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domingo, 5 mayo, 2024
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Indígenas presos por la decadencia social mexicana

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Por: ÁLVARO GARCÍA HERNÁNDEZ • admin-zenda • Admin •

México carece de una política integral y sostenible que promueva el adecuado desarrollo de los pueblos y comunidades indígenas, en la que se tutele sin simulaciones, el respeto irrestricto a sus derechos humanos fundamentales y se les brinde el lugar que merecen en atención a su identidad cultural y la riqueza en tradiciones que constituyen un privilegio que muy pocos países tienen. Es indiscutible que el Estado ha sido incompetente para promover un adecuado progreso e integración de los pueblos indígenas a la vida política, económica, social y cultural de México y, como resultado de ello, han sido dejados en el olvido y en la oscuridad de las acciones gubernamentales como resultado de ello, algunas mujeres han tenido que parir en el suelo ante la negativa de brindarles una adecuada atención médica, tal como le ocurrió a Irma López Aurelio, la indígena mazateca que dio a luz a su hijo en el jardín del Centro de Salud de Jalapa de Díaz, Oaxaca o el caso más extremo de auto cesárea practicada por Inés Ramírez Pérez, indígena zapoteca que sin más anestesia que dos vasos de alcohol 96 y un cuchillo, tomó la decisión de abrirse el vientre para salvar a su hijo después de que éste no podía nacer, más tarde e inconsciente por la pérdida de sangre fue atendida en la Unidad Médico Familiar de San Lorenzo Texmelucan. Ambos casos constituyen a parte de una vergüenza internacional, flagrantes violaciones a los puntos 4 y 5 de los Objetivos de Desarrollo del Milenio y a otras letras muertas de la Constitución Política Federal. Lamentablemente resulta que ahora y gracias a la decadencia social en la que nos tiene la clase política en el poder, nuestros hermanos tarahumaras o rarámuris son utilizados por las corporaciones delictivas para cruzar drogas al vecino país del norte y, muchos de ellos, enfrentan ahora, años de cárcel como resultado de los juicios que enfrentan en situaciones de total desventaja. Defino a la decadencia social como la ausencia progresiva de valores, identidad, principios y estructuras que motivan el debilitamiento de los elementos que dieron origen a un determinado país, generando el desequilibrio total de su población, el rompimiento de las instituciones y las bases jurídicas que procuran la armonía social, lo cual, conduce por necesidad a la discordia colectiva que se encamina gradualmente a la revolución como único mecanismo de restauración. Una vez ubicada la decadencia social por la que transitamos, enmarco entonces el grave problema por el que atraviesan algunos de nuestros hermanos rarámuris que habitan en las cuevas y montañas de la Sierra del estado de Chihuahua pues están siendo engañados por las organizaciones delictivas para pasar droga con los gringos aprovechando la capacidad natural que tienen para correr largas distancias. La delincuencia aprovecha su alto grado de marginación que los sitúa por debajo de las comunidades más pobres de África para ofrecerles tenis de marca y el sueño de progreso para sus familias que los gobiernos históricamente no han podido brindarles, de esta manera, algunos hombres de los pies alados, como también se les conoce, cruzan por el desierto de Big Bend y durante tres días aproximadamente, cargan una mochila con cocaína o marihuana hasta llegar a Alpine Texas donde tienen que entregar su cargamento a un gringo y, donde muchas veces son detenidos por las autoridades. De acuerdo con la investigación hecha por Luis Chaparro del diario El Universal, de 2010 a 2015 se ha duplicado la cifra de tarahumaras detenidos, encontrándose ahora más de 100 en las cárceles texanas. Hasta ahora, no hemos encontrado un posicionamiento efectivo de la Secretaría de Relaciones Exteriores que brinde asesoría a los rarámuris o el diseño de una estrategia gubernamental que prevenga que otros indígenas sean utilizados como burreros. Según las autoridades de Texas, tan solo en un año han sido arrestados 50 indígenas y, continúan llegando grupos cada vez más grandes cargando hasta 200 kilos entre diez tarahumaras. Sin duda, nuestra decadencia social está afectándo a los tejidos más recónditos y sensibles de nuestra Nación sin que exista una verdadera estrategia que impregne paz, armonía y equilibrio a nuestra sociedad, más bien, pareciera que nuestros gobiernos disfrutan ver desde la barrera cómo nos destruímos, cómo prostituimos a nuestras etnias a cambio de unos tenis, cómo dejamos caer las estructuras fundamentales de México a cambio de nada. Lo que pasa actualmente a nuestros hermanos rarámuris no es más que la muestra palpable de lo decadente que está nuestro país, sin respeto a los derechos humanos ni propuestas que frenen a la gran organización que tiene la delincuencia. ■

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*Presidente del Consejo Directivo Nacional

de la Organización Monitor Ambiental Ciudadano

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