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lunes, 12 mayo, 2025
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El son del corazón

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Por: QUITO DEL REAL •

Fábulas y paliques de un domingo de urnas

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Para Javier Chicharra.
(Ya nuestros amigos se fueron casi todos. ¡Oh dolor!)

Todavía hace algunos ayeres, después de una elección más o menos reñida se aludía a la Operación Cicatriz, donde los excandidatos de los diversos elencos políticos podían darse el Abrazo de Acatempan y reconocerse como parientes que pastorean en las mismas praderas. Si se les ocurría, podían cruzar la calle y estrecharse en un saludo cordial. Uno imaginaba que se decían discretamente al oído: No hay tox, ya nos veremos en la próxima.

Se colegía que eran parte de un misterioso proyecto, originarios de la misma matriz, y que compartían idéntico padrino. Tenían que reportar con el mismo jefe, como las criaturas de “Mi general Quevedo” (letra y música: Graciela Olmos, La Bandida. Casas Grandes, Chih., 1895-1962), en cuyos versos de homenaje se sentían representados:

 

Tú me enseñaste a robarme los pollitos

torcerles el cuello y hacerlos caldito

tú me enseñaste a robarme las gallinas

quitarles las plumas y hacerlas cecina.

 

Y después, cuando regresaban a la vida ordinaria, y no se tenía que responder a una impugnación tardía, podían hacer votos de lealtad al Capo dei Capi, de la manera siguiente:

 

Tú me enseñaste a robarme los elotes

quitarles las hojas y echarlos al bote

tú me enseñaste a robarme las vacas

borrarles el fierro y venderlas baratas.

 

Todos felices y agradecidos. Suerte para la próxima, reiteraban.  Por eso, considero que la parte final de los versos de “Mi general Quevedo”, pueden reservarse para los triunfadores que emergen y escalan; son idóneos para un futuro sottocapo o un consigliere:

 

Tú me enseñaste a robarme lo robado

y ahora resulta que soy licenciado

tu me enseñaste a robarme lo mejor

y ahora resulta que soy contador.

 

Si me preguntaran, puedo decir: hasta hace no mucho, el periodo poselectoral podía ser una fiesta de reencuentro, un no hay bronca con la vida. Pero considero, sin embargo, que esos tiempos terminaron, al menos en nuestro estado.

 

 

La imposible cultura política

Mucho temo que, al menos en el estado de Zacatecas, desaparecerán esas ceremonias porque esta vez, habría que reconocer, el encono alcanzó un nivel muy elevado.

Ni siquiera cuando Amalia García Medina provocó el affaire de los vehículos del corralón, ni cuando denunció el asunto aquél, del rancho y los restos de hierbita, la confrontación escaló esos grados de violencia verbal,  donde la promesa de causar tropezones al enemigo o de enviarlos al fresco bote se desnudó impúdica con discursos arrebatados, voz alterada y alusiones fuera de tono. Si no aparecieron enfrentamientos con cuete en ristre o madrinas revolcadas de por medio, es porque Doña Prudencia antepuso una sentencia irrefutable: rebasa esta raya y ya no regresarás jamás.

La gente ilustrada de la bizarra capital reconoció que, en efecto, era mucha la gritería, bastante el extravío de los candidatos y pocas las propuestas políticas. Mucho el olvido de cosas esenciales y poco el abundamiento para el rescate del estado. Se observó además que si de partidos, movimientos o candidatos independientes se trata, los contornos ideológicos no existen. No hay fronteras, porque no existen doctrina ni principios; el oportunismo es la herramienta insustituible, cuando el desarrollo político de la comunidad es constreñido a los festines de adulación de las masas, y al reparto de despensas y dinero.

Lo que sucede en Zacatecas es expresión de una realidad hiriente que echó raíces en el país: la política no existe y, como tal, cualquier argumento falaz resuelve los entuertos sin causar un problema moral en quien lo emite. En estos vaivenes, los votos sólo ayudan para medir la decadencia política del país en cada ciclo electoral; toda vuelta de tuerca en las urnas, exhibe nuestra atrevida y harapienta desnudez.

 

Un candidato triunfador con su maleta

podrá robar más que cien hombres armados

Para esta ocasión los candidatos, con candidez, desamarraron su paquete de “propuestas” políticas con un sentimiento redentor y asistencialista, como si su futura victoria fuera una evidencia programática extraída del cerebro del rey Midas.

No supieron dedicar su paciencia para explicar las oportunidades del desarrollo regional; ninguno de ellos organizó mesas de análisis y debate con los científicos y especialistas de la universidad, que insisten en ese tema desde hace muchos años, con datos duros, reflexiones y prospectivas. Y es que los candidatos no entienden de bagatelas intelectuales ni de transformaciones planificadas, a ellos sólo les reconforta el poder sin óbice alguno.

Los recorridos y las intervenciones públicas se efectuaron con un ritmo acelerado, dedo pulgar enhiesto y sonrisa Colgate dispuesta frente a las cámaras, sin ofrecer algo diferente al discurso tradicional. Las propuestas, ardides y galimatías, podrían ser las mismas de Panchito, Chabelo, Pedrito, el general Pámanes, don Lupe, Genaro, Arturo, Ricardo, Amalia y Miguel. Sería cuestión de cotejar los testimonios y documentos de sus intervenciones, para examinar la vaguedad con que respondieron a la transformación del estado de Zacatecas.

Acertó quien piensa que ahora nada fue diferente. Las condiciones de atraso material de los habitantes se rigen con una ley de hierro, sin que existan esfuerzos alternativos perspicaces para revertirlas.

Aquí existe una contradicción perversa, y cada seis años se reproduce sin que nadie advierta su significado: la gente más pobre del estado disminuye el grado de comprensión de sus derechos y los dirigentes políticos decrecen en su penetración de la realidad. Paradoja inexpugnable: desde los dramáticos ciclos de esta rueda, caemos con vértigo en una espiral de miseria material y de oficio político.

 

El domingo estaremos a punto de un ataque de nervios

A partir de hoy, domingo 5 de junio, variará el asunto social. Decía: ya no seremos los mismos de antes. El fuego poselectoral avanzará por las calles, a la cabeza de nuevas generaciones de ciudadanos que conspirarán contra toda ofensa electoral.

Las acusaciones de fraude, trampa y topillo serán la constante, y los magistrados judiciales y electorales, atusándose gravemente el bigote, adquirirán una importancia estelar. ¿Quién será el ganador? ¿Quién merece regir los destinos de estas extensiones magnas, cubiertas de tierras resecas?

Si gana el Morena, la respuesta del PRI y la mediocridad de sus partidos asociados regresarán al estrado con ira. Se levantarán actas y demandas; se proporcionarán testimonios telefónicos y videos; se entrevistará a los especialistas más connotados, en lo local y lo nacional, de derecho electoral. Las redes sociales estarán en su elemento, soltando sus netas desde los oscuros recovecos de la clandestinidad y, otros, los pocos, dando la cara.

Es posible que, por primera vez, y desde el sentimiento de la derrota, el PRI organice mítines, marchas, plantones y huelgas de hambre. Por supuesto, las plumas más corruptas de la región y del país dedicarán amplias y profundas historias, para revisar el controvertido pasado de los Monreal. Hasta podrían organizar conferencias de título irresponsable: “El apellido Monreal no comienza con Z”,  o “La experiencia monrealista, según Pablo Hiriart y Ricardo Alemán”.

Pero si el PRI resulta claramente ganador, el Morena deberá ser moderado, todavía más cuando El Peje sentenció que, en esta ocasión, a él le preocupa más el avance de su partido que un triunfo apretado.

Pero no habrá Operación Cicatriz, ni seremos los mismos. ■

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