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lunes, 21 abril, 2025
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La Suprema Corte iconoclasta y el Nacimiento Navideño

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Por: Mauro González Luna •

Leí con asombro e indignación un proyecto de sentencia de amparo que declara violatorio de la Constitución, de derechos fundamentales, el que un Ayuntamiento del país coloque, en un espacio público, la representación del Nacimiento de Jesucristo -en tiempos de Navidad-. Es un proyecto de la Primera Sala de la así llamada Suprema Corte de Justicia.

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Más allá de protegerse supuestamente el interés individual de quien se sintió afectado en sus derechos por el Nacimiento, tal proyecto sin rubor alguno, «aspira a modificar el orden social prevaleciente en un Estado y abrir nuevos rumbos hacía la vida social». Su finalidad confesa: «marcar una pauta jurisprudencial tendente a transformar condiciones estructurales de desigualdad en el Estado mexicano que son incompatibles con el texto constitucional». ¡Una Corte adoctrinadora!

¡Condiciones estructurales esas de libertad, igualdad y justicia, no de desigualdad, que son fruto de la filosofía y Fe católicas a lo largo de la historia patria! Condiciones, raíces, conceptos que han quedado acuñados en buenas leyes, en pautas sociales de comportamiento, en cultura vibrante, como el concepto de persona, de amor al prójimo, de universidad, de parlamento como institución política.

Es decir, el proyecto utiliza la representación en espacio público del Nacimiento de Cristo como pretexto para imponer una ideología anticatólica, abortista y antinatural, la de género, escondida bajo las beatíficas expresiones, «igualdad, autonomía, justicia sustantiva, autonomía y libre desarrollo de la personalidad». Pretende extirpar las raíces católicas del pueblo para entronizar una ideología perversa e importada a fin de «desevangelizar» a México, de borrar del horizonte nacional la herencia secular de los misioneros, de los Tata Vasco, de los Motolinía y de tantos varones y mujeres de bien que echaron los cimientos de lo que hoy es México y que se intenta destruir.

Supuestamente, según el proyecto, las figuras que representan el Nacimiento, el Niño Jesús, María y José, expuestas en espacios públicos, son «tótems» a los que se les rinde culto; equivalen a actos estatales que presumiblemente, «pueden estarse utilizando con el fin perverso de dominar la psique de una colectividad». ¡Qué ignorancia tan culpable y blasfema la de estos proyectistas y ministros acerca del sentido católico de la «dulía», de las imágenes que no son mitos totémicos, que no son ídolos, sino representaciones, espejos venerables de personas sagradas!

Según el proyecto, o engendro de tal, la representación del Nacimiento de Cristo no se ha institucionalizado en México, no forma parte del patrimonio cultural de la nación, porque se trata «de un símbolo que no responde a una concepción histórica y cultural de México, sino a los íconos que son utilizados por la religión cristiana para revelar los valores y dogmas que esta práctica y profesa».

De acuerdo a tal criterio estúpido, el Nacimiento de Cristo no ha arraigado en el alma cultural de una nación mayoritariamente católica. Entonces, por consecuencia lógica, todo símbolo representativo de Cristo, María y José debe ser retirado de los espacios públicos, ya sea en murales, edificios coloniales, esculturas, museos, etcétera. Conforme a esto, el ícono, el símbolo de la Cruz debiera también estar proscrito en todo espacio público de México, pues es revelador de un entrañable valor cristiano.

No solamente en México, sino en el mundo, la representación del Nacimiento navideño, es un patrimonio de la cultura religiosa y secular, sin regateo alguno. Negarlo es estulticia pura, manipulación ideológica.

El siguiente paso que seguramente dará la Corte, si prospera este engendro de proyecto el próximo día 9 de noviembre, será declarar a la representación de la Santísima Virgen de Guadalupe, plasmada en la tilma de Juan Diego, como un instrumento perverso utilizado a lo largo de la historia patria para «dominar la psique de una colectividad».

Habría entonces que denostar a Hidalgo y a Morelos por el uso del estandarte guadalupano en los albores de la Independencia nacional.

La imaginación de la Corte en tal proyecto llega a extremos alucinantes al determinar los alcances de la colocación del Nacimiento en un espacio público: «sus efectos han trascendido –y trascienden– en el tiempo y en el espacio, en tanto que su esencia misma consiste en proyectarse sobre la conciencia de sus espectadores (para quienes es imposible hacerlo pasar desapercibido) e, incluso, desde sus primeras escenificaciones (aproximadamente en el año de 1223)». Aunque usted no lo crea, se remonta el proyecto a los tiempos de Francisco de Asís.

La colocación del Nacimiento es, a la luz amarillenta del proyecto, un acto de «dominación por parte de quienes sí ejercen la religión a la que hace alusión el símbolo que es objeto de impugnación- el Nacimiento de Cristo». ¡Qué miserable situación de los espectadores ateos de Nacimientos en México y el mundo, sometidos a una terrible, implacable, aterradora dominación al verse forzados a ver el rostro inocente de Jesús Niño, María y José, en lo que llama el triste proyecto «teatralización» del Nacimiento de Cristo! ¡Qué escandalosa violación esa al Estado laico, entendido de manera alevosa como un Estado rabiosamente anticatólico!

El genuino estado laico es aquel que prevalece en naciones civilizadas de hoy, en un Estado social, democrático y de derecho: una laicidad abierta a la cooperación, al respeto mutuo de sus ámbitos propios, a la defensa común de la dignidad de la persona humana.

¿Qué representación simbólica es compartida y aceptada «por cualquier persona que la observe o perciba» para que, según el proyecto, el Estado cumpla con su misión pluralista? Como nada puede contar con la aceptación de todos, entonces habrá que prohibir toda representación. A estos absurdos se llega tras las incoherencias de la Corte y sus proyectos. Corte iconoclasta y neroniana de aprobarse el proyecto.

Y añade el tal proyecto para colmo de colmos contradictorios: «el Estado debe ser neutral desde una perspectiva metafísica, de tal forma que debe de abstenerse de tomar partido o decantarse por desplegar sus atribuciones con base en alguna concepción filosófica». Y, por otro lado, a lo largo de todo el proyecto de sentencia -de uno de los poderes del Estado- se recurre a concepciones filosóficas como la del liberalismo, la del antropomorfismo, la de la seudo filosofía de la ideología de género, para fundar sus conclusiones sofistas, absurdas, con claros fines de dominación ideológica, que trastocan el alma del México de siempre, guadalupano, creyente, católico, fiel a su historia y convicciones religiosas.

Y dichas conclusiones sofistas y bochornosas son: el Ayuntamiento al «teatralizar» el Nacimiento de Cristo en un espacio público, violó -supuestamente- el derecho del vidente de la representación religiosa secularizada: «a auto conocerse, es decir, hacerse consciente de sí mismo como objeto de conocimiento; su derecho a dirigir autónomamente su comportamiento y desplegar su voluntad sin imposición, a través de cualquier medio, de alguna convicción religiosa o de conciencia por parte del Estado; y, su derecho a normar su propia conducta, de conformidad con sus propios estándares religiosos o de conciencia; así como autodefinir criterios individuales de corrección de su comportamiento». En suma, el Nacimiento violenta todas esas cosas inconexas. ¡Increíble leer eso en un proyecto de sentencia de una Suprema Corte!

Se exige a la Corte seriedad en sus sentencias, evitar utilizar las mismas para imponer cínica e impunemente, ideologías políticas bárbaras, contrarias a la Verdad, a las convicciones fundamentales de la mayoría de los mexicanos. La Corte no debe ser un instrumento político al servicio del poder en turno y de sus concepciones de facción, sino al servicio del derecho, de la justicia verdadera, nunca subordinada al poder político, en suma. Se demanda del pueblo católico, de la Jerarquía, un pronunciamiento público, a nivel nacional e internacional, enérgico, valiente, contra este infame proyecto que indigna a toda persona inteligente de bien, católica o no.

Dedico este artículo con admiración al pueblo noble e inteligente de Zacatecas.

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