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martes, 25 junio, 2024
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UAZ, eternas banderas rojinegras

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Por: VEREMUNDO CARRILLO-REVELES* •

Es una estampa cíclica de la vida cotidiana: banderas rojinegras, de todos los tamaños y formas, izadas sobre portones, barandales, mallas, arbustos, ventanas y herrería perenemente próxima a oxidarse. Tradicionalmente salen a la intemperie dos o tres días cada año, pero en circunstancias extraordinarias, como las actuales, su presencia puede ser por tiempo indefinido. Es tal su recurrencia, que para propios y extraños no hay duda: a la Autónoma de Zacatecas no la identifican ni el azul, ni el dorado y mucho menos ese extraño crema que engalana las fachadas de muchos edificios, la piel de la UAZ es del color de sus banderas.

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El matiz rojinegro, sin embargo, ha variado de forma radical su significado: si décadas atrás representaba la combatividad de una universidad comprometida con las causas sociales, aspirando siempre a ocupar la primera línea a la vanguardia, en tiempos recientes se ha vuelto irremediablemente triste: el color de una universidad que atrincherada intenta combatir un fuego lento que la carcome desde las entrañas; los blasones de batalla se han convertido en jirones que imploran auxilio.

La UAZ está en crisis. La frase es tan común y desgastada como la puesta en escena que se representa de manera periódica: ante el prolongamiento extraordinario y legítimo de las banderas rojinegras, se anuncia que la universidad está al borde la quiebra y tras varios amagues melodramáticos, dignos de un programa unitario de televisión abierta tipo “Cada quien su santo  o “La Rosa de Guadalupe”, se anuncia con bombo y platillos un magnifico rescate y un plan de restructuración “mejor” que los que Angela Merkel receta en crudo a Grecia, Portugal y España.

En la “algarabía” aparecen todo tipo de personajes colgándose las medallas de la “gestión”. Después, viene fugazmente la calma, hasta que irrumpe la misma cantaleta: la UAZ está en crisis. Y vuelven las banderas y frente a ellas los mismos argumentos de quienes dirigen la institución: Hacienda destinó un bajo presupuesto; las prestaciones son muy altas; no hay para el ISSSTE; se repartieron alegremente bases en administraciones –siempre- pasadas y, el blanco preferido de los más incompetentes: es culpa de los jubilados. La vida en negro y rojo deslavado.

La crisis que atraviesa la UAZ no tiene su origen profundo en deficiencias financieras, administrativas o de gobernabilidad –aunque evidentemente todas tienen un peso significativo-, el verdadero meollo del asunto es que se ha olvidado un principio básico y fundamental: la UAZ es, antes que todo y sobre todo, una U-n-i-v-e-r-s-i-d-a-d. Parece una obviedad, pero no lo es. Lo olvidan las instituciones gubernamentales y los representantes legislativos, que brindan a la institución un trato lastimoso, como si se tratara de una dependencia gris y burocrática más, pepenando recursos, pero también parece que lo olvidamos todos quienes conformamos la comunidad universitaria –profesores, trabajadores, alumnos y egresados-, cuando relegamos a un segundo plano el que debería ser el principal valor de la institución: el mérito académico.

Es sintomático que ninguno de los últimos cinco rectores posea el grado máximo de estudios. Y no es un fetichismo al título -hay muchísimos profesores e investigadores en la UAZ que tienen mayor capacidad que quienes anteponen a su nombre el “Doctor”-, sino por el hecho de que ninguno de los cinco es reconocido precisamente por una destacada trayectoria universitaria. Antes que por sus dotes en la docencia o en la investigación, se les eligió por su habilidad para construir una base política, de tipo clientelar; evidentemente, en más de un caso los resultados han sido fatales. Un buen académico puede llegar a ser un político medianamente bueno, como para dirigir una universidad, pero un político mediano nunca podrá encabezar exitosamente una institución de este tipo, si antes no fue un buen académico.

Otro caso sintomático son algunas propuestas “ingeniosas” para solucionar la crisis, como quitarle las pocas horas-clase a la que tienen derecho los jubilados. La “idea” evidencia desprecio por el mérito académico: mientras que las mejores instituciones del país –UNAM, IPN, Colmex, Colmich, etc.- han creado la figura de profesores eméritos para seguir aprovechando a sus docentes de mayor prestigio, una vez que éstos pasan al retiro, en la UAZ la condena es el ostracismo; todo con tal de mantener a aquellos cuyo único mérito fue pegar calcomanías y agitar matracas en las campañas internas o ser incondicional de alguno de los caciques que despachan en ciertas unidades académicas.

El síntoma más grave del rebajamiento a la capacidad académica, sin embargo, es que pasivamente se espera que la solución a la crisis venga de fuera ¿No es tiempo de que la propia UAZ, con sus 170 investigadores del SNI, sus 18 posgrados de calidad y su veintena de facultades construya salidas de fondo para sus propias problemáticas? ¿Cómo se espera transformar al estado, al país o al mundo si ni siquiera se puede salvar al alma mater? ¿Por qué no convocar un congreso universitario extraordinario que discuta una solución de raíz a la crisis recurrente, haciendo valer la autonomía? Las banderas nunca se irán, pero es hora de regresarles su color original. ■

 

Twitter: @VeremundoC 

 

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