Durante las décadas de los cincuentas y sesentas, el Estado mexicano ejerció a plenitud su función rectora de la economía mediante todo tipo de programas, proyectos y apoyos para asegurar un ritmo acelerado, sostenido y estable del crecimiento económico. Fue la época de la economía mixta, la del llamado “milagro mexicano” con crecimientos del PIB mayores al 6% anual, mientras que la contribución de Zacatecas se mantuvo creciendo por debajo de la media nacional debido a que la mayor parte de la inversión para el fomento de la actividad agropecuaria se destinó a otras regiones. La estrategia de sustitución de importaciones fue el hilo conductor de la industrialización de algunas regiones del país, mientras que las de menor desarrollo se vieron obligadas a sobrevivir realizando las actividades productivas tradicionales como la producción de alimentos básicos, además de minerales, en el caso de Zacatecas.
La crisis de la deuda externa de 1982 y la nacionalización de la banca en ese año, pusieron fin a una etapa en la historia del desarrollo económico nacional. A partir de ese año Miguel de la Madrid impulsó un cambio de rumbo, una nueva estrategia económica basada en un severo ajuste fiscal y externo, cuyo objetivo principal fue generar un excedente suficiente para pagar la deuda externa contraída. Vino después la redefinición a fondo del papel del Estado en la economía. En lo sucesivo, sería sólo la inversión privada la que impulsaría el crecimiento de la economía. Se promovió una rápida y casi total apertura comercial y a la inversión extranjera. Redujeron drásticamente los ingresos de los trabajadores y eliminaron programas e instituciones orientadas al fomento agropecuario, con lo que millones de productores rurales fueron abandonados a su suerte ante la competencia desigual a que los enfrentó el Tratado de Libre Comercio de América del Norte. La soberanía alimentaria dejó de ser una prioridad del Estado mexicano, y los alimentos fueron considerados una mercancía más que se obtendría en el mercado integrado por los tres países.
La nueva estrategia, conocida como neoliberalismo, ha generado resultados mediocres. A partir de 1982 el ritmo de desarrollo económico ha sufrido una severa desaceleración comparado con la norma histórica de los cuarenta años anteriores. Entre 1981 y 2015 el PIB por persona de México ha crecido a una tasa media anual menor al 1%, lo que contrasta desfavorablemente con la tasa histórica de 3.2% durante el periodo 1940-1981, debido fundamentalmente a que la tasa de inversión ha sido muy baja. La política económica se ha basado en un tipo de cambio real apreciado, baja inversión pública, desmantelamiento de la política industrial y falta de financiación bancaria. Al contrario de lo ocurrido en países con sectores agropecuarios vigorosos, en México se produjo una precipitada supresión o reducción de los programas de fomento sectorial con el argumento de que los agentes privados harían inversiones crecientes en el campo. La política nacional hacia el campo repercutió gravemente en Zacatecas, que siendo una entidad predominantemente agropecuaria fue condenada a mantenerse en el atraso pues jamás llegaron los capitales privados ofrecidos por los gobernantes neoliberales.
Paradójicamente, ha sido la política del presidente Donald Trump la que está obligando al gobierno mexicano a pensar en otras alternativas para el desarrollo nacional, entre ellas el fortalecimiento del mercado interno, el desarrollo regional y nuevas modalidades de sustitución de importaciones, con lo que se abre una ventana de oportunidad para la acción de los zacatecanos, exigiendo además la transformación de la minería de enclave que hoy padecemos, en otra modalidad que sirva como palanca para el desarrollo de la entidad.