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lunes, 5 mayo, 2025
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Roberto Cabral del Hoyo, gran hombre que hizo crecer sus cualidades y ponerlas al servicio de los demás

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Por: ALMA RÍOS •

Se celebra hoy el centenario del nacimiento y obra del poeta zacatecano.

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El artista debe ser un ejemplo para las nuevas generaciones de jóvenes: Carrillo Trujillo.
 
A una generación que se está perdiendo entre asesinatos, la obra y  figura del poeta zacatecano Roberto Cabral del Hoyo puede decirle que la grandeza del hombre, el gran hombre, no es el matón sino el que hace crecer sus cualidades al máximo y las pone al servicio de los demás. “Muchachos vamos a incendiar el mundo”, no a destruirlo sino a hacerlo crecer, parafrasea e interpreta Veremundo Carrillo Trujillo, coordinador del Area de Literatura del Instituto Zacatecano de Cultura (IZC) al escritor nacido en la ciudad de Zacatecas en 1913, mediante un fragmento de uno de sus poemas enmarcado en el momento histórico del Movimiento Estudiantil de 1968.
 
“Yo diría que eso es él, el amor”; comentó Carrillo Trujillo en relación al escritor nacido en la ciudad de Zacatecas en 1913, que recibirá hoy, con motivo de la celebración del centenario de su natalicio, homenajes, el primero a las 18 horas en la Biblioteca Roberto Cabral del Hoyo, en el que se ha anunciado la presencia de sus familiares, y el segundo a las 20 horas en la Litoteca del Ex Templo de San Agustín al que se integrará Dolores Castro Varela miembro junto con él, del grupo Ocho Poetas Mexicanos.
 
A Cabral del Hoyo se le reconoce, agregó, como el mejor sonetista mexicano. Aunque nunca se le integró en las listas oficiales derivadas de las corrientes o círculos dominantes de la literatura en México de los que fue marginado por su religiosidad suponiéndosele  un “beato” o  “santucho” más por sus posiciones personales que por su poética, su obra ha recibido reconocimientos en España y Sudamérica.

Su exclusión de los consagrados de las letras mexicanas se debió, afirma Veremundo Carrillo, también a su independencia de estos círculos pues en ellos se ejercían compromisos estéticos y aún económicos, también señala condicionamientos políticos que exigían el apoyo de los escritores a algún partido, regularmente de izquierda, señala.
 
Roberto Cabral del Hoyo en su opinión fue un mexicano auténtico permeado de la cultura católica de la región en la que le tocó crecer, sin embargo, el tema religioso no es preponderante en su obra y sí su amor por la tierra y la naturaleza. Su poesía amorosa no es fácil sino densa y profunda y el soneto, la forma poética más exquisita de la poesía castellana llega en él a la cumbre, comenta.
 
Al respecto del formato elegido por Cabral del Hoyo para expresarse, Veremundo Carrillo agrega que “él asumió el reto de escribir en forma tradicional aunque también tiene mucha poesía en un tono más desgarbado al que llaman poesía moderna. Pero él eligió ese riesgo porque podía. Muchos no lo hicieron o porque ya eran otras épocas o porque no sabían o porque no podían”.

En Contra el oscuro viento (Jus, 1959), se encuentra la cumbre del poeta según observa, añade que su obra presentó el fenómeno de ir creciendo pues sus primeras poesías eran buenas, más o menos, pero fueron tomando fuerza. Al final como en el caso de Amado Nervo dice, hubo un descenso en su calidad.

 Cabral del Hoyo logró literariamente como pocos la perfección formal y la profundidad, “apoyado siempre” en Ramón López Velarde, sin embargo,  no es un imitador de éste. Indiscutiblemente López Velarde fue su inspiración como ocurrió con otros, entre los que destacan Los Contemporáneos, agrega.

 “Diría yo, que es uno de esos hombres cuya obra es coherente con su personalidad: un caballero, un hombre de grandes convicciones, de profundos sentimientos, tranquilo”, perfila al poeta que muriera un cuatro de octubre de 1999.

 Sobre su vida cuenta que fue hijo del propietario de la Hacienda de San Miguel en Valparaíso, Zacatecas; de la que tuvo que hacerse cargo a la muerte del mismo en la época de la segunda Cristera, aquella que enfrentó a campesinos contra campesinos, ejidatarios contra cristeros.

 En aquel momento, y relata mediante sus poemas, Roberto Cabral del Hoyo habría elegido entregar la tierra antes que convertirse “en un matón”, y declararse así en sus letras: “mire nomás qué cosa, me tratan de comunista y otros de vendido a los hacendados. No soy ni una cosa ni otra y menos enemigo del pueblo”.

 En sus frases no existe el resentimiento ni la agresividad. Todo eso que sufrió lo convirtió en poesía. Eso es lo grande de él, sin hablar de otros que piensan que comienzan desde arriba, que son grandes porque hicieron una poesía, no, este hizo la poesía porque era grande”, caracteriza Carrillo Trujillo al autor de Rastro de Arena.

 Recuerda también, que sus hijos fueron participantes en el Movimiento Estudiantil de 1968 al que él mismo quiso sumarse, “tiene una poesía que dice que quiso él ayudar, lo pone simbólicamente, que pasaron los muchachos y les gritó espérenme yo voy con ustedes a incendiar el mundo, y dice, me dieron un aventón y quedé tirado y desperté llorando…”

 Veremundo Carrillo señala su inconformidad con la reiteración de una imagen de Roberto Cabral del Hoyo anciano, recuperada de sus últimos años, cuando también existe referencia de su juventud en una grabación realizada en 1946 cuando ganó los Juegos Florales y tenía una voz vibrante de locutor, que lo fue, fuerte, maciza, de un hombre casi muchacho. Esta imagen pudiera cobrar mayor interés entre los más jóvenes.

 Lo que la vida y la poética de Cabral del Hoyo puede ofrecerles es lo más grande para esta generación que se está perdiendo en asesinatos porque los muchachos de 18 a 25 años están acabándose porque se les cerró el mundo, no hay una perspectiva para ellos. Abrir sería esto: “muchachos vamos a incendiar el mundo”, no a destruirlo sino a hacerlo crecer, concluye.

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