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viernes, 18 abril, 2025
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8M: Lección no aprendida

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Por: LUCÍA MEDINA SUÁREZ DEL REAL •

Ni el poder mediático del movimiento feminista de Zacatecas, ni las notables habilidades en la materia de muchas de sus participantes, (algunas de las cuales son periodistas) o las disculpas institucionales de las autoridades lograron darle la visibilidad que merecía la recomendación emitida por la Comisión Nacional de Derechos Humanos (CNDH) por la actuación policial el 8 de marzo de 2024.

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A un año de la represión, y luego de otra marcha más, es evidente que la opinión pública no tiene la claridad suficiente de lo ocurrido en 2024 y parte de ella incluso justifica y avala lo ocurrido por considerar que era la respuesta lógica gubernamental a una manifestación que asumen como violenta.

 

Esta percepción social ampliamente compartida fuera del círculo de quienes participamos en la marcha o simpatizamos con la causa, se debe en gran medida a que en la cobertura mediática de la misma predominan las imágenes y narraciones que dan cuenta de los vidrios rotos y los grafitis.

 

Imágenes como esas no son excepcionales, ciertamente pueden verse eventualmente luego de una callejoneada, un concierto en la feria, o una batalla campal en el futbol, pero con toda honestidad son poco frecuentes (aunque no inexistentes) en marchas y manifestaciones.

 

Es todavía menos frecuente que imágenes como estas sean defendidas y avaladas por los convocantes de las manifestaciones, quienes en lo común suelen desmarcarse de ellas y acusar de infiltrados a los perpetradores de estas acciones.

 

No ocurre así en el movimiento feminista, pues, aunque la acción directa es realizada por un grupo muy minoritario (numéricamente) en relación a la participación general de la marcha, el resto no lo rechaza al menos de forma activa y no lo condena, lo cual ha hecho pensar a muchos que esta es la forma de expresión predominante en la marcha.

 

Hay dos consecuencias funestas de esta percepción, la primera es la desmotivación de algunas mujeres para participar en la marcha del 8M, algunas por temor y otras por rechazo a las acciones directas. Y la segunda es que la represión del 2024 no sólo no fuera condenada con la vehemencia que merecía, sino que incluso fuera justificadapor algunos sectores.

 

Sin embargo, la recomendación de la CNDH es contundente: hubo un uso indebido y desproporcionado de la fuerza, y este organismo tiene medios de convicción que permiten acreditar violaciones a los derechos humanos a la libertad de manifestación y protesta, a la seguridad y libertad personales, a la seguridad jurídica, a la protección de la integridad personal y a una vida libre de violencia.

 

Así lo dice explícitamente la recomendación que puede consultarse en https://www.cndh.org.mx/sites/default/files/documentos/2024-12/REC_2024_272.pdf en la que se da cuenta de la presencia de policías varones, de la preparación con anticipación de extintores, de los jalones, patadas y golpes a las manifestantes, y de como en tanto a esta le roban el teléfono móvil, a aquella le arrancan mechones de pelo, y a todas se les priva de la libertad sin causa legal alguna.


Como es sabido, aunque no lo suficiente, todo esto ocurrió cuando la manifestación ya había culminado, y las autoridades embistieron contra un grupo residual de mujeres que permanecían en plaza de armas de forma pacífica, sin ninguna acción directa que pudiera servir de pretexto para el uso de la fuerza.


Por todo esto, y en sus propias palabras “la CNDH identificó lo que puede constituirse como un trauma cultural, debido a que los hechos pueden interpretarse como acciones que se dirigen a reprimir y posteriormente inhibir la participación de las mujeres en movimientos sociales, políticos y culturales

Esto, de acuerdo al mismo organismo, puede interpretarse como una “pedagogía de la crueldad”, al identificar actos “aleccionadores” o “mensajes” que buscan ser espectacularizados, no a través del diálogo, sino mediante un dispositivo de control social que genera incertidumbre y temor.

Muestra emblemática de ello es la imagen de una manifestante que rodeada entre 10 hombres y mujeres policías, quienes la golpearon y la levantaron, aún semidesnuda, para trasladarla al Callejón de las Campanas”. Para la Opinión Especializada en Materia de Antropología Social de la CNDH el cuerpo de esa mujer…se convirtió en un icono sobre el cual se ejerce la violencia, a través de su exhibición se espectaculariza al ser arrastrada, imponiendo el miedo y obediencia forzada. Al exhibir su desnudez, se extrae de ese cuerpo un tributo de vergüenza social, que en ese espectáculo se convierte en el impuesto, la exacción, que restaura y reinstala el estatus de dominación de parte del Estado”.


A juzgar por el resultado de la marcha de este sábado, la lección que se resume en el adagio popular de que “calladitas se ven más bonitas” no fue aprendida. Miles de mujeres volvieron a salir a la calle y las redes se llenaron nuevamente de morado. Pero podrían ser más.

Mal haría el movimiento feminista en no reflexionar sobre el pensamiento social que justifica y avala la represión policial.

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