso que se cristaliza en el llamado Plan México que, ciertamente, se diseñó y dio a conocer antes de la llegada de Donald Trump al poder. La presidenta Claudia Sheinbaum sí ha insistido en la sustitución de importaciones, en una mayor innovación científica y tecnológica enfocada a dar respuestas a problemas productivos cruciales básicas como la agricultura, el uso del agua, la medicina, la transformación de metales como el acero, cobre, litio, aluminio y en innovaciones más complejas como las de las telecomunicaciones o la creación del auto Olinea.

La gran turbulencia comercial es la parte visible de una gran turbulencia económica. Las recientes y actuales guerras no son resultado del capricho personal de líderes nacionales como Zelenski, Putin, Donald Trump, Benjamín Netanyahu u otro mandatario, la política y los eventos bélicos esconden motivaciones económicas fundamentales. Y es lo que actualmente estamos viviendo: el resquebrajamiento de una globalización (internacionalización del Capital y del Trabajo) que tendrá que culminar con una nueva versión de la globalización económica.

Después de la Segunda Guerra Mundial, y hasta 1982 (cuando se trasplanta el neoliberalismo en México) el país había iniciado un proceso creciente de sustitución de importaciones que se manifestó con pasos firmes en la industrialización nacional tanto por parte de la iniciativa privada y de la inversión pública, la apertura de centros de investigación y desarrollo tecnológicos seguidos del esparcimiento de conocimientos y tecnologías. El período neoliberal significó el rompimiento de esa tendencia e hizo de México un país muy dependiente de una sola nación: Estados Unidos. Esa dependencia llevó a nuestros gobernantes a obedecer la agenda que se le dictaba: así sucedió, por ejemplo, con los bochornosos hechos del “comes y te vas”; o con “rápido y furioso”

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