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viernes, 19 abril, 2024
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La pandemia dentro de la pandemia: el 8 de marzo ante la Covid 19

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Por: Catalina Monreal •

La conmemoración por el 8 de marzo es un espacio ideal para reflexionar sobre los balances y metas de la lucha por la igualdad de las mujeres. Este año ha sido atípico, en que además de las resistencias y obstáculos identificados por el movimiento para el empoderamiento femenino, nos enfrentamos ante un fenómeno invisible que ha transformado nuestro mundo de maneras inimaginables: la covid-19. A casi un año de enfrentar la Pandemia, se han hecho ya los primeros señalamientos de cómo la covid-19 ha impactado en las desigualdades de género. El coronavirus ha dejado nuevos desafíos en términos de salud, seguridad y seguridad económica de las mujeres

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De acuerdo al Banco Mundial se necesitarán treinta años para que América Latina logre reponer la caída del PIB per cápita que dejará el paso del Covid-19 en la participación laboral de la mujer en la región. De la misma forma, al inicio de la pandemia las mujeres de América Latina y el Caribe tenían un 44% más de probabilidades que los hombres de perder su empleo. Esto revelo el avance precario que se ha tenido en la región en cuanto a la igualdad de género, avances que no han logrado destruir las estructuras que crean desigualdad entre mujeres y hombres. Las mujeres seguimos rezagadas en ciertas industrias y ciertas labores: un determinante sobre las pérdidas del empleo femenino en la región es que las mujeres tienen una alta participación laboral en las ocupaciones que requieren interacciones presenciales. Es decir, aquellas donde se valore “las habilidades sociales”, tradicionalmente asignadas al género femenino. Nos encontramos principalmente en sectores como el comercio, servicios personales, educación y hospitalidad, sectores que se han visto duramente golpeados por las restricciones de aislamiento social que la pandemia ha traído.

Por otra parte, esta uno de los grandes pendientes en la lucha por los derechos de las mujeres: la corresponsabilidad en las labores domésticas y de cuidado. Las mujeres tienden más a realizar trabajo doméstico no remunerado que los hombres, y este ha aumentado debido a que los niños no están asistiendo a la escuela, a que los adultos mayores presentan mayores necesidades de cuidados y a que los servicios de salud se han visto colapsados. Esto ha resultado un punto de quiebre para muchas mujeres, que se han visto superadas por estas “triple jornada laboral”. No es sorpresa, que, de acuerdo a INEGI, las mujeres han reportado menor satisfacción que los hombres con su vida, en este año de pandemia.

Pensar en cómo la COVID-19 nos ha llevado a replantear nuestra metas y retos en cuanto a la participación de la mujer en la economía es sumamente relevante al origen de la conmemoración del día internacional de la mujer. Este se estableció hace ya 46 años para para honrar a las más de 120 mujeres que en 1911 murieron en el incendio de una fábrica de ropa en Nueva York, Estados Unidos. Una tragedia derivada de las pésimas condiciones laborales y de seguridad en las que se encontraban; inclusive días antes las trabajadoras de la fábrica habían reclamado mejores condiciones laborales y un salario igual al que percibían los hombres que hacían las mismas actividades. La lucha por reivindicar nuestros derechos económicos ha estado presente desde el primer momento de esta conmemoración.

Las brechas en otras áreas también han aumentado. Se ha señalado que las barreras que perjudicaban a las niñas para acceder a la educación se han incrementado. En los hogares de menores recursos, se ha privilegiado a los varones en el acceso a los recursos para tomar clase, y se ha integrado a las niñas a las labores domésticas. Por otra parte, la saturación de los sistemas de salud, la reasignación de recursos, la escasez de suministros médicos y las interrupciones de las cadenas de suministro globales han debilitado la salud sexual y reproductiva y los derechos de las mujeres y niñas, incluidos el acceso a la atención materna, los anticonceptivos, así como los tratamientos para el VIH-SIDA y otras enfermedades de transmisión sexual. El mayor rezago que han presentado las mujeres y niñas no se debe a una vulnerabilidad inherente, sino a una discriminación y desigualdad preexistentes. Es por esto que muchas organizaciones internacionales han alertado de “una pandemia dentro de la pandemia”, es decir, de la pandemia de la violencia contra la mujer.

Es por esto que debemos aprovechar este espacio para hacer un llamado a buscar respuestas de política oportunas y bien informadas, que contengan una perspectiva de género y vean el empoderamiento de la mujer como un paso sin el cual no se podrá superar los estragos de la pandemia. ■

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