¿Se siente usted seguro en Zacatecas? Si su respuesta es negativa, no está solo, 84.8% de la ciudadanía en Zacatecas comparte su sentir, de acuerdo a la información del Instituto Nacional de Estadística y Geografía (Inegi).
Ahora que si su respuesta es afirmativa, probablemente usted sea candidato priista a algún puesto de elección popular, visite esta capital de vez en cuando, o no lea usted los periódicos ni frecuente las redes sociales.
De acuerdo a la Encuesta Nacional de Seguridad Pública Urbana del Inegi, Zacatecas es la quinta ciudad en la que la gente se siente más inseguro, apenas medio punto debajo de Reynosa Tamaulipas, y cercanos a Acapulco, Guerrero; Villahermosa, Tabasco, y algunas regiones de la Ciudad de México.
Como es lógico, ante este panorama las autoridades se aprestan a decir que, si bien la ciudadanía percibe un clima de inseguridad, esta percepción no obedece necesariamente a la realidad.
Un vistazo rápido a la prensa de la semana pasada basta para dar cuenta del tipo de noticias en materia de seguridad que tuvimos en el estado:
Si bien hubo noticias fuera de la situación de violencia como la volcadura de un tráiler por la distracción de su conductor, el atropellamiento de un ciclista que se dirigía al trabajo, el trágico ahogamiento de cuatro personas en una presa en Tepechitlán, también vimos que balearon a dos sujetos en la zona industrial de Guadalupe, que cerca de ahí apareció un auto calcinado, la aparición de una manta con amenazas de un grupo delictivo en Calera, e incluso un cadáver colgado en un puente vial en la capital zacatecana.
Hace seis años, en 2010, por las mismas fechas, los titulares eran ligeramente distintos. Entonces daban cuenta del decomiso de 12 vehículos que el Ejército Mexicano había hecho en Fresnillo (Imagen, 5 de abril de 2010), el arresto de un hombre que golpeó a su esposa y a su pequeño hijo (Imagen, 6 de abril de 2010)¸ un apagón por un choque automovilístico contra un poste de luz (6 de abril de 2010); y la detención de una persona y el decomiso de tres vehículos, 2 mil 800 litros de diesel, mil litros de gasolina, 66 envoltorios de cocaína, 15 de piedra, 23 bolsitas de marihuana por parte del Ejército Mexicano (Imagen, 7 de abril de 2010).
Seis años atrás, mismo periódico, primera semana del mes de abril, las notas eran “Presunto ladrón a casas habitación cayó en poder de la Policía Ministerial” (Imagen, 5 de abril del 2004), y una mujer atropellada en Chilitas (misma fecha), la detención de un narcomenudista en Villanueva (Imagen, 6 de abril del 2004), la aprehensión de menores de edad conduciendo en estado de ebriedad en Loreto (Imagen, 6 de abril del 2004), el intento de extorsión al esposo de una regidora (Imagen, 7 de abril del 2004) y una estafa a dos mujeres que habían retirado 43 mil pesos del banco (Imagen , 7 de abril del 2004).
De llenar las páginas de seguridad con notas de incidentes menores en municipios del estado, escritas incluso en un tono burlón, los zacatecanos pasamos a acostumbrarnos a encontrar la noticia de un cadáver colgado en un puente vial en las páginas interiores, ni siquiera como un asunto de esos que hace unos años escandalizaban y duraban días siendo el tema de sobremesa, sino como una más de la cadena de muerte a la que parece que nos habituamos.
Sería absurdo pensar que esta realidad es el fruto del actual sexenio, tanto local, como nacional; e ingenuo sería asumir que es la consecuencia de las acciones del anterior gobierno en ambos planos. Lo justo sería recordar que en los años ochenta comenzó el desmantelamiento de las políticas que producían un mediano estado de bienestar, en el que los jóvenes tenían oportunidad de ingresar a la educación superior, y fuertes probabilidades de encontrar empleo bien remunerado al terminar ésta. Eran tiempos en los que en el campo se podía vivir medianamente bien de sembrar maíz y frijol, y no había necesidad de sembrar marihuana o amapola.
Desde que acabaron esos tiempos, paulatinamente se fue gestando una bomba de tiempo que Felipe Calderón tuvo la ocurrencia de detonar, dejando al país erosionado de fosas, en muchas de las cuales yacen los cuerpos de los seres queridos de más de 25 mil familias.
En ese contexto, tan injusto sería responsabilizar a una administración local de la situación de violencia, como ingenuo sería asumir que un gobierno local tendría todo el mérito cuando la situación mejora. La realidad es mucho más compleja, y hay factores geográficos y temporales de índoles nacional e incluso internacional a considerar.
Es tiempo de campañas y es previsible que unos y otros prometan combatir la inseguridad, abatir la pobreza y la generación de empleos. Sería mejor que nos dijeran sus acciones concretas, sin lugares comunes y bravuconadas de omnipotentes. Un poco de realismo y honestidad, en tiempos como este se agradecerían. ■