Una sociedad polarizada en el contexto social en el que se encuentra nuestro estado el país, es lo menos conveniente que se puede presentar.
Hay comicios electorales en unas cuantas semanas en Zacatecas y se antoja un proceso bastante complicado para todos, suele suceder que los partidos y sus candidatos protagonizan luchas encarnizadas que dejan al final miles de damnificados y heridos, para que al final en las esferas del poder y una vez ungido el ganador, el perdedor le levante la mano previo acuerdo de beneficio claro está, para ambas partes.
Debemos recordar y hacer el recuento de quienes hacen política en Zacatecas, que familias y a que grupos pertenecen, al final del ejercicio nos daremos cuenta que la clase política es un núcleo de difícil acceso y acotado por intereses casi siempre económicos, también podremos darnos cuenta que los grupos de los que hablamos no son inmóviles, no son estáticos ni cuadrados, por el contrario son flexibles y de fácil disgregación, es decir, los políticos no se mueven de acuerdo a las ideologías de sus institutos, sino más bien de acuerdo a sus intereses y en torno a un proyecto, proyectando así a una clase política de las más singulares en el país, en el contexto nacional también sucede pero Zacatecas es de especial diseño.
En la elección de junio que está a la vuelta de la esquina, se va a presentar un factor que se viene repitiendo una y otra vez en el estado y en el país, sin que haga eco en los partidos políticos ni en los legisladores, me refiero al abstencionismo, las últimas contiendas indican que en términos redondos la mitad de la gente no participa, no le interesa, no coincide o no encuentra en el ejercicio democrático una franca solución a sus necesidades, el ciudadano no se siente representado porque no ha sido tomado en cuenta para la toma de decisiones. Tenemos pues un problema de democracia representativa, muchos son los que han tocado el tema cuestionando la legitimidad de los gobernantes cuando solo lo han votado de ese 50 por ciento del total de electores, probablemente un 15 o 16 solamente, que son los que al final votaron por su partido político, y si bien el sistema está diseñado para gobernar con tal adversidad no podemos dejar de señalar que no es lo ideal, algo tiene que cambiar para que el ciudadano ejerza su derecho constitucional y robustezca la frágil y a veces débil democracia que vive México.
En Zacatecas las cosas son así, apenas un 10 por ciento de la sociedad está involucrada en la vida partidista y es ese 10 por ciento el que piensa tener el pulso del 90 por ciento restante, así lo ve porque efectivamente ese 10 por ciento decide por el resto pero no lo representa, solo se acuerda de él en épocas electorales y le sirve prácticamente solo para eso, para ejercer el voto y no volver a verlo hasta dentro de 3 años; si las cosas siguen así, tendremos una grieta aun más pronunciada que divida a los políticos de la sociedad y eso no le conviene a nadie, es por esta misma situación que al interior del sistema de partidos se generan quimeras “ciudadanas” que no hacen más que decepcionar mas al elector.
La clase política como vive juzga, y se siente todo poderosa y lo es y lo será hasta que los ciudadanos no le arrebaten el poder, pero para eso falta, falta mucho; sin embargo este bodrio se ha desgastado, tiene sus propios problemas y no conforme con estar en estado de descomposición pretende contagiar al resto de la sociedad, por medio del bombardeo de información electoral dirigida al adversario que pretende encabezar a este caduco modelo, la denostación y victimización que ahora se viven en el proceso electoral en Zacatecas pretenden polarizar no solo al electorado sino a la ciudadanía en general.
En este preciso momento el proceso que describo en el párrafo anterior, se encuentra al interior de la clase política, se encuentra pues, aún en fase de gestación y aunque los primeros síntomas ya se presentaron, los partidos políticos están a tiempo de virar la estrategia y volver a las campañas propositivas, asumirse como demócratas y respetar las reglas del juego, esas reglas que ellos mismo hicieron y que a veces dicen desconocer cuando no les favorecen, en todo caso vale la pena que los candidatos de todos los partidos respeten a la ciudadanía y no la involucren en un proceso de desgaste como el que pretenden y que avizora (si se da), una terrible fragmentación social que tardara años en recomponerse y que, como dije al principio, solo servirá para legitimar al ganador, compensar al perdedor y dejar a muchos damnificados en el camino, damnificados provenientes de la propia clase política, obreros electorales ubicados en el último eslabón de poder, aquellos que dan la vida por el candidato y están dispuestos a perder amigos y familiares siendo a veces, más papistas que el Papa. ■
No lo permitamos.