Cuando se dice que la actualidad de la civilización encuentra su origen en Grecia, me parece que no se carece de certeza. A través de la historia de la humanidad, de los países, de los reinados, sólo se han depurado las ideas, aporte de la antigüedad clásica, para darle sentido a la vida de las sociedades en cualquier momento histórico, para generar mejores condiciones en las relaciones humanas en la búsqueda de la dignidad de la especie, al menos idealmente. De modo antagónico a la Tiranía como forma de gobierno, en la que generalmente un monarca se perpetuaba en el poder sin permitir el acceso a integrantes de otras familias o clanes a los espacios de gobierno, surge la Democracia como forma de régimen político; surgen las decisiones del pueblo como cualidad necesaria para definir los asuntos del mismo, tanto en el carácter productivo en la búsqueda de la satisfacción de necesidades primordiales para la vida de la comunidad, como para la guerra y la defensa de sus ciudadanos contra los invasores.
Con Clístenes, a finales del siglo VI a. C. nace la Democracia en Atenas; de manera rudimentaria y con votaciones desarrolladas con simples guijarros denominados Óstrakas, del griego antiguo, las decisiones que se tomaban conducían a la participación de los representantes de cada clan en el designio de su destino inmediato, con respecto al destierro de los innobles gobernantes, que generalmente eran acusados por el mal uso de los recursos económicos en aventuras de conquista y los fracasos que eventualmente se producían, contrarios al bien público. Con Clístenes nace la Democracia Representativa, en la que los intermediarios de los diferentes “Demos” llevaban a las asambleas las inquietudes de sus representados; en el año 508 a. C. se presenta la Reforma Institucional que lleva por nombre el de este insigne representante de la política ática y es así que aparece en la historia de la humanidad el término Isonomía, que fundamentalmente se refiere a la igualdad de los ciudadanos ante la ley, quienes tienen como principal virtud, aparentemente, la facultad de tomar decisiones acordes al bien colectivo.
Uno de los legados de la antigua representación democrática ateniense, en la actualidad, se observa en la delegación de supuestos encargados por el pueblo en lo que se conoce como poder legislativo, en el que los diputados y senadores, al menos en teoría, se encargan de analizar y debatir las decisiones previamente tomadas por la mayoría de los integrantes de una comunidad inscrita en cierto distrito electoral para generar mejores niveles de desarrollo propio. Se presume que el legado de los griegos se pone en práctica día tras día, no sólo en períodos electorales. Desde este punto de vista habrá que definir el término Democracia, en función de los objetivos e intereses que se persiguen cuando en el discurso se intenta dignificar una tradición que tras el devenir de la historia ha fundamentado el desarrollo económico y social de las naciones.
Ante las diversas muestras que se han presentado en la imposición de ideologías y la concepción de leyes benéficas sólo para ciertos sectores del conglomerado social, generalmente los más pudientes, cabe preguntar si realmente los sistemas políticos atienden a las peticiones de las mayorías, o si estamos inmiscuidos en otras formas de gobierno, que por lo general sólo incrementan las ganancias políticas traducibles a económicas los grupos afines a la Oligarquía dominante, de los oligarcas a quienes que se rinden los diferentes actores encargados de maquillar un estado democrático en todas las formas de relación social. Desde este punto de vista, pareciera que el estado de cosas concernientes a la dirección de un pueblo carece de fundamentos democráticos, aunque se presuma lo contrario. La lucha por el poder, burda e ignominiosa, ha producido una serie de fenómenos contrarios a un estatus en el que aparentemente los representantes de todo tipo de colectivos llevan a los diferentes foros las decisiones de sus representados; de esta forma, las diferentes muestras de acciones contrarias a la Democracia se han presentado en los más recientes procesos de elección popular, sin que tengan respuestas las quejas y denuncias de los afectados.
Los más recientes acontecimientos políticos dejan en claro que la “Democracia” se impone a sillazos u otras formas de violencia que sólo muestran la irracionalidad del “más fuerte” en la búsqueda del poder o para mantener sus privilegios, garantizando mejores situaciones de vida de cacicazgos reconocidos en contra del bienestar de muchos. El ideal de Clístenes, como un deseo de las ciudades-estado del Ática ha sido mancillado con un sinnúmero de prácticas contrarias a los principios del “gobierno del pueblo” o de los interesados por generar mejores condiciones de desarrollo armónico. Mediante “sofismas” en el mejor de los casos, se engaña a los participantes en un proceso de elección, dejando la violencia extrema para situaciones que peligrosamente atentan contra la hegemonía de cierto grupo que apetece el poder. La Democracia es un estandarte ficticio que se populariza cada período de cuatro años en los Estados Unidos de Norteamérica, resultando que el gobierno mundial por excelencia no permite la libre decisión de los países estratégicos para sus intereses a designar libremente a sus dirigentes. La Democracia no debe ser sólo un ideal, un artículo del que el discurso mediático dispone para ocultar los fines oscuros de intereses mezquinos; la Democracia debe ser un estilo de vida que garantice la paz social en función de la libertad política, tal como la idealizó Clístenes.