Es evidente en la censura de Peña Nieto a Carmen Aristegui. La monumental corrupción que ahoga en Casa Blanca a una presidencia plagada por conflictos de interés que dañan profundamente a México. Y las residencias mal adquiridas son, apenas, la punta del gigantesco iceberg que oculta toda suerte de atracos a la nación.
Uno de ellos es el Patrimonio radioeléctrico del país: la masiva manipulación mediática. Por esta censura ignominiosa a la libertad de expresión, al periodismo radiofónico, hasta las Universidades “Autónomas” quedaron en cueros. MVS en un patético ridículo mercenario, esbirro. Y a sus mil y un mentiras que nadie cree. Ni ellos mismos. La UNAM, la UAM y la Ibero se doblaron. Las sometieron. Sus autoridades administran el patrimonio universitario como cosa privada. La “Universalidad” de sus vocaciones, el interés público, queda manco, sordo, ciego; doblegado cobardemente. Sin voz autónoma.
El derecho de la libertad de expresión fulminado. El derecho a la información cercenado. Las Universidades “Públicas” quedaron sometidas por esta dictadura delincuencial. La de-forma en telecomunicaciones sirvió, sólo, exclusivamente para imponer dos “nuevas cadenas de televisión” para la manipulación masiva. Los rectores esgrimen mendacidades. Como los vocingleros mediáticos: es un conflicto entre particulares. No hay recursos. No tenemos cobertura nacional. Hasta que se resuelva el conflicto veremos. Yo ya me voy (Narro). Es una vergüenza que los argumentos para impedir el periodismo que Carmen Aristegui estaba realizando se someta y someta a las entidades autónomas, públicas, a los enjuagues, corrupciones, latrocinios de toda calaña y por toda suerte de ladrones a manos llenas.
Un México en democracia no requiere de una, sino de decenas, cientos de Aristeguis. Con esa posición de los rectores y de la Red de Radiodifusoras de Universidades Públicas (por ejemplo el escandaloso silencio de la ANUIES), los asuntos de interés público, nacional, son menospreciados por las autoridades de las casas de estudios donde la conciencia pública en los diferentes campos del conocimiento científico, humanístico, social, artístico, jurídico y político son cultivados. ¿Qué esperaríamos de comunidades institucionales del estado mexicano menos corrompidas? ¿Menos preparadas, menos autónomas, con menores recursos éticos, morales, culturales para afrontar los delincuenciales actos que comete la clase mal gobernante del país? ¿El precipicio, la indefensión absoluta? Cuando las “casas máximas de estudio” cierran los ojos, callan la voz, cierran las puertas ante una profesión cuyo carácter esencial es público, y cuya función es la de “buscar la verdad, las verdades” y compartirlas en sociedad, ¿qué instituciones pueden contribuir a transparentar los asuntos públicos críticamente? ¿Qué miedos ocultan? ¿Qué verdades les provoca esta genuflexión? Cuándo las Universidades claudican, no crean espacios críticos, documentados, sustentados con trabajos profesionales de cara a la sociedad; con investigación, formación de opinión pública en un país bombardeado por los masivos medios de manipulación ¿no están traicionando los orígenes por los que fueron establecidas? Señores rectores: es grave, muy lamentable su cerrazón. Han claudicado en los más básicos y fundamentales principios universitarios: la libertad de expresión, el derecho a informar las verdades encontradas y el derecho del público, las audiencias a ser enterados de los asuntos públicos. Y la historia, más temprano que tarde, confirmará su traición. ■