La Gualdra 629 / Desayuno en Tiffany’s, mon ku / Cine
Anamaria Vartolomei es Maria Schneider, Matt Dillon es Marlon Brando y Giuseppe Maggio es Bertolucci; quizás con estos nombres el lector se dará una idea del tema. Una pista más, el Festival de Cannes de 2024 se volvió un año de duros señalamientos MeToo y de acusaciones a actores masculinos; entonces, ya era tiempo de que alguna directora abordara uno de los escándalos mundiales más polémicos de la historia del cine: El último tango en París, bajo la versión de la directora Jessica Palud con su película Maria.
Palud, participó en la Selección Oficial dentro de la categoría Premieres; cuenta el biopic de Schneider centrado sobre todo en el rodaje de la mítica película y en la controversial escena cuando Brando se unta los dedos de mantequilla y los penetra en la actriz.

La versión de la culpa, Palud, la reparte principalmente del lado del director italiano (Bertolucci quería violencia, deseo y pasión física en su filme) pero no olvida al actor estadounidense (quien nunca se disculpó), aunque los acusa a ambos de haber abandonado a la muy joven actriz francesa ante la prensa que la tachaba de todo tipo de insultos y el resto de los productores sólo la buscaba para filmar escenas de desnudos y sexo.
Palud monta un recinto que nunca pierde de vista la vida de Schneider y sus momentos de ruptura: su caída en el mundo de las drogas hasta su encuentro con la joven estudiante que se convertirá en su pareja y la salvará.
Con elipsis temporales, pero siempre desde los ojos de ella, vamos viendo cómo se convirtió en actriz, cuánto sufrió y cómo volvió a la vida. Además, el filme está muy centrado en las declaraciones que Maria hizo a la prensa justo después de la salida de la película y de cómo ninguna persona, ni siquiera los reporteros, reaccionaron; parecía como si no la oyeran o lo que decía no tuviera importancia.

Por eso esa historia, el rescatar esas declaraciones, parecen ser más contemporáneas en el 2024 sin haber envejecido. La recreación que Palud hace de las escenas de El último Tango… nos obligan a pensar en qué sucedía y a la vez sentirnos incómodos ante la inminente llegada de la escena durante el rodaje. Sin embargo, a la vez, parece tratar de entender qué pasaba por la mente de los directores en la efervescencia de la Nouvelle Vague.

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