El jueves 3 de julio de 2025 se reunieron grandes empresarios mexicanos con la presidenta Claudia Sheinbaum y acordaron la consolidación del Plan México “ante la desaceleración económica. Afirmó la presidenta que con dicha estrategia tratarán de compensar “las posibles pérdidas que se puedan generar por el momento de incertidumbre que se vive con Estados Unidos”. Al respecto hay que decir que la economía mexicana ha venido decreciendo – mucho antes de la incertidumbre generada por los aranceles establecidos por EUA- como consecuencia de la política de alta tasa de interés, dólar barato y austeridad fiscal con que se ha venido trabajando y tales políticas no son cambiadas en el Plan México. De hecho, el secretario de Economía, presente en dicha reunión, dijo que “el plan fiscal del presidente Donald Trump no afectará a la economía mexicana, porque el balance al final es que nuestra ventaja se va a acentuar”. Para los que nos gobiernan, el equilibrio fiscal es ventaja frente a los países que trabajan con déficit fiscal. Esta creencia es un dogma neoliberal que nos ha llevado al atraso, a acentuar la desigualdad del ingreso y a depender de las variables externas (exportaciones, remesas, entrada de capitales), lo que nos coloca en un contexto de alta vulnerabilidad. Una economía no puede trabajar con balance fiscal cuando está cayendo el consumo, la inversión privada, las exportaciones y la entrada de capitales, pues ello acentúa más la contracción económica e incrementa el desempleo. El IMSS reporta que, en el primer semestre de 2024, la generación de empleos formales fue menor que en el primer semestre de 2023 y que en el primer semestre de 2025, se generaron 70 % menos empleos que en el mismo período de 2024.
El Consejo Coordinador Empresarial manifestó en dicha reunión que “hay preocupación por cómo Trump ha transformado la dinámica económica y comercial, pero México está en punto y aparte, con un ritmo muy importante y venimos a ver cómo lo mantenemos… cómo podemos acelerar más el Plan México”. Esta idea de que México no es afectado por lo que acontece en EUA, es no reconocer la gran dependencia que México tiene de la economía estadounidense y que no tenemos condiciones endógenas de acumulación y crecimiento. Además, la posición del gobierno y los empresarios de que el “Plan México es clave para producir más en el país”, no está sustentado en una política de baja tasa de interés, tipo de cambio competitivo, incremento del gasto público y el establecimiento de aranceles a importaciones por parte de México para estimular la inversión, la sustitución de importaciones y la generación de empleo que proyecta el Plan México.
La titular del Consejo Asesor Empresarial del gobierno federal, “destacó el compromiso de los empresarios para consolidar el Plan México”. Aquí de nuevo, se ve que muchos funcionarios no saben de economía, o están mal asesorados. Para que los empresarios incrementen la inversión para el cumplimiento de los objetivos trazados en el Plan México, tienen que haber perspectivas de crecimiento económico y de ganancias, lo que no se vislumbra con las políticas monetaria y fiscal restrictivas.
El gobierno insiste que el Plan México “permitirá producir más en el país, para el mercado interno y también para la exportación”. Para que se produzca para el mercado interno, se tiene que dinamizar éste, lo que requiere de incremento de gasto público, de empleo, de salarios y distribución del ingreso, lo que no está presente en la economía nacional. Asimismo, para aumentar la producción para las exportaciones, no hay viabilidad ante los aranceles establecidos en EUA, a lo que se suma la desaceleración del comercio internacional, por lo que no hay perspectivas de que las exportaciones crezcan.
El gobierno confía en que se llegará a un acuerdo “con Estados Unidos que va a permitir que la economía…continúe exportando”. El problema es que Donald Trump quiere a toda costa reducir el déficit de comercio exterior que tiene con nuestro país, por lo que es muy probable que salgamos perjudicados en estas negociaciones. En consecuencia, el Plan México no es alternativa para contrarrestar la desaceleración de la economía nacional.
Por más que la presidenta de la República afirme que “la economía mexicana mantiene estabilidad, con un peso fuerte y finanzas públicas sanas”, tales políticas, más que actuar a favor de la estabilidad y el crecimiento, actúan en su contra. El peso fuerte es producto de la alta tasa de interés que estimula la entrada de capitales. Además, dicha tasa de interés incrementa el costo del servicio de la deuda pública y privada, lo que restringe la capacidad de gasto e inversión de ambos sectores y por lo tanto la actividad económica. El ingreso nacional está muy por debajo del costo de la deuda, lo que aumenta los problemas de insolvencia del sector privado, que tiende a desestabilizar al sector bancario. El dólar barato reduce el costo de las importaciones, las cuales desplazan a la producción nacional e incrementan el déficit de comercio exterior. Las finanzas públicas “sanas” que instrumenta el gobierno mexicano se sustentan en recortes presupuestales que contraen la inversión y el gasto público y por lo tanto la economía y prosiguen las presiones sobre las finanzas públicas por el alto costo del servicio de la deuda pública, por lo que la economía no tiene estabilidad macroeconómica. La presidenta destacó que en “este año se ejercerá una inversión pública cercana a los 800 mil millones de pesos”, pero ello es insuficiente y para nada reactivará la economía. Hay que resaltar que ello representa el 60.7% de lo que se paga por el servicio de la deuda pública. Por último, la presidenta dijo que “es muy importante que se potencie la inversión privada” y el problema es que para que ello se dé, se requiere de mayor inversión y gasto del sector público, para que se incremente la demanda y así la inversión. Pero esto es algo que no parece interesarle al gobierno.