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domingo, 20 abril, 2025
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Nightmare Alley / El callejón de las almas perdidas, de Guillermo del Toro

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Por: ADOLFO NÚÑEZ J. •

La Gualdra 513 / Cine

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Señalar que en el cine de Guillermo del Toro los seres humanos son los verdaderos monstruos es caer en una obviedad. Amante de los cuentos de hadas retorcidos, el cineasta tapatío ha confeccionado a lo largo de su peculiar filmografía, relatos donde vistosas criaturas han confrontado el lado más oscuro y cruel del hombre.

Lo interesante en Nightmare Alley (Traducida al español como El callejón de las almas perdidas) (2021), su más reciente película, es que el realizador apuesta por una historia que deja a un lado a sus seres de fantasía y se enfoca en su totalidad en personajes de carne y hueso. Una decisión que por un lado se percibe novedosa, pero que al mismo tiempo se siente como un paso natural en la evolución artística del director. 

Estructurada en dos partes, la cinta inicia narrando la historia de Stanton Carlisle (Bradley Cooper), un hombre con un pasado del que busca escapar y que por azares del destino termina en un carnaval que va de pueblo en pueblo. En este lugar conocerá a un variopinto grupo de personajes, todos encargados de actuar en atracciones y espectáculos de entretenimiento e ilusión. 

Desde el despiadado Clem (Willem Dafoe) y su atracción de hacer que un “monstruo” se coma a una gallina viva, pasando por el espectáculo de mentalismo de Zeena (Toni Collette) y Pete (David Strathairn), hasta el espectáculo de Molly (Rooney Mara) de ser electrocutada en una silla eléctrica. Estos artistas, cada uno con sus virtudes y defectos, le comparten a Stanton sus secretos para montar un buen espectáculo.

La segunda parte, que transcurre un par de años después, se enfoca en el elaborado show de Stanton, quien se presenta como psíquico ante la élite de Nueva York. En una de estas presentaciones cruzará caminos con Lilith (Cate Blanchett), una enigmática psicoanalista con quien desarrollará una creciente obsesión. 

Basado en la novela homónima de William Lindsay Gresham (1946), el material con el que del Toro trabaja le permite explorar los aspectos más brillantes y, al mismo tiempo, los más enfermizos de personajes que son cínicos, manipuladores y que no cuentan con ningún carácter moral ni rasgos de bondad. A su vez, el cineasta hace uso de apasionantes referencias cinéfilas que están encaminadas, por un lado, hacia su interés por la pureza del deforme, presente en películas como Freaks (1932) o The Elephant Man (1980) y, por el otro, en guiños elaborados al cine negro.

Esto se logra, en mayor medida, gracias al estupendo diseño de producción de Tamara Deverell, quien logra transportar al espectador hacia otra época con enorme detalle. Asimismo, el portentoso trabajo visual de Dan Laustsen, cuyos encuadres son de una belleza que resulta estremecedora, ubica la cámara en esos rincones oscuros donde los protagonistas realizan todo tipo de actos despreciables al dejarse llevar por su ambición.

Una vez más, los monstruos se hacen presentes en este nuevo relato del tapatío, pero nunca se han visto así de hermosos, elegantes y refinados. Con ritmo lento, pero preciso, Nightmare Alley también es una historia sobre lo que ocurre cuando un artista pierde de vista lo importante. En una industria cinematográfica tan condescendiente como la actual, resulta reconfortante y hasta transgresor comprobar que la visión de Guillermo del Toro se mantiene intacta, anteponiendo sus obsesiones particulares por encima de la complacencia y siempre con el completo control de su obra.

https://issuu.com/lajornadazacatecas.com.mx/docs/la-gualdra-513

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