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jueves, 15 mayo, 2025
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Sé inteligente, sé como yo

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Por: CITLALY AGUILAR SÁNCHEZ •

  • Inercia

Algunos días atrás, con motivo del cumpleaños número 84 del italiano Umberto Eco, volvió a ser tema de discusión aquel artículo, de mediados del año pasado, en que el mencionado advierte que “las redes sociales le dan el derecho de hablar a legiones de idiotas”. En tal texto, Eco además asegura que “primero hablaban sólo en el bar después de un vaso de vino, sin dañar a la comunidad. Ellos rápidamente eran silenciados, pero ahora tienen el mismo derecho a hablar que un Premio Nobel. Es la invasión de los imbéciles.”

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Más de uno, intimidado por la figura que representa el semiólogo, en el área de la alta cultura intelectual, han apoyado tales aseveraciones fascistoides. Y es comprensible dada la sobrevaloración que en la actualidad se le ha otorgado a las facultades del raciocinio. Sin embargo, como el mismo Eco indica, la libertad de expresión es un “derecho”.

“Si la televisión había promovido al tondo del pueblo, ante el cual el espectador se sentía superior (…) el drama de internet es que ha promovido al tonto del pueblo como portador de la verdad”, asegura el italiano, y en tales palabras evidencia un increíble repudio por aquellos a los que considera inferiores intelectualmente.

 

Sé inteligente

El discurso pseudointelectual al que estamos acostumbrados (gracias a que nuestros medios de comunicación tienen un tremendo atraso en cuando a veracidad e información y lejos de fomentar la crítica promueven el chisme, y de las escuelas, que más que inculcar la autodidaxia, forman alumnos dependientes del maestro), nos hace incapacitados para diferenciar entre los diversos contenidos a los que se tiene acceso en internet.

Revistas como Cultura Colectiva, Algarabía (y su abominable derivado “El Chingonario”), Letras Libres, entre otras publicaciones, venden una idea de intelectualidad basada principalmente en lo mediático; es decir, ofertan “lo cultural”, en un tono cool y sumamente digerido, con lo que contradictoriamente le están diciendo a su lector: “mira, pobre imbécil, traduzco a tu lenguaje populachero a los filósofos alemanes, a los clásicos de la literatura y te hago pasar por interesante (porque el diseño está chido) todas las actitudes degradantes que llevas a cabo día a día”. Y los lectores mexicanos, sin una tradición lectora que los respalde, ávidos por pertenecer a un círculo intelectual que los diferencie de “la plebe”, caen en estas vertiginosas redes.

Si hay quién crea que las lecturas de las ediciones mencionadas son un hábito propio de alguna élite, resulta obvio que, para empezar, la vara con que medimos la intelectualidad es bastante baja. No obstante, la sed por sentir superioridad frente a la otredad nos lleva a llamar “idiota” a cualquiera que haga o no haga cosas que entran en nuestra concepción de intelectualidad.

Claro está que Umberto Eco, más allá de El nombre de la rosa (que muchos han leído o al menos visto la película) y del artículo mencionado líneas arriba, ha demostrado su capacidad de razonamiento lógico, el cual nadie pondrá en duda (al menos hasta ahora); sin embargo, cae en el lugar común y poco inteligente, de no comprender la complejidad del fenómeno mediático en la actualidad, cosa que parece tener muy clara en Semiótica y filosofía del lenguaje, Los límites de la interpretación, Interpretación y sobreinterpretación y otras de sus obras.

 

Sé como José

Leer o no hacerlo, compartir o no nuestras ideas (sean cosas de interés o vacuas), es un derecho que todos tenemos en internet, y aunque parezca lo contrario también en la realidad material (cfr. con el actual presidente de México). En realidad el intelectualismo es menos necesario de lo que aparenta. Lo podemos comprobar con el mismo Umberto Eco, dado que sus lecturas más intelectuales son las menos leídas. A la gente, en general, le interesan más los contenidos sencillos, que no impliquen un gran esfuerzo para el raciocinio. Pero hay algo curioso: a la gente le molesta lo que los demás hagan o no.

En estos días, más de uno hemos tenido la oportunidad de encontrarnos con José y Josefa en internet, personajes imaginarios, o mejor dicho de imaginarios sociales, que dedican su tiempo a criticar a los que comparten sus lecturas, actividades, fotografías o actitudes sociales en las redes. Este fenómeno es conocido, en psicología, como “proyección” y es un mecanismo de defensa mental, por medio del cual, una persona atribuye a los otros sentimientos, pensamientos o impulsos propios que niega o le resultan inaceptables para sí. Cuando nuestra mente entiende que hay una amenaza, para la salud y estabilidad propia, realiza un lanzamiento hacia el exterior de todas esas cualidades, atribuyéndoselas a un objeto o sujeto externo, y así, nuestra mente logra dejar afuera tales contenidos, pero sólo es en apariencia; en realidad es un autoengaño, porque aquello amenazante sigue en nuestro interior.

En este sentido, José y Josefa son sólo la materialización de aquello que odiamos en nosotros mismos. Por esta razón es que la frase célebre de estos personajes es “Sé inteligente, como yo”; en realidad es una sentencia que significa todo lo opuesto: “Me siento idiota, y como no quiero ser el único, actúa como yo.” ■

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