2016 avanza y el proceso electoral con él. A estas alturas, se supone definidas las propuestas de quiénes van a contender por los partidos políticos para ocupar las posiciones en disputa, aunque aún existen personalidades y posiciones en torno a las que hay litigo o cuestiones internas por resolver. De una u otra forma, todos los actores políticos saben: la densidad de los problemas electorales es distinta, según sea el tipo de elección a celebrar y los alcances esperados. Con todo, en el caso Zacatecas destaca más la lucha entre quienes quieren contender por la gubernatura, aunque para todos, el tiempo se agota y los actores y partidos ya acotan y definen su lucha interna, a la luz de sus posibilidades concretas y equilibrios. En lo personal, la gubernatura aún es la posición más pretendida, sean quienes sean sus pretendientes, cuya fuerza tiene distinto origen y consistencia. Para unos es problema a resolver, para otros, ya está resuelto. En el ambiente previo pululaba desde algo parecido a un derecho “dinástico” de los pretendientes o bien se dejaba sentir una sorda lucha en niveles de poder partidario que convocaba incluso hasta al poder federal con sus instancias institucionales para ventilar entuertos o dirimir otras más de carácter interno, partidario, sin olvidar que la polarización por parte de una oposición, calificada a sí misma de democrática o tildada como tal, al comportarse de ese modo, se debilita si es menor, a sí misma y a su partido, y al dividir, pone lo que necesita el PRI para fortalecerse y levantarse como fuerza triunfadora, más allá de una eventualidad distinta, en la que la oposición diera la batalla unida. El tiempo como recurso político se agota, tiene fijados sus límites en este proceso electoral: puede ser manipulado, sí y eso tiene consecuencias. Si lo político – electoral puede ser corregido, el tiempo electoral, no siempre ofrece márgenes para ello
No obstante, lo que ocurra en los partidos políticos, el PRI sabe de antemano sus márgenes y ante la sociedad, lo que luego muestra la oposición en su seno, es un duelo de personalidades que no quieren o no saben, o no se les ocurre ni unirse ni ceder para poder enfrentar y derrotar al PRI, generando una relativa unidad que de nuevo abriría la coyuntura para un Gobierno y un Congreso, no digamos de izquierda, sino, de nuevo, siquiera uno que fuera de transición, ello sería ejemplar en la República, en los momentos políticos actuales. Al contrario, la inmediatez parece dominar como recurso de estrategia, cuando debería ser al revés: entre todos los opositores políticos, hacer todo lo que pudiera corresponder a cada uno para arrinconar y derrotar al PRI. Por supuesto, las posiciones en juego, con ponderación, alcanzarían para todos, como recompensa y nueva posibilidad y responsabilidad de gobernar para la oposición.
Sobre todo, se podría poner en juego un diseño con mayor sentido de futuro al operar un gobierno, en el cual, mediante la participación ciudadana, todos los actores políticos ganaran y con ellos, todos los zacatecanos, hasta la oposición y los derrotados. Pues lo que entre todos se estaría impulsando y poniendo a operar de ese modo, no sería otra cosa, que un proceso o procesos políticos con capacidad para construir oligarquías autogestivas (de ciudadanos) como formas organizativas de un actuar político plural, con capacidad para generar crecientes incrementos de complejidad, en lo inmediato y a largo plazo, tal y como lo requiere Zacatecas, en sus distintos ámbitos. Se trata pues de que actores políticos diferentes, en trayectoria, experiencia e ideas, pero organizados y unidos, concurrieran a construir desde las diferencias partidarias, particulares o “institucionales”, el futuro o uno que sería de todos, por inclusivo e incluyente, sin quedar sólo en manos de los líderes, sino en la mente y en las manos de todos, y así, mediante el flujo de sus comunicaciones y organizaciones, opere, ¿democráticamente?.
Esto, que falta por instaurar y operar de manera íntegra y permanente en la sociedad, al parecer, según declaraciones de universitarios, de hecho, aún no opera a plenitud en la UAZ, institución a la que se supone, los universitarios deberían de hacer operar de ese modo, es decir, mediante una intensa comunicación y toma de decisiones, como forma de expresar y procesar la autonomía en el continuo quehacer universitario, su propia complejidad. Sin ello, ¿cómo desplegar lo académico? 0, ¿cómo procesar pues los continuos estímulos del entorno? Si todo eso necesita condensarse, dentro del aula, el cubículo, los auditorios, y fuera de ellos, con mayor razón, necesita condensarse en el entorno social, donde la misma UAZ está inserta y con urgencia de ser y dar ejemplo de tozudez democrática, de insistencia, en el rigor y la superación académica para poder, en efecto y de ese modo, ejercer liderazgo político y académico en la sociedad. ¿De qué otra manera “vacunarla” contra el gandallismo político, del que se le hace objeto y hasta víctima, impunemente, además? ■