Las mujeres mexicanas votaron por primera vez a nivel nacional el 03 de julio de 1955. Pasarían 26 años para que una mujer pudiera gobernar una Entidad. México tuvo su primera Gobernadora el 1ro de noviembre de 1979. Griselda Álvarez, ganaba con 50,000 mil votos más que su rival. A pesar de esto, cuentan las crónicas que la estatua de Colimotl, héroe del Estado, amaneció con un mandil blanco, como muestra de la protesta de ciertos sectores de la sociedad que resentían la llegada a la Gubernatura de una mujer. Después de Griselda, Beatriz Paredes gobernaría Tlaxcala, tan sólo 2 años después de que Álvarez terminará su mandato. Al final del periodo de Paredes, incluso se rompería otro techo de cristal, al tener dos gobernadoras al mismo tiempo, pues Dulce María Sauri asumiría por interinato la Gubernatura de Yucatán en 1991.
Así se empezaría a dar el acceso, a cuentagotas, de las mujeres a los máximos cargos en sus entidades federativas. Vendrían Rosario Robles, como la primera mujer en gobernar la ciudad de México, igual por interinato, en 1999, Amalia García en 2004 en Zacatecanas, e Ivonne Ortega en 2007. Mientras la participación de las mujeres en las legislaturas avanzaba a leguas, dado una poderosa estrategia de cuotas de género que culminarían con la reforma constitucional de 2014 que implementaría la cuota paritaria para el legislativo nacional y local. Antes de esa reforma, se podían contar con los dedos de las manos, y tener dedos de sobra el número de mujeres que habían tenido la honra de gobernar sus estados.
La lucha de las mujeres por alcanzar espacios en la política siempre ha estado ligada a un espíritu democrático y de gobernanza. Así se lo postuló Griselda Álvarez a López Portillo cuando manifestó su interés por ser Gobernadora de Colima. Así lo establecieron las redes de mujeres que negociaron la reforma de paridad en todo, en 2019, que daría paso a la necesidad de ampliar la cuota de género para todas las posiciones de Gobierno. Las mujeres somos más de la mitad de la población, pero esto no se ha reflejado en nuestro peso político.
Con la Reforma para 2021, 6 mujeres más se unirían a este selecto grupo, ya que se alzaron con la victoria en Campeche, Colima, Tlaxcala, Guerrero, Chihuahua y Baja California. Como reconoció el INE, en un año se logró lo que había tomado 67 años previo a la reforma. Quizás las cuotas de género son una de las herramientas más efectivas para impulsar la democracia en nuestro país.
El feminismo ha descrito a sus movimientos, como olas, en parte para retratar la fuerza y permanencia del movimiento. Para las gubernaturas, la metáfora es clara: las mujeres somos una Ola, y hemos llegado para quedarnos, ya que en 2022 más mujeres se unirán a este grupo. En Aguascalientes sólo hay candidatas mujeres, mientras que existen candidatas en Durango, Hidalgo, Oaxaca e Hidalgo. Sólo en Tamaulipas no existen mujeres compitiendo por la Gubernatura.
No obstante, esta aparente victoria del movimiento de las mujeres por la igualdad de género nos obliga a crear reflexiones de que nos falta por hacer. Griselda Álvarez decía en su biografía que ella siempre se sintió motivada por otras mujeres en la política, quienes la impulsaron y lograron consolidarla como Candidata. Para ella no había nada más falso que «una mujer es la peor enemiga de otra mujer».
Hay que erradicar este dicho y continuar creando estas redes de apoyo entre mujeres que han logrado estos grandes avances en el acceso a espacios en la política. Dentro del feminismo hablamos de sororidad, y es precisamente esta idea, de reconocer la fuerza del trabajo entre mujeres, y el apoyo que nos podemos dar entre nosotras. Las mujeres tenemos que apoyar a mujeres, y consolidarlas. No obstante, aun podemos encontrar mujeres que no impulsan a mujeres. Mujeres que no se han dado cuenta que cuando se rompe el techo de cristal se rompe para todas. Es tiempo de cambiar la cultura, y seguir apostando por las mujeres preparadas para transformar a nuestro país.