Tal vez como en ninguna época anterior, la sociedad contemporánea se caracteriza por cimentar parte de sus motivaciones en las novedosas formas en que se construyen desde afuera del individuo las imágenes de sí mismos y del mundo. Las personas conectadas a una gran variedad de fuentes de información tienden a expandir lo que son afuera de su propio círculo íntimo, afuera de la esfera de su familia o de amigos cercanos, afuera de su esfera privada. Lo público no sólo es transparente en nuestros días, también lo es, lo que no es público.
En el célebre ensayo “La Sociedad Transparente”, Byung-Chu Han aborda una problemática que se aproxima a lo que intento escribir. En palabras escritas del filósofo chino: “Ningún otro lema domina hoy tanto el discurso público como la transparencia. Ésta se reclama de manera efusiva, sobre todo en relación con la libertad de información”. Pero más allá de la publicidad de información para cumplir tales derechos, Han considera que el discurso de la transparencia alcanza otros campos, y no sólo tiene que ver con política o economía: “la transparencia es una coacción sistemática que se apodera de todos los sucesos sociales y los somete a un profundo cambio. El sistema social somete hoy todos los procesos a una coacción de transparencia para hacerlos operacionales y acelerarlos”.
Desde esta perspectiva, la cultura de la transparencia parecería ser una auto ejecución del individuo para para la transparencia colectiva y su propia transparencia. No será por lo tanto una moda emanada de leyes, normas o movimientos sociales, sino parte de la forma del estilo de vida moderno. Desde el campo político, un ejemplo de la cultura por la transparencia es la aprobación el pasado lunes 4 de mayo de la Ley General de Transparencia. En un acto público el presidente Enrique Peña Nieto promulgó el marco legal que ahora regulará la transparencia y el derecho a saber de lo público en México. Acompañado por representantes de los tres poderes de la Unión, Peña Nieto aseguró que la nueva Ley favorece a la honestidad y a la integridad de los funcionarios que utilizan recursos públicos. El mandatario utilizó en su discurso el concepto de “gobierno abierto” para referirse a un “nuevo paradigma de la democracia”. Otro ejemplo que es visible actualmente, son las campañas electorales que se llevan a cabo en el país. Una de las banderas de una gran cantidad de los aspirantes, es precisamente la transparencia. Los próximos gobernantes o representantes sociales, consideran –desde una visión general- a la transparencia como una herramienta con la cual se puede combatir la corrupción. Al igual que el presidente Peña Nieto, los candidatos a puestos públicos ven en este concepto valores que pueden confeccionar un gobierno novedoso y superar los problemas que arrastra el sistema político desde su confección moderna.
Existe en nuestro país y a nivel global una concepción hasta cierto punto homogénea de lo que debe ser la transparencia. Tal es el caso del llamado “gobierno abierto”. Y la pregunta central podría ser ¿quién no está a favor de la transparencia? Y la respuesta obvia sería que quienes no transparenten –desde el paradigma de lo público- la acción pública son corruptos, o mejor dicho, antidemocráticos. Desde una visión externa al campo político, la transparencia también hace visible lo que es la propia sociedad. Si bien existe todo un abanico teórico que define a la sociedad contemporánea como una sociedad de la información, también hay toda una serie de autores que refutan tal idea. Precisamente Han es uno de ellos: “La masa de información no engendra ninguna verdad. Cuanta más información se pone en marcha, tanto más intrincado se hace el mundo. La hiperinformación y la hipercomunicación no inyectan ninguna luz en la oscuridad”. La facultad que tiene las personas para configurar sus propios canales de información, por ejemplo, un perfil en Facebook, les proporciona la llave para salir de tal oscuridad. ¿Es Facebook un espacio de transparencia de lo individual? La respuesta como sentido común sería que sí, pero como sentido profundo del concepto sería un no.
En la sociedad de la transparencia lo público abarca principalmente tanto a la economía como a lo político. Existe la premisa de que los discursos a favor de la opacidad no pueden existir en un Estado democrático. Pocos, es decir, casi nadie, cuestiona el concepto de transparencia: encarna valores montados tanto por el sistema político como por la sociedad. En la otra esquina del cuadrilátero encontramos las advertencias de Han: la transparencia de lo público no es sólo de lo público, en nuestros días lo no público, la vida privada, también se hace visible con la transparencia. Aquí la pregunta a responder sería, ¿qué discurso está en contra de la publicidad de lo no público, cuando tal actividad parece ser parte de la propia realización individual? ■
*Titular del Departamento de Promoción y Cultura de la CEAIP